Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 8: El Eco del Pasado
Oscar y Miranda compartían un momento agradable, riendo y charlando como si el mundo exterior no existiera. Pero en el fondo, Miranda sabía que el tiempo se les escapaba.
—Oscar, creo que deberías irte —dijo, su voz cargada de preocupación—. Brown se enteró de que viniste aquí y ha mandado a vigilar esta zona más seguido. ¿Qué haremos si te encuentran de nuevo aquí?
—Sí, tienes razón —respondió Oscar, su expresión tornándose seria—. Si me vieran aquí, solo complicarían más las cosas. Fue un placer estar contigo.
Se levantó, y el aire entre ellos se volvió denso con la inminente despedida. Se despidieron con un beso en la mejilla, un gesto simple pero lleno de significado. Oscar sintió un nudo en el estómago mientras se alejaba, cada paso hacia la puerta resonando con la tristeza de lo que dejaba atrás.
Al salir de la casa, el peso del mundo exterior lo golpeó como un frío viento invernal. Se dirigió lentamente hacia su departamento, reflexionando sobre lo que había significado ese breve encuentro.
Mientras caminaba por las calles, el sonido de su teléfono rompió el silencio. Era su representante, David. Oscar sacó su dispositivo y atendió la llamada, sintiendo una mezcla de ansiedad y determinación.
—Oscar, ¿tienes todo alistado y preparado? Recuerda que nuestro autobús sale a las 9:00 pm y ya son las 5:00 —dijo David, su voz urgente resonando en los oídos de Oscar.
Oscar suspiró, consciente del peso de la decisión que debía tomar.
—No, no puedo irme. Lo siento, tendré que quedarme un tiempo más —respondió Oscar.
La frustración de David se hizo palpable al otro lado de la línea.
—¿Qué rayos sucede contigo? Sabes lo que me costó conseguir esto. Ahora que tienes la oportunidad, ¿la desaprovecharás? —exclamó David, su tono lleno de incredulidad.
Oscar sintió un torbellino en su interior. Por un lado, estaba la emoción y conexión que había encontrado en esos breves momentos con Miranda; por el otro, la presión implacable de su carrera. ¿Era egoísta querer más tiempo para sí mismo?
—Oye, relájate, David. Yo también estoy un poco frustrado —dijo Oscar, tratando de encontrar una manera de suavizar la conversación. —¿Hay posibilidad de cambiar el viaje? ¿Hay boletos para otro día?
David respiró hondo, intentando mantener la calma.
—Creo que el último día que el autobús recorre es el miércoles. Pero como tu representante, te aconsejo que nos vayamos lo antes posible.
Una sonrisa desafiante atravesó el rostro de Oscar, sintiendo un destello de esperanza en medio de la frustración.
—Pero hay otro día. Cambia el boleto para el miércoles; saldremos entonces. Hoy es domingo, faltan solo 3 días. Haré lo posible por llegar a tiempo —afirmó con determinación.
David hizo una pausa, como si sopesara las palabras de Oscar.
—Está bien, los cambiaré. Pero espero que esta vez sea definitivo —dijo David antes de colgar, su tono aún cargado de preocupación.
Oscar se quedó mirando su teléfono unos momentos después de colgar, sintiendo una mezcla de alivio y ansiedad. Había tomado una decisión, pero ¿habría sido la correcta?
Mientras tanto, en el club de Thomas Brown, la música pulsaba suavemente tras las paredes. Jhon Bell entró a la habitación privada, el aire cargado de nerviosismo. Sabía que cada palabra contaba.
—Disculpe, jefe, perdón por interrumpirle —dijo Jhon, mientras cerraba la puerta tras él—. Le traigo buenas noticias.
Brown se levantó de su asiento, su expresión cambiando a una mezcla de curiosidad y cautela. Caminó hacia Jhon con los brazos cruzados detrás de la espalda, su postura autoritaria reflejando su poder en el lugar.
—Perfecto, dime de qué se trata. Espero que verdaderamente sean buenas noticias —decretó Brown, su tono grave resonando en la habitación.
Jhon sintió un ligero alivio al notar la atención del jefe. Se tomó un momento para reunir sus pensamientos.
—He conseguido lo que pediste... —comenzó Jhon, sintiendo cómo la tensión aumentaba en el aire—. Conseguimos información acerca del hombre que ordenó, el que molesta a Miranda.
Brown levantó una ceja, su mirada fija en Jhon como un halcón acechando a su presa.
—Su nombre es Oscar Cooper. Era un peleador de la UFC... Levantó el título una vez.
—Con que Oscar Cooper... Un peleador? —dijo Brown, sus labios curvándose en una sonrisa irónica—. Ya veo, con razón te golpeó fácilmente.
Jhon tragó saliva, nervioso, pero continuó: —Sí, así es. Pero eso no es todo. Según las fuentes, Oscar Cooper es buscado por la policía después de asesinar a su ex representante a golpes. Según las noticias, murió en el hospital tras el ataque de Oscar. Y averiguamos que no es de esta ciudad; viene de un lugar que está a unas siete horas de aquí.
Brown se sentó nuevamente, se reclinó en su silla, dejando que la información se asiente. Su expresión cambió a una mezcla de interés y satisfacción.
—Qué interesante... Te felicito, Jhon. Con que es un fugitivo... Eso cambia las cosas. Un asesino violento y salvaje. ¿Qué dirá Miranda cuando se entere de que Oscar es todo eso? —dijo Brown con una sonrisa calculadora, como si ya estuviera tramando un plan.
Jhon sintió un escalofrío recorrerle la espalda al ver la chispa en los ojos de Brown.
En otro punto de la ciudad, Oscar se encontraba en su departamento, ya de noche. Las luces parpadeantes de la ciudad iluminaban su ventana, pero él estaba enfocado en su entrenamiento.
—Veinticuatro... veinticinco... —contó en voz baja, sintiendo cómo sus músculos ardían. —Pff, hace mucho tiempo que no hacía flexiones a un brazo. Por fin terminé con esta serie de ejercicios.
Se secó el sudor de la frente con el dorso de la mano y se estiró, disfrutando la sensación del momento.
—Ahora me bañaré y me dormiré en el nombre del Señor —murmuró Oscar, como si pronunciar esas palabras le trajera algo de paz.
Después de una ducha rápida, se recostó en su cama. Miró al techo, perdido en sus pensamientos.
—Solo quedan tres días... —susurró antes de cerrar los ojos, la emoción y la ansiedad mezclándose en su interior mientras se dejaba llevar por el sueño.
Lunes por la mañana.
La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, iluminando la habitación de Oscar. Se estiró en la cama, sintiendo la energía del nuevo día.
Se levantó y comenzó a arreglar su cama, cada movimiento casi automático. Mientras recogía su ropa, pensó en lo que le esperaba.
—Tengo que ir al club —dijo Oscar, su voz aún cargada de sueño, pero con un destello de determinación.
Sin pensarlo dos veces, salió del departamento. El aire fresco de la mañana le dio un pequeño empujón, y sintió cómo la adrenalina comenzaba a correr por sus venas. Caminó rápido, disfrutando del bullicio de la ciudad que despertaba a su alrededor, cada paso acercándolo más a su objetivo.
Finalmente, Oscar llegó al club y puso un pie firme en el umbral. Con cada paso que daba, la atmósfera cambió; el aire se volvió denso, cargado de energía y secretos.
Dos guardias en la entrada lo miraron con desdén.
—Eres tú de nuevo. Tienes prohibido venir aquí. Vete —dijo uno de ellos, cruzando los brazos como una muralla.
—Solo vengo a hablar con su jefe —respondió Oscar, su voz firme pero con un trasfondo de nerviosismo que intentaba disimular.
El guardia soltó una risa burlona. —Él no quiere verte. Largo de aquí.
Oscar se quedó parado, su determinación creciendo a medida que sentía la mirada desafiante de los guardias. No iba a irse tan fácilmente.
—¿Acaso no entiendes? —dijo, mirando a su compañero con furia contenida—. Saquémoslo a patadas de aquí.
El otro guardia sonrió, una chispa de diversión en sus ojos. Pero Oscar no iba a dejar que lo intimidaran.
Se acercaron a Oscar lentamente, el ambiente tranquilo del club contrastaba con la tensión que crecía entre ellos. En las mañanas, el lugar estaba desierto, como un escenario vacío esperando la función.
De repente, uno de los hombres lanzó un puño rápido hacia Oscar. Con reflejos agudos, Oscar contuvo el golpe con la palma de su mano, sintiendo la fuerza del impacto. Sin perder tiempo, apretó el puño del agresor y, con un movimiento ágil, le metió una patada directa en el estómago.
El sonido del aire siendo expulsado fue casi ensordecedor mientras el hombre se desplomaba, volando hacia atrás. Deslizó por el suelo y chocó contra una mesa cercana; las bebidas volaron por los aires, empapándolo de alcohol y hielo.
La calma del club se rompió por un instante.
—¡Bastardo! —gritó el hombre que quedaba, su voz llena de rabia.
Sin vacilar, atacó a Oscar con una combinación rápida de golpes y patadas, pero Oscar se movía como una sombra, esquivando cada intento con facilidad. La energía del enfrentamiento crecía, y el aire se sentía cargado de adrenalina.
El hombre se detuvo, retrocedió su puño como si estuviera canalizando toda su fuerza en un solo golpe devastador. Con un grito de batalla, lanzó su puño hacia adelante, pero Oscar no se movió. En cambio, endureció su abdomen, preparado para recibir el impacto.
El golpe conectó con un sonido sordo; Oscar había recibido peores. La sensación del dolor era familiar, casi reconfortante en medio del caos.
Era su turno. Con un movimiento relámpago, Oscar lanzó un gancho directo a la cara del agresor. El impacto fue brutal, enviando al hombre volando hacia atrás. Chocó contra una mesa con un crujido ensordecedor, la madera quebrándose bajo su peso como si fuera papel.
El eco del estruendo resonó en el club vacío, llenándolo de una energía palpable. Oscar respiró hondo y cerró los ojos, buscando un momento de paz tras el breve enfrentamiento. Pero esa calma fue interrumpida por un aplauso resonante que lo sacó de su meditación.
Abría los ojos rápidamente, escaneando el lugar hasta que sus miradas se encontraron con Thomas Brown, que se acercaba con una expresión seria en su rostro, aplaudiendo lentamente.
—Bravo, bravisimo —dijo Brown, su tono cargado de ironía—. ¿Crees que puedes venir a mi club como si nada? ¿Causar caos y romper cosas?
Oscar sintió cómo la adrenalina comenzaba a desvanecerse.
—No quise hacerlo, pero fue inevitable. Ellos se lo buscaron —aclaró Oscar.
La tensión entre ellos era palpable; pero... ¿A qué habrá ido Oscar al club de Thomas Brown?
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔