Nueva Zelanda
En el año 1642, el explorador Abel Jansoon Tasman, de origen holandés, está navegando cerca a las costas de un nuevo territorio, cuyas vistas verdes y aguas cristalinas le atraen mucho. Él es el tercer explorador, pero el primer europeo en contemplar esta joya perdida en el Océano Pacífico.
- Señor Tasman ¡Tierra a la vista!
- Echemos un vistazo, parece terreno virgen.
- A la orden, señor Tasman.
Conforme se aproximan a la costa, la belleza va cautivando a los holandeses.
- Señor Tasman, la costa se ve hermosa.
- Sí, de hecho, parece el paraíso donde Dios creó a la primera pareja humana. La costa es verdaderamente bella.
- Puede ser tierra salvaje, hay que ir con cuidado. - recomienda el capitán.
- Veremos si en el interior hay civilización, en caso lo haya podríamos explorar con ellos y conocer las islas. - Abel está ansioso por explorar.
- De todos modos, es bueno ir con cuidado porque puede haber bestias.
- Desembarcaremos allí, parece que el área nos permite acercarnos más a la costa. - señala el capitán
Ellos logran acercarse mucho a la costa, desembarcan todos e inician la etapa exploratoria, el cartógrafo hace un gráfico de la zona, registra los relieves, las cuencas hidrográficas y todos los componentes de la geografía.
- Me encanta el lugar, me siento como en casa. – Abel Jansoon Tasman está encantado del lugar.
- La geografía de la costa es similar a Zelanda – comenta el cartógrafo - en gran parte.
- Esta tierra será llamada Nueva Zelanda.
- Señores, - avisa un marinero – no se alejen mucho, está tierra es desconocida. Puede haber grandes animales salvajes.
- Vamos a explorar, vengan. – Abel invita a todos. – La tierra es salvaje, pero valdrá la pena conocerla.
A los pocos días, unos hombres de mediana estatura, con conducta algo primitiva, de tez oscura, con una delgada soga atada a la cintura con tiras de hojas de plátano secadas que cubren sus partes se aproximan a la playa para pescar y se encuentran con los exploradores holandeses.
Abel Jansoon Tasman saluda e intenta interactuar, pero para los ojos de los nativos ellos no son bien vistos y tuvieron un enfrentamiento, cuatro marinos fueron muertos y otros fueron heridos, entre ellos el mismísimo Abel.
Los holandeses no volvieron más, Abel volvió a pasar cerca, pero se digirió a otra isla, una que está situada al sur de Australia y dio su nombre a la isla de Tasmania, la fecha de la fundación de la isla fue el 24 de noviembre del 1644.
Años más tarde, 1769, una nueva expedición llega a la Isla que visitó Abel Tasman, era una embarcación inglesa y entre la tripulación estaba James Cook quien fue un navegante, explorador, cartógrafo y capitán de la Marina Real británica.
- ¡Capitán, tierra a la vista! – gritó un marinero desde la cofa.
- Pásenme el catalejo – James Cook ordena.
Otro subordinado le entrega en mano el catalejo. El capitán observa detenidamente el horizonte.
- Se ve un hermoso lugar, hay que rodear el área, que se aproxime lo más posible, quiero cartografiar toda el área de la isla.
- A sus órdenes mi capitán.
El subordinado da la orden de rodear la isla y eso es lo que la embarcación hace, ellos descubren las dos islas mayores y una menor, tras varios días de navegación, desembarcan en la isla del norte.
- Capitán, la costa es muy bonita ¿No cree? - se expresa un marinero lleno de emoción
- Hermosa vista, hay que explorar, puede ser un tesoro para la corona.
- Tenemos que tener cuidado, puede que esté poblada por salvajes, y hombres primitivos.
- Es probable que la población esté aislada de la civilización. En cuanto a la fauna, deberíamos ser muy cuidadosos, no sabemos qué tipo de animales viven aquí.
- Hace muchos años, un tal Tasman llegó, pero fue atacado.
- Escuché hablar de eso, pero no sé equivocaron al describir lo bella que era la vista.
- Pues, eso sí es verdad. Las costas son bellas y no se ve mucha altura.
- Tenemos que desembarcar, necesitamos abastecernos de agua y comida para el viaje de retorno.
Al desembarcar, ellos van pisando suelo neozelandés, a cada paso sienten la frescura del bosque producto de la corriente de aire, se sienten envueltos como si la naturaleza les diera la bienvenida con su seductor embrujo.
- Es tentador, ahora entiendo mejor a Tasman. - El capitán parece estar hipnotizado.
- Capitán, mire esas flores son pequeñas y muy coloridas.
- Son curiosas, sería bueno tener un registro de ellas.
- En nuestro próximo viaje podemos traer con nosotros un botánico.
- No vendría mal llevarnos unas semillas de cada especie y que se estudie allá.
- ¿Lo dijo por las probabilidades de que no se adapte al viaje y al clima de la zona?
- Eso es una parte del problema, el otro gran problema es que se tendría que trasladar todo su laboratorio para hacer los debidos estudios. Nosotros todavía estamos en etapa de exploración básica, es tierra completamente nueva. – capitán Cook razona con el marino.
- ¡Un mundo pedido! – exclama el marino al ver tantas novedades.
-A mí me da la impresión de que aquí hubo por primera vez el Edén.
- ¡Capitán! – exclamó un segundo marino – parece que el nido se ha caído.
En el nido se ven unos polluelos recién nacidos, casi no tienen plumas, están trinando de hambre. De manera repentina una extraña ave ataca a los intrusos. Los británicos tuvieron que retroceder. El ave es grande que por su peso no vuela, esa ave que ataca a los exploradores es un calamón takahe, son aves parecidas a los loros, pero muy grandes y territoriales miden 60 centímetros de altura, hoy en día solo radican en la isla Sur y están en grave peligro de extinción. Por no poder volar sus nidos están en el suelo, se imaginan a la madre como está defendiendo sus dos polluelos, si por naturaleza son territoriales ni pensar en cómo defienden su descendencia.
- ¡Retrocedan! – avisó el capitán – ha venido la madre de los polluelos, está furiosa. Cambiemos ruta.
- Yo que usted, la mato. – comentó el primer marino.
- ¿Tú qué harías por sus hijos? – pregunta el capitán.
- Lo que fuera para protégelos. – fue la respuesta del marino.
- ¿Qué crees que es lo que hace el ave? ¿Te sacrificarías por tus hijos dejándolos al hambre?
- No capitán, dejarlos al hambre, ni loco. Daría pelea hasta vencer.
- Pues esta ave también estaba dispuesta a hacer lo mismo.
Mientras discuten, se acerca otro takahe y es mucho más agresivo que el primero. Los exploradores tuvieron que abandonar de inmediato el área, estos dos takahes adultos estaban dispuestos a matar por sus polluelos, y siguen a los exploradores, no dan tregua hasta verlos lejos del nido.
Los exploradores se vieron obligados a tener que abandonar el área y cambiar ruta de inmediato, esa fue su primera experiencia directa con la fauna de la nueva tierra.
Así es el inicio del descubrimiento y bautizo de la tierra nueva.
el explorador Abel Tasman
el takahe, el ave que ahuyenta a los exploradores
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