Naomi es una excelente esposa y madre abnegada, pero tiene un secreto que nadie sabe. Un día comete un error y por accidente besa a un hombre que no es su marido. Esto le dará un cambio al rumbo de su vida. ¿Qué será de Naomi? Los invito a descubrirlo.
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Capítulo Veintiuno
Tres días después de ese breve, pero ardientemente momento entre Naomi y Rodrigo. Las cosas se habían puesto un tanto frías. Aunque el trato entre ellos era mucho más que amigable, no pasaba nada más que algún roce de manos furtivo, o un comentario insinuoso.
_ ¿Cómo está el esposo de Estela? - Preguntó Rodrigo mientras revolvía su taza de café con la cuchara.
_ Está mejor, pero lamentablemente su enfermedad no tiene cura. Tiene algunos días buenos y otros no tanto.
_ Que mal, pobre Estela - suspiró -¿Y tú como la has estado pasando aquí, sola?
La mujer esbozó una sonrisa de resignación.
_ No puedo quejarme. Me adapto rápido y con todas las modificaciones que les has hecho a los muebles ya casi no me golpeo - acarició su mano con actitud agradecida - Pero me siento muy sola, extraño mucho a mi hijo. Es muy difícil.
Sus lágrimas comenzaron a brotar a borbotones de sus ojos.
_ Estar todo el tiempo en la oscuridad y sola. Es horrible - el hombre la asió por los hombros y la abrazó - Hay momentos en los que me siento tan desdichada. No entiendo que fue lo que hice mal. ¿Qué tanto daño he hecho para merecer todo esto? - era la primera vez que se abría de esa forma con él que se daba permiso a llorar y de quejarse. Él no dijo nada solamente la abrazó y acarició su cabeza. Se sintió tremendamente, culpable por todo el dolor que ella estaba sintiendo.
La abrazó fuertemente durante mucho tiempo. Hasta que se quedó completamente dormida en la calidez de su abrazo. La llevo en brazos hasta su habitación, la depositó suavemente en la cama. Se quedó observándola por un momento.
Rodrigo amaba a esa mujer, tal vez se enamoró de ella en el mismo instante que la conoció, pero con el transcurrir del tiempo y a medida que iba conociéndola estaba más convencido que ella, era el amor de su vida. Estaba determinado a tratar de enmendar lo que había hecho, no importaba cuanto tiempo le llevase o lo que tuviera que pasar, iba a conseguir el amor de esa mujer.
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_ ¿Ya empacaste tus cosas, Pablo? - Preguntó a su hijo mientras desayunaban. Silvia se había levantado temprano ese día, tenía cita en la peluquería. Así que bajó a desayunar con ellos.
_ Sí, papá ya lo hice - el niño se veía nervioso. La mujer lo miró por sobre el periódico - ¿Papi ya le avisaste a Mamá que me llevarás con ella?
_ No hace falta. Tu madre no sale de la casa. - contestó sin prestarle mucha atención, estaba concentrado en su celular.
_ Papá ¿Por qué mejor no la llamas? - insistió. Él sabía que su madre había vendido la casa y que todavía no se lo había dicho.
_ ¿Qué pasa, Pablo? ¿Por qué insistes tanto en que llame a tu madre? - musitó Silvia sin mirarlo. Lo que la mujer dijo llamó la atención de Anselmo y miró a su hijo con intriga. Por la expresión nerviosa del niño supo que algo ocurría
_ ¿Hay algo que tengas que decirme? - el niño jugó con sus manos de forma nerviosa.
_ Mamá vendió la casa, ahora vive en otro lugar.
Silvia soltó una risa irónica.
_ Mira nada más ciega y todo se las arregla para hacer cosas a tu espalda - comentó con la intención de avivar la furia inminente de Anselmo.
_ ¡NO HABLES ASÍ DE MI MAMÁ! - le gritó el niño frunciendo todo su rostro.
_ ¡ A mí no me gritas así, mocoso impertinente! - le dijo mirándolo desafiante.
_ ¡BASTA, LOS DOS! - gritó Anselmo furioso, mientras marcaba frenéticamente el número de la casa.
📟 El usuario con que intenta comunicarse, no se encuentra registrado.
_ ¡Maldita sea! - golpeó la mesa haciendo que el cuerpo del niño se sobresaltara. Marcó el número de su madre.
📱_ DAME AHORA MISMO LA DIRECCIÓN DE NAOMI - le gritó en el teléfono a Estela.
📱_ Anselmo, por favor. Tranquilízate.
📱_ ¡AHORA! - volvió a gritar. La mujer rápidamente, se la envió por mensaje. Y antes de que pudiera decirle algo le colgó.
Estela Intentó comunicarse con la mujer, pero esta no respondió. Al no poder hacerlo, se despidió de su esposo y salió disparada a su encuentro.
Anselmo iba echando fuego. Ni el mismo demonio se atrevería a cruzarse en su camino. El niño temía por su madre, estaba a punto de llorar. Llegaron a la casa. Naomi estaba en el piso de abajo, la puerta estaba abierta.
Anselmo trajo arrastrando al muchacho y prácticamente lo arrojó hacia adentro.
_ ¿QUIÉN DIABLOS TE DIO PERMISO DE VENDER MI CASA? - le gritó tan fuerte que la hizo estremecerse.
_ ¡No atrevas a gritarme, así! - el niño se abrazó a ella - Y esa, era mi casa. No necesito tu consentimiento para venderla.
_ YO LA PAGUE. YO SOY EL ÚNICO QUE DECIDE QUE HACER CON ELLA - seguía gritando, los chismosos poco a poco fueron amontonándose afuera. Naomi no podía verlos, pero por la forma en el hombre gritaba imagino que podrían escucharlo desde la otra ciudad.
_ ¡Ya deja de gritar! - levantó un poco su tono de voz - ¿Acaso no tienes vergüenza?
_ TÚ A Mí, NO ME CALLAS - levantó su mano para darle un golpe, el niño chilló e Intentó cubrir a su madre que no se dio cuenta de que iba a ser golpeada.
Una mano fuerte detuvo su brazo.
_ ¡No se atreva a ponerle un solo dedo encima, porque le juro que se va a arrepentir! - dijo una voz grave y profunda. En eso Estela llegaba corriendo.
Cuando Anselmo vio al hombre que lo sujetó se le heló la sangre. ¿Qué hacía ese hombre ahí, protegiendo a su mujer?
_ ¡¿Tú?! - tenía los ojos desorbitados, no podía creer lo que estaba viendo.
_ ¡Naomi, hija! - Estela corrió a apartar a la mujer de su hijo - Pablito, mi amor, no llores. No pasó nada - le sobaba los brazos y lo besaba tratando de consolarlo.
_ ¡Tú, Maldito infeliz! - dijo el hombre, iba a abalanzarse sobre Rodrigo y su madre se interpuso.
_ ¡Ya basta! Anselmo. ¿No ves como se ha puesto tu hijo? - el hombre se detuvo en seco, con la respiración agitada y arrojando una mirada asesina a Rodrigo - Julio, acompaña a Naomi y a Pablo arriba, por favor.
¿Julio? Entonces era de él de quién hablaba su hijo. Pero ese no era su nombre ¿Acaso?
_ ¿Segura, qué estará bien? - miró a Anselmo desafiante y amenazador.
_ Sí, hijo. Ve - le dio unas palmadas en el brazo.
Ninguno de los dos dejó de mirarse. Rodrigo tomó por la cintura a Naomi y la ayudó a levantarse. Tomó la mochila de Pablo y se la puso al hombro. Pablo tomó su mano y salieron del lugar. Anselmo los siguió con la mirada hasta perderse. Se volvió y miró a su madre con furia.
Iba a abrir la boca y su madre puso sus dedos sobre sus labios.
_ Hijo, por favor. Ya basta - tenía los ojos llenos de lágrimas - Ya tienes una nueva y hermosa esposa, le quitaste la custodia del niño, la dejaste prácticamente en la calle. Por favor, déjala en paz. Por lo menos hoy, déjala tranquila. El hombre se dio la vuelta y se fue sin decir nada.