Angelo Stromboli aceptó el compromiso sin conocer a su futura esposa, pero tal como se la imaginó; así era Gina, y a pesar de decir que nunca se iba a enamorar de una mujer como ella, tarde se dió cuenta que no podía vivir sin su amor.
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Capítulo Veintiuno
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En la Simblia llegó el día de la vendimia. Georgina ayudó a Angelo lo más que pudo y se encargó de la organización de la fiesta tradicional para dar inicio a la cosecha.
Los Stromboli siempre contrataban a una empresa para que se encargue de toda la logística de esta celebración en sus diferentes viñedos, pero esta vez, la celebración dedicada al dios Baco en su nuevo viñedo de La Simblia estaba a cargo, por primera vez, de su esposa Gina Pastori. Sería su primera cosecha como dueño y quería tener el honor de que su esposa lo hiciera, además de celebrar el primer mes de matrimonio, y para eso Angelo le tenía una sorpresa.
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Ayer salí al comercio de Florencia con la excusa de que debía comprar algunas cosas que necesitaba para la celebración de la vendimia. Angelo estaba muy reacio a dejarme ir sola; casi no lo convenzo, y a regañadientes solo me permitió ir con Aghata. Debía de zafarme de ella para poder entrar a una agencia de viajes para comprar mis pasajes para mañana irme del lado de Angelo. Lo único que se me ocurrió fue enviarla a ella a la floristería donde encargué los arreglos florales para que hiciera el pago del depósito que faltaba, y que mientras tanto, para ahorrar tiempo, yo iría a reclamar unos pasajes de un viaje sorpresa que le iba a regalar a Angelo. Ya en la agencia, pagué mi tiquete con la tarjeta negra que tenía en mi poder de Gina Pastori, aunque lo saqué con mi verdadero nombre: Georgina Rivera.
Ya estaba recibiendo mi tiquete y en ese preciso momento entró Aghata.
—Señora Gina, ya regresé de la floristería. ¿Necesita algo más? —Me asusté al verla a mi lado y rápidamente guardé el tiquete en mi bolso junto a mi pasaporte.
«¿Por qué la señora Gina se puso nerviosa? Alcancé a ver que era solo un tiquete y no dos como ella me dijo, y era de la aerolínea Avianca», pensaba Agtaha mientras miraba a Georgina con malicia.
—Tranquila, Aghata, ya terminé también acá. Sólo falta que me acompañe a recoger un encargo en Stradivarius y luego a hacer un retiro de dinero. De ahí ya nos vamos a la hacienda. —Uff, eso estuvo cerca. Ya sólo falta reclamar el presente que le compré a Angelo en línea y listo. Mañana será el último día con Angelo.
Ya en la hacienda, Angelo y yo estuvimos hasta bien entrada la noche revisando los últimos detalles del inicio de la vendimia. Cuando llegamos a la habitación, preparé la bañera con una espuma deliciosa; Angelo había llegado con una botella de vino e hicimos el amor entre la espuma como nunca lo habíamos hecho. Entregué todo de mí en esta última vez; él me llenó de besos y caricias, alcanzando la cúspide en varias ocasiones. Me llevó a la cama envuelta en la toalla, secó mi piel como si me estuviera venerando, y nos abrazamos desnudos para dormir. Debemos descansar porque mañana será un día muy ajetreado. Ya nos estamos quedando dormidos; Angelo me da un beso en la cabeza y me dice:
—Te amo.
«Es hora de que lo sepa, me enamoré de esta bella mujer», pensaba Angelo mientras suspiraba de amor.
—Yo también te amo, Angelo. —Y esta confirmación de que me ama hace más grande mi dolor.
Hoy es el día de la Vendimia. Es cinco de septiembre y ha pasado ya un mes y un día desde que estoy casada con Angelo. Esta noche me voy del lado de él. Sí, ya lo decidí, y es lo mejor antes de que duela más, pues ha sido el mejor mes de mi vida. Viví como una reina, comí la mejor comida, dormí en una cómoda cama y fui amada como nunca me han amado. Pero la realidad es muy diferente y esta vida no es mía, no es mi realidad.
Estoy muy triste, me voy con el corazón en la mano, pues me enamoré por primera vez, pero de una ilusión, de un espejismo. Estoy segura de que Angelo no me ama, solo ama a la verdadera Gina Pastori y es por lo que ella significa en sus negocios y sus ambiciones en tener cada día más poder y dinero.
Por eso trabajé en hacer la fiesta de la bienvenida a la vendimia, y con eso hoy daré lo mejor de mí a esta vida prestada, para que sea mi despedida del primer y creo que único amor de mi vida...mi Angelo.
Me puse mi vestido blanco; hoy todas las mujeres debemos estar vestidas de este color y con el cabello adornado de flores. Los hombres deben vestir con camisas de colores alegres. Salí con Angelo hacia el viñedo a reunirnos con los recolectores.
Cuando Angelo me vió, se quedó mirándome con una gran sonrisa que cada día me enamora más.
—Estás hermosa, mi querida esposa. Pareces una diosa con ese vestido blanco y esas flores en el cabello. —Se siente tan bien ser halagada.
«Así me la imagino el día que nos casemos por la iglesia. Esta tarde, en el festejo de la vendimia, le propondré matrimonio», pensaba Angelo mientras le daba un tierno beso en la boca.
—Gracias, tú también estás muy guapo. —Le respondo con una tierna sonrisa.
No parábamos de sonreírnos. Llegamos donde están los recolectores; había una gran mesa con comida y pasabocas típicos de la región. En una tarima está un grupo de tarantela con sus bailarinas.
Cuando llegué a revisar que el bufet estuviera bien y no faltara nada, llegó una camioneta de la que se bajó el señor Antuan con una señora y una chica de más o menos veinte años. Me imagino que es la hermana de Angelo.
—Ven, mi amor, te presento a mi hermana y a mi madrastra. —Angelo me extendió la mano y me acercó a su papá y compañía.
—Hola, Gina, me alegra verte de nuevo. Te presento a mi esposa Anahí y a mi hija Clara. —Los saludo con amabilidad.
—Mucho gusto conocerlas por fin. —La señora me saluda normal. Pero la hermana de Angelo me mira de arriba a abajo y me hace sentir incómoda.
—El gusto es nuestro, querida Gina. Como dices, también tenemos el placer de conocerte. —Saluda la señora.
«Se ve que es una mujer sencilla, no parece que sea millonaria como los Pastori», piensa Anahí mientras saluda a Georgina.
—¿En serio eres Gina Pastori? Me imaginaba que eras diferente —me dice la hermana de Angelo y me pone nerviosa.
«¿En serio? No puedo creer que mi perfecto hermano se haya casado con una mujer pasada de kilos. Pero no sé, hay algo en ella que no me convence. ¿Sí será Gina Pastori?» pensaba Clara, observando de manera inquisidora a Georgina.
—¿Y cómo te la imaginabas, Clara? —Angelo le preguntó enojado, tanto que me hizo temblar del susto.
—No me prestes atención, hermano, no es nada. Más bien voy a irme con las bailarinas de tarantela; sabes que me encanta. —¿Será que la chica descubrió quién soy?