Dalia comenza a trabajar como ama de llaves para un pariente /no pariente lejano de su padre, quien era un pintor famoso de pintura erótica; para ayudarse en sus gastos personales mientras termina la universidad. Pero termina en las manos seductoras y perversas de este pintor, confundiendo sus prioridades en la vida.
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Capítulo 2
Cuando llegó a su casa, lo único que quería era quedar acostada en su cama hasta la siguiente mañana. Pero aún no se había duchado y necesitaba cerciorarse que los gemelos hubiesen terminado sus deberes escolares.
Así que primero optó por tomarse la ducha y dejar que el agua tibia se llevara su agotamiento y los sucesos en esa casa, ya que sin duda, el señor Smith le había dado una tremenda primera impresión y no fue ni remotamente agradable; además de sucio y descuidado, pervertido y despreocupado.
Luego de salir del baño, mientras secaba su cabello se dirigió a la habitación de los muchachitos que no paraban de aullar cada cinco minutos. Dejó la toalla colgada en sus hombros y llamó la puerta con golpes firmes.
-Voy a entrar.
Les dio unos cinco segundos de espera antes de abrir la puerta. Ambos parecían un poco agitados pero Dalia no se los recordaría, mientras no estuvieran haciendo cosas indebidas, no husmearía en su habitación.
-Buenas noches muchachos.
-Buenas noches – respondieron al unísono. Le encantaba escuchar su sincronización aunque a ellos mismos les desagradaba.
-Ya me voy a dormir, como mañana es domingo les doy permiso de desvelarse pero solo hasta media noche – miró el reloj del escritorio y vio que eran las nueve y media – También quiero saber si ya terminaron los deberes.
-Claro que sí – respondió Max, quien era el más revoltoso – Quería pasar la noche en los juegos…
Recibió un zape de su hermano, indicándole con la mirada que los había delatado, pero Dalia fingió no escuchar. Era normal que quisieran jugar más y con el hecho que habían terminado su tarea, le bastaba para no limitarlos tanto.
-Ya acabamos – el mayor de los dos, Leo, se levantó y con una sonrisa le mostró su libreta que era demasiado legible, con una letra meticulosa y hermosa.
Bueno, bueno – acarició la cabeza de cada uno – Ya no los molesto más. Ya saben hasta las doce, no quiero levantarme en la madrugada y que sigan desvelándose porque entonces perderían sus derechos.
-No, no – Max sacudió ambas mano – No será demasiado.
-Está bien.
Se dio la vuelta pero antes de cerrar la puerta, Leo la detuvo.
-¿Cuándo viene papá?
-Está en un viaje de negocios, dijo que regresaría en una semana a más tardar. No se preocupen – entonces les dio un abrazo a cada uno – Siempre se mantiene comunicado y activo en sus redes sociales, así pueden saber que está bien.
Leo asintió y Max solo le dio una palmada.
Dalia cerró la puerta y dejó escapar un suspiro. Su padre se dedicaba a la fotografía, de esa forma había conocido a su madre y se habían enamorado y casado, pero eso no impidió que su madre continuara con sus actividades y terminara en ese accidente. Pero en fin, daba gracias que su padre no colapsó y continuó trabajando a pesar del dolor.
Aún continúa con su profesión y tiene que viajar a otros lugares para hacer sus catálogos y exposiciones. No eran ricos, pero tampoco les faltaba nada.
Solo que Dalia quería empezar a ganar su propio dinero porque la mesada de su padre llegaba ser insuficiente para pagar copias, papeles, cuadernos o libros para completar sus conocimientos sobre su carrera. Así que no tuvo más remedio que empezar con repartir volantes pero era tan agotador y frustrante que aceptó ser la persona de la limpieza para otra persona.
Creyó en el juicio de su padre de recomendarle este cliente pero ahora dudaba. ¿Lo engañaron o es demasiado simple para ver que la otra persona no era normal?
Cerró los ojos intentando no maldecir. Al final solo soltó un suspiro y se fue a su habitación. Ya mañana vería cómo enfrentarse con todo, por el momento solo quería dormir.
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A la mañana siguiente, Dalia se levantó temprano para dejar listo el desayuno de los gemelos y una nota que les pedía encarecidamente que pasaran la aspiradora por la casa y lavaran los trastes que ensuciaran, además de que quedaba comida para el medio día, ya que ella llegaría hasta después de la cena.
Les dejaba dinero para que pudieran pedir pizza en la noche.
Se secó las manos en el paño de la cocina, tomó su bolso y salió hacia la casa de ese hombre excéntrico.
Al llegar, se tomó unos segundos antes de poder llamar el timbre.
Por un instante se imaginó que la casa, de nuevo estaba como un basurero, pero cuando el señor Smith la dejó pasar, se sintió aliviada que continuaba limpia tal y como lo había dejado el día anterior.
El hombre notó su alivio y sonrió con cierta picardía.
-Estuve en el estudio casi toda la noche y el sonido del timbre me acaba de despertar.
Dalia se sintió un poco avergonzada der ser vista a través, pero no podían culparla, él había dado una terrible impresión ayer.
Se aclaró la garganta.
-Disculpe por despertarlo, pero…
Antes de que pudiera terminar sus palabras, una llave plateada brillaba frente a ella.
-Aquí tienes una copia. Habrá momentos que no estaré en casa y realmente quiero seguir durmiendo.
Dalia tomó la llave y se sintió aliviada, tampoco le gustaba molestar el descanso de otras personas y siendo sincera, temía interrumpirlo en lo que sea que estuviese haciendo. Ella solo quería hacer su trabajo eficientemente y luego marcharse cuando el reloj marcaran las siete.
El señor Smith se dirigió a su habitación para continuar durmiendo, mientras Dalia comenzó a limpiar todo, pero fue más rápido y en menos de dos horas había terminado. Marcando las diez, se dirigió al refrigerador, el día anterior había comprado bastantes provisiones, claro, con la tarjeta del jefe así que, aunque tambaleándose, llenó todo el frigorífico con frutas, vegetales, yogures, carnes y demás, así que sacó un par de chuletas del congelador, algunos vegetales para servir como guarnición, arroz y legumbres para una pequeña sopa.
Para el medio día, la comida estaba lista, solo estaba cortando el pepino para dar un toque fresco, cuando de nuevo sintió la presencia de él detrás de ella.
Sintió los nervios alterarse y su corazón agitarse. Estaba molesta que había faltado a su palabra.
-Tengo hambre.
Dalia apretó la mano que tenía el cuchillo.
-La comida está lista, solo – intentó calmar su corazón – Tome asiento, en un momento le sirvo.
- Quiero de lo que estás cortando.
Dalia miró las rodajas de pepino. Bueno, podría darle un puñado para que la dejara en paz, así que tomó algunos con sus dedos, pero antes de poder dárselo en sus manos, él tomó su mano con firmeza y se llevó los dedos de ella, directo a su boca.
Una electricidad recorrió todo el cuerpo de Dalia, desde la cabeza hasta los pies que la dejó paralizada y no pudo quitar su mano. La lengua de él bailó sobre sus dedos índice y pulgar, saboreándolo como un caramelo.
Rápidamente Dalia sintió su rostro enrojecer y las ganas de huir la invadían porque la vergüenza la abrumaba. Su cuerpo traidor se había estremecido e incluso tuvo la imperiosa necesidad de apretar las piernas y aliviar el dolor que invadía su intimidad, sin embargo, él soltó sus dedos.
-Delicioso – lo escuchó susurrar.
Dalia casi se cae. Sus piernas temblaban. Afortunadamente, él se fue al comedor, dejándola con la mente perturbada, el cuerpo acalorado y la confusión nublando su juicio.
Debería irse, debería renunciar. ¡Había roto su promesa! Pero… miró furtivamente hacia él, quien parecía mirarla con ojos de cazador, acechándola como su próxima presa.
Debería irse.
Debería marcharse, ya.
-¿Le gustan… las chuletas?
-Sí, me gustan mucho.
Dalia sirvió la comida y se sentó frente a él, nadie mencionó lo que había pasado con el pepino, que continuaba sin cortar.