Tres reinos fueron la creación perfecta para mantener el equilibrio entre el bien y el mal.
Cielo, Tierra e Infierno vivieron en una armonía unánime durante millones de años resguardando la paz.
Pero una muerte inocente, fue suficiente para desatar el verdadero caos que amenazara por completo el equilibrio y, la existencia de todos los seres en el planeta.
NovelToon tiene autorización de Xueniao para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
No eres digno de ser mi rey
La carreta se balanceaba de manera irritante en el camino hacia el palacio de WūYā. Mi madre sonreía mientras miraba por la ventanilla y acariciaba mis cabellos con una mano, manteniéndome firmemente entre sus brazos.
Era el décimo cumpleaños del príncipe heredero Xuě Tiān, y sería presentado ante los nobles del reino. Mi padre es el general de las tropas del Rey y su mano derecha, mientras que mi madre es prima de la Reina. Por lo tanto, era común vernos en el palacio a diario.
Aunque crecí visitando ese lugar, no fue hasta hace un año que lo vi por primera vez.
Tenía once años y me encontraba caminando por los pasillos del imperio, perdido en mis pensamientos sin tener idea de a dónde iba.
No aparté la vista hasta que tropecé con un escalón y estuve a punto de caer. Fueron unas pequeñas manos blancas como flores níveas las que me sujetaron, evitando que me golpeara. Aquellas manos pertenecían a un ser que me deslumbró de tal manera que me quedé sin palabras.
Sus manos se tornaron rojas debido al rasguño que se hizo al sujetar mi ropa con tanta fuerza. A pesar de su tamaño, era sorprendente la fuerza que tenía. Era evidente que era mucho menor que yo.
Cuando intenté tomar sus manos, las escondió rápidamente detrás de su espalda, evitando cualquier contacto.
Con el ceño fruncido por su reacción, levanté la mirada y lo vi. Llevaba una hermosa flor en la frente que resaltaba con el rojo de sus mejillas. Aquella flor no solo lo distinguía como un G'er, sino que también revelaba su procedencia. —Alteza real, lamento mucho el accidente. Si lo desea, puedo acompañarlo al médico para que revise sus manos y explicar la situación. Soy Liú Xin, hijo del general Liú Kong y la dama Liú Li. Espero no haberle causado demasiadas molestias—.
Él negó frenéticamente con la cabeza y habló con suavidad —No, no es necesario molestar a los médicos. Puedo cuidar de mí mismo. No le digas a nadie, estoy bien—.
El pequeño príncipe ni siquiera levantó la mirada antes de salir corriendo y desaparecer por los pasillos del palacio. Me quedé conmocionado por unos segundos antes de reaccionar, frotándome la cabeza sin entender su actitud, y luego regresé con mi madre ese día.
Recuerdo haber preguntado insistente por aquel Alteza cuando regresamos a casa. Con once años, no podía entender su reacción. Para un niño lleno de curiosidad, el príncipe heredero siempre fue un objetivo y un símbolo de grandeza. Mi padre siempre me decía que, cuando fuera mayor, debía tomar su lugar y proteger al futuro rey. Por eso, nunca pude apartar mis ojos de aquel ser tan pálido como la nieve.
Recuerdo vívidamente las palabras de mi madre aquel día. Ella me contó cada una de las profecías, cuentos y leyendas sobre aquel niño. Cada palabra avivó mi curiosidad y mi insaciable deseo de saber más. Con el tiempo, terminé pasando más tiempo en el palacio que en cualquier otro lugar. Durante casi un año completo, intenté acercarme a él, ¡pero en vano! Aquel niño huyó despavorido apenas se percató de mi presencia.
Un día, después de tanta insistencia, lo acorralé sin pensarlo. Quería hablar con él, ser su mano derecha y para eso tenía que conocerlo. ¿Cómo se suponía que podía dar la vida por alguien que parecía tenerme terror todo el tiempo?
Era frustrante, y para un niño de once años, era aún peor. No me di cuenta en qué momento mi curiosidad se convirtió en un sentimiento incómodo y molesto, un sentimiento que fácilmente podía confundirse con el desagrado.
Después de tantos intentos fallidos, su pequeña alteza no era más que un niño mimado, uno más de aquellos aristócratas que solo se mezclan con la alta sociedad.
Fue entonces cuando presté más atención a los rumores y los chismes dentro del palacio y me di cuenta de que eran mucho mayores que los que circulaban fuera de esas grandes paredes. Contaban una historia muy diferente a lo que todos creían que era la realidad.
Durante el tiempo que pasé entre esas grandes paredes, asumí que los rumores sobre el príncipe eran tan diversos que la verdad dentro del palacio se volvía tan relativa como los diferentes ojos que la observaban, cada uno señalando su propia verdad absoluta.
Pero en mi opinión, aquel niño de piel nívea no era más que un escuálido, enfermizo y mimado aristócrata más.
Su alteza real jamás había salido del palacio, ni siquiera de su área. ¿Cuál era la razón? ¿Miedo? ¿Cobardía? Nadie podía asegurarlo, pero desde el día que nació, no salía del pabellón real a menos que fuera estrictamente necesario. No hablaba con nadie y mucho menos era atendido por alguien fuera del conocimiento del rey.
Los días pasaron dentro de aquel palacio y mis intentos fallidos por acercarme a aquel niño se volvieron un capricho que me volvía loco.
Me irritaba, me molestaba su mirada y la forma en que corría cada vez que estaba cerca de mí. Era como si fuera una especie de peste, cuando el único que actuaba cruel y torpemente todo el tiempo era él.
Aquel día me acerqué a él, lo miré con furia y agarré su brazo con fuerza. Estaba a punto de hablar cuando un grito de reprimenda detrás de mí me hizo saltar.
Allí estaban, una horda de ancianas amargadas que siempre le seguían a todas partes, ¡vaya tormento! Me costó mucho deshacerme de ellas y separarlas. La anciana mayor agarró mi brazo y me regañó durante mucho tiempo; no sé qué dijo, solo recuerdo que de su boca salieron gritos interminables y estaba tan roja que tenía que contener la risa.
Pero la risa desaparecía cada vez que mis ojos se posaban en el rostro del príncipe, con los ojos llorosos e hinchados, tan rojos como la punta de su nariz mocosa.
Él se escondía cada vez más detrás de una de sus nodrizas y bajaba la mirada cada vez que se cruzaba con la mía. De alguna manera, eso me hacía hervir la sangre y me causaba un dolor en el pecho, un dolor desconocido que sentí por primera vez al ver esas lágrimas indefensas.
Miré irritado a la anciana que me reprendía y me alejé, dejándola hablar sola. Simplemente no quería estar allí, verlo llorar de esa manera y no quería sentir ese pinchazo en mi corazón.
Desde ese día, no volví al palacio. Han pasado dos meses y no tengo la menor intención de asistir al cumpleaños de ese niño consentido. ¿De verdad será él el rey al que debo proteger? No puedo creerlo, no puedo aceptarlo. Me indigna. Siempre quise ser parte de la guardia real como mi padre, defender a un rey fuerte, con convicciones como el actual monarca. Pero no puedo ser así, me toca lidiar con un rey tonto y aniñado.
Recuerdo haberle dicho furiosamente a papá que no quería proteger a ese niño. Que él no podía ser mi rey. Papá se enojó, me castigó durante una semana y me obligó a venir a esta estúpida celebración, donde seguramente ese consentido se esconderá gran parte del día. Y como ha cumplido la edad oficial, tendré que perseguirlo como un simple empleado.
Como si eso fuera poco, justo un mes después de su celebración, tengo que convertirme en su guardia personal. Cumplir con mi deber como descendiente de la familia Liú.
"¿Cómo puedo ser su guardia si ni siquiera puede mirarme a la cara durante dos segundos?", ¡vaya chiste!
Estaba furioso. Mi madre solo sonreía y acariciaba mis cabellos una y otra vez durante todo el viaje. —Mamá, ¿por qué no digo que estoy enfermo? Él ni siquiera querrá verme. Ese niño me odia. ¿No es absurdo intentar? —
Ella rió y acarició tiernamente mis mejillas. —Liú Xin, no puedes hablar así, mucho menos de él. Tienes doce años ahora, serás su guardia y parte del escuadrón real, al igual que tu padre. No puedes comportarte como un niño—.
Frunzí el ceño y la miré con seriedad, dispuesto a debatir aquel punto. —¡Mamá! ¡Yo no soy el que se comporta como un niño, es él! Huye de mí y llora cada vez que me acerco, es irritante y malcriado, no es para nada como todos dicen fuera de los muros, no es como aparenta ser—.
Ella rió, posando su mano en sus labios, y agarró mi mano con suavidad. —Cariño, él es el futuro rey, sea como sea, tienes que saber tu lugar. Desde hoy, eres su guardia personal. Seguramente, con el tiempo se conocerán y estoy segura de que entenderás los motivos de su conducta. Recuerda que, como tú, él es solo un pequeño niño—
Negué frustrado y rodé los ojos en falsa irritación. —¿Qué motivos podría tener un niño como su "Alteza" para ser tan cobarde?—
Mi madre jaloneó suavemente mis mejillas y respondió. —Todos tenemos secretos, cariño. La persona más aburrida puede terminar siendo una caja de sorpresas. Y aunque te caiga mal en este momento, su pequeña Alteza, ¿por qué no intentas descubrir cuál es el secreto tras su miedo? Tal vez, solo tal vez, descubras un gran misterio escondido en aquel pequeño muñeco de jade blanco—
La miré dubitativo, pero asentí. De igual forma, ya estábamos por entrar al palacio, y el hecho de que sería su guardia desde aquel día era totalmente irreversible. Soportaría el tiempo que fuera necesario hasta que me mandaran con las tropas o me convirtiera en general. No podría ser tan malo, solo unos cuantos años.
Durante el tiempo que me quedara, me dedicaría a descubrir qué escondía. Porque su actitud tan irritante... Y si no había nada que descubrir, al menos me dedicaría a enderezar su carácter. Algo bueno tenía que sacar de todo ello.
Después de todo, papá me entrenó desde que di mis primeros pasos, por lo que sabía muy bien que una vez lo intentara, podría aspirar mucho más alto que ser un simple guardia real.
Solo bastaba esperar, entrenar y evitar a toda costa un enfrentamiento con su Alteza. Tenía mi plan armado, tenía todo listo. Nada podría salir mal. Jamás aceptaría a ese niño mimado como mi rey. No estaba dispuesto a tirar mi vida por un niño mimado, mucho menos solo por el hecho de que él nació como hijo del rey.
Si tan solo se pareciera en lo más mínimo a su padre, o incluso a su madre. Pero no, no tenía nada de ninguno de los dos. Incluso dudé que realmente fuera hijo de ellos. La Reina tenía un carácter fuerte, tosco, incluso demandante de autoridad.
Solía causarme escalofríos cuando era más pequeño, y ni hablar del Rey. Papá siempre que volvía a casa llegaba hablando de las batallas peleadas espada contra espada junto al Rey.
Siempre decía que era un honor luchar junto a su soberano y que el Rey siempre se destacaba en el campo de batalla; era simplemente deslumbrante escucharle. "¡Yo quería luchar espada contra espada con el rey! Era mi sueño". Pero solo fue un sueño, un sueño que se desvaneció el mismo día en que nació aquel enclenque niño siendo un G'er. ¿Qué harían con él? ¿Pintar? ¿O tal vez bordar? Era tan delicado, tan débil y tan miedoso que no me sorprendería verlo algún día bordando o cocinando como una chica. Pero después de todo, era un G'er, un ser que no estaba destinado a liderar con una espada en la mano.
Realmente resultaba agobiante, los pensamientos en mi cabeza no dejaban de maquinar, solo aumentando el odio que sentía hacia él. Respiré profundamente antes de entrar a la sala principal con mi madre. Desde la entrada del palacio, se escuchaba la música fuerte, las risas y los cotilleos resonaban tras las puertas. Odiaba especialmente los eventos sociales, sobre todo si involucraban a la nobleza. Eran aburridos y estirados viejos que solo buscaban poder.
Nada de eso podía comprender, como decía papá. Seguí divagando en mi cabeza hasta que nos anunciaron, las puertas se abrieron y allí estaba él, pálido como un fantasma, como siempre. Me miró fijamente, encogiéndose entre sus hombros y bajando rápidamente la mirada con las mejillas sonrojadas. Estaba seguro de que en cualquier momento comenzaría a llorar cuando sus ojos se encontraran con los míos. Aquello me lastimó de una manera cruel, era como una punzada en el pecho, una y otra vez.
Apreté fuertemente mis puños y mis dientes, saludé de mala gana a todos los viejos nobles del lugar y salí lleno de ira al patio trasero para intentar ordenar mis pensamientos. Solo tenía dos años más que el pequeño príncipe, pero sabía que nuestros mundos eran tan diferentes como la noche y el día. A pesar de que mi mente gritaba que "Jamás sería el sirviente de ese niño mimado y él jamás sería mi rey", mi corazón gritaba mucho más fuerte que "Él era a quien debía servir toda mi vida".
Tratando de calmar mis emociones, me encontraba sentado en una piedra tranquilamente cuando sentí una pequeña mano en mi hombro.
En ese preciso instante supe quién era, me volteé bruscamente golpeando su mano con molestia y lo miré furioso. Aún no quería verlo y justo en ese momento tenía que aparecer frente a mí.
Mi corazón confundido no podía contener las palabras venenosas que se deslizarían de mis labios, y simplemente las dejé escapar, abrazando la furia que provocaba su mirada. —¿Qué deseas? ¿Acaso Su Alteza necesita algo de mí?—
Hablé con altanería mientras él bajaba la mirada, escondiendo sus manos y volviendo sus ojos rojizos. —Odio esto tanto como Su Alteza odia mi presencia. No quiero ser su guardia, pero no tenemos otra opción. ¿Por qué no fingimos que no existimos el uno para el otro? Así será todo más llevadero, ¿no te parece?—
Él solo me miró una vez más, su mirada se llenó de tristeza mientras mordía con fuerza su labio. Inhaló profundamente y metió la mano en el bolsillo, sacando unos pequeños dulces. Tomó mi mano y los depositó en ella antes de hablar con nerviosismo y susurros suaves. —No podía hacerlo, simplemente no podía hablar contigo. No es que no quisiera, pero el rey padre dijo que no podía hablar con nadie que él no autorizara o—
Sus ojos se movían inquietos, evitando que las lágrimas brotaran, pero la verdad era que estaba al borde del llanto. Frotó ansiosamente sus ojos. —Ahora eres mi guardia, ahora podremos ser amigos, ¿verdad? No volveré a huir—
Su nariz sonó mientras sollozaba suavemente. Mordió con tanta fuerza su labio inferior que, desde mi posición, podía ver el rojo intenso de la sangre a punto de salir, y en ese momento mi corazón se detuvo.
¿Por qué no puedo odiarlo? Este niño frente a mí es solo un cobarde. Llora desconsoladamente cada vez que me ve y ahora pronuncia esas palabras. ¿Es acaso una broma? ¿Cuánto más planea confundir mi corazón? ¿Por qué de repente toda la ira se ha transformado en dolor? ¿Es esto lo que mamá quería decir? No lo entiendo realmente, no logro comprenderlo. Él sigue aquí, justo frente a mí. Es solo dos años menor, pero se ve tan pequeño, tan frágil, tan pálido y enfermizo que no puedo evitar que una sensación incómoda se apodere de mi pecho. Me molesta y... me entristece. Hace que mi corazón duela. Pero, ¿por qué? ¿Por qué es así? ¿Por qué yo me siento así? ¿Qué son estos sentimientos horribles?
No comprendía, no entendía, y eso me enfurecía. Negué con la cabeza, irritado por todo. Arrojé los dulces sin siquiera darme cuenta y me alejé. Aun cuando escuché sus sollozos, aun cuando me volteé y vi sus lágrimas caer, me marché. Ignoré todo, ignoré a ese pequeño niño que perturbaba mi conciencia. No entendía, no comprendía lo que sentía, ni sabía qué eran esos desagradables sentimientos de dolor en mi pecho. Pero alejarme de él parecía funcionar. Si eso ayudaba, entonces no volvería a estar a su lado a menos que fuera estrictamente necesario. De todos modos, ese era el plan original. Solo debía seguirlo desde lejos, velar por su seguridad para que nadie le hiciera daño hasta que fuera lo suficientemente grande para unirse a las tropas. Si seguía el plan, nada saldría mal.
Glosario:
¹ calcular manera próxima, valiéndose de los sentidos.
² semejante a la nieve.
³ fuerte impresión.
⁴ movimiento brusco de manera exagerada.
⁵ no admite revocación/aceptación.
⁶ siente gran pavor/miedo.
⁷ muy delgado/poco desarrollado.
⁸ sentimiento de enfado/sin paciencia.
⁹ implica o denota duda.
¹⁰ no puede volver a su estado anterior y original.
G'er: (Shuang'er/ gemelo) se distinguen por un lunar en la frente, entre las cejas. Tienen el mismos aspecto de un hombre pero suelen ser mucho más débiles físicamente y son capaces de concebir, pero son menos valorados que las mujeres por su baja fertilidad. La calidad del g'er se ve en el brillo de su lunar, que marca su fertilidad.
Definición de nombres.
雪天: Xuě Tiān: Nieve del cielo / Cielo Nevado.
浏心: Liú Xīn: Claridad en el corazón/ Corazón Claro