Giorgia Bellini, una joven de 22 años, proviene de una familia conservadora y con una madre feminista. Tiene poco interés por las relaciones personales y el sexo. Su vida cambia cuando descubre que su mejor amiga, Livia Vespucci, también de 22 años, está en una relación con un novio dominante. Aunque Livia asegura estar feliz, Giorgia empieza a sospechar que algo no está bien.
Preocupada por los comportamientos controladores del novio de Livia, Giorgia investiga el BDSM por Internet y descubre que lo que está viviendo Livia no es una práctica sana, sino abuso. Decide llevarla a una comunidad de BDSM, con la excusa de querer aprender, pero su verdadero objetivo es que Livia se dé cuenta de que su relación no es BDSM, sino abuso.
Mientras Giorgia se adentra en este mundo, conoce a un dominante que cambia su perspectiva sobre el amor y el control. Ahora, debe enfrentar un dilema: ¿puede ayudar a su amiga sin arriesgar su amistad y su propio corazón?
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Inseguridades.
Giorgia ha pasado dos días pensando en todo lo que ha pasado. Vittorio no ha pasado más de dos horas sin escribirle, y eso es porque ha estado ocupado. Se está volviendo dependiente de sus llamadas, y no de una mala manera.
Ha recibido libros y afiches de periodistas importantes en la universidad, también pequeños detalles como desayunos y cajas con postres. Ella solo toma el teléfono y le agradece.
Volvió a los talleres con Pia para lo de su investigación, y Rodrigo volvió a preguntarle por Vittorio y a advertirle que se alejara de él. Ella solo desvió la mirada, y eso solo lo puso más nervioso.
La madre de Livia llamó a Giorgia para saber de su hija, y Giorgia hizo lo que jamás se atrevió: acusarla y gritarle por descuidar a su hija. Ahora está más nerviosa porque no sabe nada de ella.
En cuanto a su primera vez con Vittorio, ya le dijo que está más que lista para hacerlo, y ahora solo espera a que él arregle todo. Eso solo la tiene ansiosa porque una parte de ella teme que desaparezca luego de ese acto.
Ahora está sentada en clase. El profesor termina de escribir y todos se levantan en señal de que la clase terminó. Su teléfono suena y sonríe al ver el nombre de Vittorio en la pantalla. Sin dudarlo, contesta.
—Vittorio, ¿cómo va tu día? —Su voz es emocionada, no puede evitarlo cada vez que llama.
—La verdad, aburrido, aunque puede arreglarse. —Su voz tiene un deje divertido.
—¿Estás en tu apartamento? Quiero enviarte algo. —El corazón de Giorgia se acelera.
—Voy para allá, pero no tienes por qué darme nada más. —La voz de Vittorio es firme.
—No tengo, pero sí quiero. —Esa voz la desarma.
—De acuerdo, cuando esté en casa te escribo.
—Eso espero, porque pasaré por ti dos horas después de que recibas el paquete. Adiós.
Ella suspira. Ese hombre parece ser perfecto, y eso también la hace dudar. Nadie lo es.
Giorgia llega a su apartamento y, como Vittorio prometió, una vez recibe el mensaje, le envía el paquete con un chófer.
Es una caja negra con un hermoso vestido negro, largo, con un escote al frente y una abertura en una pierna, y unos tacones altos de color plateado con pequeños cristales.
Sin pensarlo, toma los regalos y, luego de bañarse y colocarse una lencería en el mismo tono, se los pone. En la caja también venían unos hermosos aretes de brillantes. Giorgia observa su reflejo y queda encantada: está preciosa.
Minutos después, el timbre suena y el miedo la recorre. Sabe que vendrá y le da cierto nerviosismo.
Se dirige a la puerta y la abre. Sonríe al ver a Vittorio con una hermosa camisa negra, una corbata y un pantalón hecho a medida, todo en el mismo tono. Se ve divino. Tiene que apartar la mirada para que no vea sus mejillas rojas.
—No hay vergüenza entre nosotros, Giorgia.
Ella asiente y, cuando lo mira, él la acerca, tomándola de la nuca, y le da un beso que le roba el aliento.
—Estás hermosa. ¿Te gusta?
Ella solo asiente.
—Parezco otra, pero me encanta.
La toma de la cintura y la guía hasta el auto. Esta vez, un hombre les abre la puerta y luego se dedica a conducir. Al subir, él no pierde tiempo y la acerca más a él.
—Me cuesta no tenerte cerca.
Ella solo tiembla.
—También me estoy contagiando de eso.
Él se acerca, rozando sus narices mientras deja que sienta su aliento, y al final la besa.
—Cada vez me cuesta más no querer besarte.
Giorgia recuesta su cabeza en su hombro y él no deja de acariciarle el cabello.
El auto se estaciona en un puerto y Vittorio le abre la puerta. Giorgia sonríe al ver ese lugar tan hermoso, con la mezcla de colores que da el cielo al comenzar a oscurecerse.
Es un muelle privado. Ella no puede evitar quedarse sin aliento. Frente a ella, un yate de líneas elegantes se balancea suavemente en el agua, iluminado por luces tenues que reflejan en la superficie como estrellas que danzan. No es un simple barco, es una obra maestra del lujo y la sofisticación.
—¿Esto es… tuyo? —pregunta, sin poder ocultar la sorpresa.
Vittorio, de pie junto a ella, con una mano en el bolsillo de su pantalón de lino oscuro, sonríe con esa expresión de absoluta confianza que la vuelve loca.
—¿Esperabas menos? —responde con calma, ofreciéndole la mano para ayudarla a subir.
Ella entrecierra los ojos, pero toma su mano. Desde que lo conoce, él se mueve en un mundo de opulencia sin esfuerzo, como si todo lo que tocase estuviese hecho para pertenecerle. Y aunque no es materialista, debe admitir que la forma en la que Vittorio usa su poder tiene un efecto embriagador.
Una vez a bordo, el yate zarpa con suavidad, alejándolos de la costa y llevándolos mar adentro bajo un cielo despejado y estrellado. Los olores se mezclan, haciéndola sentir en calma.
—No me has dicho a dónde vamos —murmura, dejándose guiar al interior de la embarcación.
—No te lo diré aún —contesta con ese tono de misterio que la hace querer desafiarlo solo para obtener respuestas.
La lleva al interior del yate, donde la cena está servida. Una mesa adornada con velas y detalles cuidadosamente seleccionados. No hay exageración, sino una elegancia medida, pensada para ella. Platos de autor, vino cuidadosamente seleccionado… cada detalle demuestra que él no solo quiere impresionarla, sino que la conoce.
—No me digas que este yate es solo para citas improvisadas —dice con una ceja arqueada mientras él sirve su copa.
—Este yate se compró pensando en ti. Esta noche es solo tuya.
Ella se muerde el labio, intentando ignorar el escalofrío que le provocan esas palabras.
Una música suave comienza a sonar cuando él toca un mando. El yate es navegado por un capitán que no sale de su cabina.
La cena termina entre risas y conversaciones triviales. Entonces, Vittorio la toma de la mano y la lleva a una pequeña sala privada dentro del yate. Al entrar, se encuentra con algo que la deja sin palabras.
Un espacio diseñado como una redacción de periódico, con un escritorio clásico de madera, una máquina de escribir antigua en perfecto estado y una serie de fotografías enmarcadas en la pared. Son imágenes de grandes periodistas a lo largo de la historia, desde Nellie Bly hasta Oriana Fallaci, mujeres que han cambiado el mundo con su pluma.
—¿Qué es esto? —pregunta en un susurro, recorriendo la habitación con la mirada. Está sorprendida y no lo puede creer.
—Tu inspiración.
Ella lo mira, sintiendo cómo su pecho se aprieta.
Mientras observa la habitación, siente que el aire se le escapa. Cada detalle está pensado para ella. Él no solo quiere impresionarla, sino que la entiende. La respeta.
Y eso la aterra.
Desde que conoce a Vittorio, él ha sido como una tormenta en su vida, arrasando con todas sus defensas. Nunca nadie se ha tomado el tiempo de conocer sus sueños, de escuchar lo que realmente le apasiona. ¿Cómo puede un hombre como él, que parece tenerlo todo, fijarse en alguien como ella?
Aprieta las manos, sintiendo un leve temblor en los dedos. Su madre siempre le dijo que los hombres como Vittorio no se quedan. Que lo perfecto es solo una ilusión.
—¿Giorgia? —La voz de Vittorio la saca de sus pensamientos.
Ella parpadea y encuentra su mirada. Él la observa con atención, como si pudiera leer cada una de sus dudas.
—Es demasiado —susurra sin darse cuenta.
Él ladea la cabeza, estudiándola. Luego, con una calma abrumadora, se acerca y toma su rostro entre sus manos.
—Nada de esto es demasiado para ti. Y no dejaré que pienses lo contrario. El beso es inminente, pero lo necesita para callar su inseguridades.
Si será cierto 🙂 de tomate tu tiempo.
O no lo pienses mucho y dadme 🫴 la respuesta.. 🫢🙂🙂🙂🙂