La familia de Lilian fue cruelmente asesinada por su recién esposo, está muere envenenada por el mismo hombre que decía amarla. Ahora despierta en el cuerpo de una emperatriz abandonada y un esposo que le acusa de ser infiel. Lo único que quiere es el trono para así llegar a su venganza y no le importará hacer lo que sea para obtenerlo.
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capitulo 3- Plan
Por lo que puede saber, han pasado Dos años desde que su verdadero ella murió, no renació de inmediato, sino que pasaron dos años, antes de que lo hiciera, esos dos años fueron el infierno de la verdadera Alise.
— No te preocupes, te vengaré, ese maldito emperador no te merece. — Susurra para sí misma se encargará de que ese emperador desear que jamás hubiera nacido.
Además, si hay algo que sabe después de que murió envenenada, por el hombre que decía amarla, y cuál ella amaba y al final la termino envenenando al punto de matarla.
— No hay que confiar en los hombres. — Aprieta los puños, tanto ella y la verdadera Alise sufrieron el mismo destino, siendo traicionada por el hombre que amaban, tal vez esta es la razón que entró en ese cuerpo, ya que compartieron el mismo destino desagradable.
— Señorita, ¿está bien? — Pregunta la doncella Anet al ver Alise tan pensativa.
— Estoy bien — Suspira profundamente para mirar a la doncella, si hay algo que está segura debe salir de esa celda, pero viva y Anet sería su ayudante, por los recuerdos de ese cuerpo esa doncella es la única que tiene Alise y quién siempre estuvo a su lado.
— Estoy bien Anet. — Sonríe — Pero necesito salir de aquí — Mira fijamente a la chica. — Y tú me ayudarás.
— ¿En qué puedo ayudarla su majestad?
Cómo se esperaba en la tarde, de ese mismo día, Alise se encontraba arrodillada en la sala de trono, mirando aquel hombre que la dueña del cuerpo había amado por años.
«Bastardo»
— Como emperatriz Xarl, es una vergüenza que te hayas atrevido engañar el emperador — Habla el hombre con superioridad, mientras qué Alise sonríe. — ¿Estás consciente que mereces un castigo? — Pregunta con una sonrisa.
— Si Merezco un castigo, entonces dime su majestad, ¿que castigo merece usted? — El emperador Frunce los ceños al escuchar aquellas palabras, pero Alise no se detiene — Según usted merezco un supuesto castigo por haberlo engañado.
Y dice eso porque sabe que la verdadera dueña del cuerpo nunca engaño a ese bastardo, sino una de sus tantas concubinas se encargó de tenderla una trampa, la cual la verdadera Alise término de caer redondita.
— Emperatriz controlé su forma de hablar con el emperador — Se mete uno de los ministros, quien no resulta ser nada más que el padre de la primera Concubina del emperador.
El ministro Donné.
— Usted cállese viejo, por si no se da cuenta todavía sigo siendo la emperatriz — Fulmina el señor con la mirada — Por lo tanto, si abre la boca le aseguro que yo misma me encargaré de arrancarle esa Maldita lengua.
— ¡Basta! — Exclamó el emperador de golpeando el borde del trono.
«¿Basta? Esas palabras serán lo que me pides cuando te mate maldito bastardo»
— Alise explícate bien tus palabras. — Mira seriamente a la joven que se encontraba arrodillada, siendo sostenida por los guardias.
Sin embargo, Alise se zafa quitando la mano de esos soldados.
— Según sus palabras merezco la muerte por engañarlo; sin embargo, si yo merezco esto, usted merece algo peor.
El ministro abre los ojos incrédulos.
— Según el mandamiento del reino Xarl, el emperador puede tener concubinas solo si la emperatriz este de acuerdo y firme dicho documento. Y según mi memoria yo nunca estuve de acuerdo con sus concubinas y peor aún nunca firme ningún papel.
Todos los ministros voltean a ver el emperador, y este tose nervioso. Nunca se interesó en la opinión de Alise, ni siquiera se había dignado de hacerla saber que tomaría concubinas, pero no puede dejar que esa mujer haga que lo vean mal enfrente de tantos ministros del país.
— Estoy en lo correcto su majestad — Sonríe con burla ladeando la cabeza al ver el hombre con una batalla consigo mismo de que decir.
— Eso es porque nunca te intereso — Trato de poner escusas, porque sabía muy bien las consecuencias aun siendo el emperador.
— Disculpe su majestad — Interrumpe un ministro — Según el mandamiento, aunque la emperatriz no estuviera interesada, usted debió persuadirla porque tomar una concubina sin el consentimiento de su esposa es algo que está completamente prohibido, es un insulto hacia la ex Emperatriz.
El hombre no sabe que decir y menos como actuar mira Alise quién estaba sonriéndole con burla, algo que lo enfurece, pero está entre la espada y la pared y no encuentra ningunas palabras para contraatacar o mejor dicho justificar las palabras del ministro.
«¿Madre, porque pusiste este estúpido regla?» Se pregunta molesto, ahora está en esta situación por esa regla absurda, no lo encuentra sentido.
— Por lo tanto, quién debería ser castigo es otro a cambio de usted, yo solo me acosté con un supuesto hombre, que dicen, ya que eso ni es cierto, mientras qué tú — La chica lo señala sin miedo alguno — Metiste a cuántas mujeres que querías sin ningún consentimiento mío, lo que da entender has roto una de las reglas del Xarl que fue impuesto por la antigua emperatriz.
Fue en ese momento que la sala del trono se convirtió en un desastre con cada ministro Susurrando, ya que cualquiera que haya roto una regla del reino, y más que fue puesto por la querida ex Emperatriz, es un insulto para cualquiera.
La antigua emperatriz es una mujer respetada por todo el reino, una mujer que levanto el reino de muchas caídas y ganó el amor del emperador; sin embargo, la soledad le llegó cuando el emperador falleció entregándole el trono a uno de sus hijos que resulto Jacob Hoffmann. La emperatriz esperaba que su hijo siguiera triunfando el reino y le diera honor al nombre, pero sin duda se había equivocado en ello.
— No solo has deshonrado, el mandamiento de la antigua emperatriz Alesna, sino también has deshonrado el reino, no respetando las reglas.
Alise se levanta mirando fijamente el emperador con una leve Sonrisa en los labios.
— Ahora dime emperador, ¿quién merece la muerte? — La chica sonríe de manera cínica mientras qué el emperador traga secó con las palabras atascadas en su garganta, ya que las miradas del ministro lo dice todo.