Tío: Un Amor de Otra Vida

Él se emocionó y abrió la blusa de Sofía, arrancando todos los botones, haciendo que sus pechos saltaran hacia afuera.

Ella gimió contorsionándose, pero él se detuvo de repente.

—Sofía, ¿estás borracha?

—No, no... —dijo ella y abrazó su cuello, besándolo de nuevo.

Él sintió un poco de sabor a vino, pero no era fuerte, era casi imperceptible, alguien que bebió mucho tendría un fuerte sabor a alcohol.

Mientras él analizaba el sabor de su boca, ella metió la mano dentro de sus pantalones. Él gimió sintiendo su toque e inmediatamente olvidó sus preocupaciones y subió su falda, arrancando su braguita.

Sofía mordió su hombro, sintiendo el dolor de la ruptura de su himen, recordando que aquel cuerpo aún estaba intacto.

Pero ella no lo impidió, tomada por el deseo, clavó las uñas en su espalda y él invistió contra ella implacablemente, acarició y apretó cada pedazo de piel desnuda. De forma salvaje y apasionada.

Sofía alternaba entre momentos de conciencia e inconsciencia, pensaba que tal vez por no haber bebido todo el vino drogado no perdió totalmente la conciencia como en la otra vida.

En algún momento, entre gemidos, ella pidió.

—Mañana, cuando todo esto termine. ¡No me busques nunca más!

El hombre se detuvo de repente, se podía ver de reojo, que él la miraba fijamente.

Pero ella lo jaló y volvió a besarlo, pronto él no resistió y continuó moviéndose entre sus piernas provocando gemidos de placer toda la noche.

Sofía se despertó de repente, miró a su alrededor y todo estaba silencioso, miró hacia atrás y tenía un hombre durmiendo de espaldas a ella. Ella miró los cabellos rubios y pensó.

—¡Era Lucas Fontes mismo! ¡Maldita sea!

Ella se levantó rápidamente y se puso su ropa, salió corriendo de la habitación, hizo el check-out y prácticamente corrió hacia afuera del hotel.

En la calle, ella caminó por horas sin darse cuenta. Todos los acontecimientos de la noche pasada y los acontecimientos finales de su otra vida pasaban por su cabeza.

Ella vio a alguien pasando, vendiendo helado en un carrito e inmediatamente pidió uno.

Ella lamió aquella crema helada, sintiendo un placer que no se podría narrar. En su otra vida, su suegra le impedía comer cualquier cosa que no fuera sopa de huesos. Ella solo podía comer aquella sopa hecha con restos.

Ella decía que era para su salud, pero ella sabía que en realidad era para torturarla, por ella no ser la nuera perfecta que ella tanto quería.

Ella aún podía oír a Magda Fontes gritando:

—¡Su gorda inútil, ni para mantener un embarazo sirve! ¿Aún reclama que tiene hambre? Puercas comen eso mismo, ¡los restos!

Sofía se acordó cómo sufrió de desnutrición y después de cada aborto que tuvo, incluso con sus huesos saltando bajo la piel, su suegra le apuntaba el dedo, diciendo que no consiguió mantener el embarazo por comer mucho.

Sofía apretó su barriga, sintiendo que sus grasas volvieron. Aquellas mismas grasas que en la otra vida eran motivo de su baja autoestima, ahora eran motivos de su felicidad.

Ella sonrió y dijo:

—¡Ser gorda ni es tan malo así! ¡Existen cosas peores en la vida!

Ella tomó su helado y saltó, parando frente a una farmacia. Su sonrisa se deshizo al recordar la noche pasada.

Ella sintió un escalofrío recorrer sus espaldas, la noche anterior Lucas usó su cuerpo como nunca hizo en la otra vida.

En la otra vida en la cama él apenas la buscaba cuando sentía que tenía que compensarla después de otra decepción que le causó. No parecía algo espontáneo, no parecía que él la deseara realmente.

Pero la noche pasada, él la poseyó con deseo y pasión. Definitivamente fue la primera vez que se sintió deseada de verdad, él hasta parecía ser otra persona.

Pero ella volvió en el tiempo, ¿no es así?

Él aún no se había convertido en el mismo hombre de su vida pasada.

Y tal vez, él también estuviese drogado con aquel afrodisíaco.

Y con los recuerdos de la vida pasada, ahora ella sabía que habría consecuencias y si quería reescribir su historia, debería tomar anticonceptivos.

…

Ya pasaba del mediodía, cuando ella llegó a casa, con una bolsita de la farmacia en las manos.

En la sala, estaban su padre y su madre, sentados uno de cada lado de Verónica, la hija adoptiva.

—Ay, mamá mi cabeza duele tanto. Si no fuese Sofía insistiendo yo no habría bebido. —dijo ella, lloriqueando.

—¡Sofía solo me da disgustos! Cómo me gustaría que tú en vez de ella fueses mi hija biológica. —dijo la madre.

—¿Es en serio?! Pero Sofía que es la hija biológica de ustedes, yo soy apenas una huérfana que fue abandonada en un orfanato por padres viciados en juegos. Si Sofía oyese eso, se quedaría tan triste.

Verónica dijo, representando su falsa inocencia.

—La querida, es claro que queríamos que tú fueses nuestra hija biológica. —el padre la abrazó —Tú eres tan mejor que Sofía, tan pura, tan inocente. Un ángel en nuestras vidas.

El padre y la madre abrazaron a Verónica y ella miró de reojo a Sofía, mostrando que sabía que ella estaba allí.

Sofía no dijo nada, apenas caminó en dirección a las escaleras. En la vida pasada, oír que sus padres preferían a la hermana adoptada, la lastimaba mucho, pero ahora, eso no hacía más sentido. El amor de ellos era algo que ella desistió de buscar en esta vida.

En esta vida ella iba a vivir para sí misma, sin buscar la aprobación de los padres.

—¡Sofía! ¿Dónde estabas? —así que ella colocó el pie en el primer escalón, oyó a su padre gritar.

—En el mismo lugar que su hija. —ella respondió, indiferente.