Jazmín Gómez, una joven humilde y trabajadora, jamás imaginó que su vida cambiaría al convertirse en la secretaria de Esteban Rodríguez, un CEO poderoso, reservado y con un corazón más noble de lo que aparenta. En medio de intrigas laborales, prejuicios sociales y secretos del pasado, nace entre ellos un amor tan inesperado como profundo. En una Buenos Aires contemporánea, ambos descubrirán que las diferencias no separan cuando el amor es verdadero.
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CAPÍTULO 20
Habían pasado dos meses desde que el resultado del ADN confirmó lo que el corazón de Esteban ya intuía: Valentina era su hija. Dos meses de cambios intensos, de ajustes emocionales, de días luminosos y otros llenos de interrogantes. Pero sobre todo, dos meses donde el amor —de distintas formas— creció, se transformó y se consolidó.
Jazmín, fiel a su promesa, se permitió vivir ese proceso. Algunas mañanas se sentía insegura, otras se descubría sonriendo con ternura al ver a Valentina jugar en el parque con Esteban. La niña la había aceptado con una naturalidad que desarmaba todas sus barreras. Le decía “Jaz” y la abrazaba con esa intensidad típica de los chicos que todavía no temen al cariño.
Una tarde de otoño, mientras tomaban chocolate caliente en el balcón, Jazmín lo miró a Esteban y le dijo:
—¿Te das cuenta de que tu vida cambió para siempre?
—Lo sé. Y no me arrepiento. No cambiaría nada… porque todo eso me trajo hasta vos. Y ahora también tengo a Valentina. Es como si la vida me estuviera enseñando que hay muchas formas de amar, de armar una familia.
—¿Te imaginabas así? ¿Con hija, con pareja, en zapatillas en vez de traje?
Esteban soltó una carcajada.
—No. En absoluto. Pero esto se siente más mío que cualquier reunión de directorio.
—Lo estás haciendo bien, ¿sabés?
Él le tomó la mano.
—No lo lograría sin vos.
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El cumpleaños número seis de Valentina se celebró en una quinta en las afueras de Buenos Aires. Fue la primera fiesta organizada entre todos: Sofía, Esteban y Jazmín. Lejos de rivalidades, se propusieron construir un entorno amoroso. El resultado fue conmovedor.
Había guirnaldas, juegos inflables, payasos, y una mesa larga con cupcakes decorados con estrellas. Valentina se movía como una pequeña reina, saludando a todos con una sonrisa contagiosa. Esteban la miraba con orgullo, y Jazmín, a su lado, sentía que esa era una nueva versión de su historia. Una donde el dolor se había transformado en aprendizaje, y el miedo en confianza.
Cerca del final de la tarde, mientras los chicos jugaban y los adultos conversaban entre mates y risas, Esteban llamó a Jazmín para que se acercara.
—¿Todo bien? —preguntó ella, tomando un trozo de torta.
Él le sacó la mano con dulzura y le entregó una pequeña caja de terciopelo.
—No te asustes —dijo sonriendo—. No es lo que parece… o tal vez sí, pero con una vuelta más suave.
Ella abrió la caja. Dentro había una pulsera de plata con un dije en forma de corazón. Tallado con delicadeza decía: Gracias por elegirme, incluso cuando fue difícil.
—Esteban…
—No necesitás decir nada. Solo quería que supieras cuánto te valoro. No todos hubieran apostado por esto, por nosotros, por ella. Pero vos sí. Y yo quiero pasar cada día de mi vida agradeciéndotelo.
Jazmín se le colgó al cuello en un abrazo intenso, con los ojos llenos de lágrimas.
—Yo también te elijo, cada día. Con todo lo que eso implica.
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Con el correr de los meses, la convivencia entre los tres se volvió natural. Jazmín seguía trabajando en la empresa, pero ahora en un cargo más independiente. Había dejado atrás la posición de secretaria para convertirse en coordinadora de bienestar del personal. Fue una iniciativa que propuso junto a Esteban: implementar programas de apoyo emocional y motivacional para los empleados.
La idea tuvo una recepción excelente. Jazmín sentía que, por fin, podía mezclar su sensibilidad con su vocación de servicio. Esteban la admiraba profundamente.
En casa, Valentina tenía su cuarto decorado con estrellas y un rincón de libros. Algunas noches pedía dormir con ellos “solo porque extrañaba su voz” —decía, señalando a Esteban. Otras, se sentaba con Jazmín a mirar películas animadas, abrazadas con una manta.
Un día de lluvia, mientras Valentina pintaba un arcoíris en el ventanal, Esteban se acercó a Jazmín y le dijo:
—¿Sabés qué quiero?
—¿Qué?
—Que esto siga. Que algún día, cuando Valentina crezca, mire hacia atrás y diga: ‘Tuve una familia hermosa, aunque no empezó de forma tradicional’.
—Ya lo estás logrando.
—Y también quiero un hijo con vos. No mañana, no con presión. Solo… quiero que lo sepás. Porque si hoy me preguntás qué me falta para sentirme completo, sería eso: verte con un hijo nuestro en brazos.
Jazmín se emocionó tanto que no pudo responder con palabras. Lo besó, largo y suave, como quien dice sí sin pronunciarlo.
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Un año después, el tiempo confirmó que la felicidad que construyeron no era casualidad, sino fruto de cada renuncia, de cada decisión hecha con amor. Jazmín estaba embarazada de cuatro meses y Valentina no cabía en sí de alegría por “tener un hermanito o hermanita en camino”.
La vida de Esteban se había transformado por completo. Seguía siendo CEO, pero ahora los viernes se los tomaba libres para llevar a su hija a la plaza o acompañarla a clases de pintura. Había aprendido a reír más, a ser paciente, a valorar los silencios de Jazmín como señales que necesitaban escucha. Ella, por su parte, había ganado en seguridad, en autoestima, en amor propio.
Se habían elegido en la tormenta y se abrazaban en la calma.
Una tarde cualquiera, caminando por Puerto Madero, con Valentina en los hombros de Esteban y Jazmín acariciando su vientre, él se detuvo y dijo:
—¿Te das cuenta de que hicimos nuestra propia familia?
—Sí —respondió ella—. Una que no necesitó ser perfecta, solo honesta.
—¿Y sabés qué es lo mejor?
—¿Qué?
—Que esto recién empieza.
Y así fue. Con los pasos firmes en la vereda, con el viento del río acariciando sus rostros, con una historia que no necesitó de cuentos de hadas, sino de personas reales que se animaron a amar, incluso cuando el miedo golpeaba fuerte.
Porque al final, la felicidad no es un destino. Es una elección. Y ellos, sin dudas, se eligieron.
Martin llegó tu hora de pagar por extorsión a más de una mujer eres un vividor y estafador.
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