El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?
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Capítulo 20
Esa tarde Matthias Bill anunció a toda la prensa la despedida de las pistas de Jimmy Henry y me presentó como la nueva piloto de la escudería Rayo Azul. Yo me puse un vestido muy entallado, color crema, con escote pronunciado, zapatos taco catorce y llevaba mis pelos revueltos, muy provocativos. Llegué temprano al autódromo y Robert me recibió con un besote emocionado y feliz por todo lo que estaba ocurriendo. -Es tu momento, Cristina, aprovéchalo y conviértete en la nueva reina de las pistas-, me dijo eufórico y alborozado. La sala de conferencias del autódromo de Bill estaba repleto de periodistas, habían muchas cámaras de televisión y los portales del internet transmitían en vivo la conferencia de la escudería Rayo Azul. Yo aguardaba en una sala contigua súper nerviosa, tanto que no dejaba de estrujarme los huesos de las manos, mientras Bill anunciaba la novedad a los medios de comunicación.
-Ahora, Marcela-, me dijo una de las azafatas que estaba en la puerta de acceso a la sala de conferencias, a la espera de la orden para yo ingresara. Olguín hizo la presentación oficial. -Señores y señoras de la prensa, nuestra nueva piloto, la señorita Marcela Smith. Ella será la acompañante del campeón mundial Jeremy Brown en la escudería Rayo Azul-, dijo resoluto y esa fue la señal para que yo apareciera delante de las cámaras sonriente, haciendo brillar mis ojos y haciendo un gesto de una consumada artista de Hollywood desatando risotadas y admiración a la vez. Lancé además mis pelos al aire y puse adelante una rodilla de manera que mis curvas aparecieran nítidas y sinuosas en el vestido tan entallado que me había puesto revelando todos mis encantos.
Me tomaron un millón de fotos y me hicieron muchos vídeos, me ametrallaron a preguntas, queriendo saber de mi recorrido en la pistas, mis títulos, triunfos y quisieron saber cómo me inicié en el automovilismo. También me advirtieron que la Fórmula Uno era una categoría muy exigente, peligrosa, con rivales experimentados y que sería muy difícil salir adelante. -Estoy acostumbrado a los retos-, subrayé, sin embargo decidida.
A Bill le preguntaron por qué me había elegido a mí y por qué no prefirió contratar a otros pilotos de mayor experiencia que brillaban en las demás escuderías. -Estamos apostando, ahora, por lo nuestro, Marcela se ha hecho en nuestras pistas y ese es un orgullo para nosotros. Mañana más tarde habrán más pilotos que seguirán sus pasos en Rayo Azul. Jimmy Henry se encargará ahora de preparar a esas nuevas generaciones que nos darán más y más títulos-, fue enfático Matthias.
Nos tomaron muchísimas fotos, juntos y los reporteros pidieron que me ponga mi uniforme y el casco para más imágenes en la pista de carrera. Me cambié de inmediato y me subí al nuevo bólido, el "Toro bravo", la nueva máquina que pondría en competencia la escudería Rayo Azul y que contaba con los nuevos motores que habíamos preparado Robert, los mecánicos y yo, con mucho afán, en todos esos meses de intenso trabajo.
-"Toro bravo" es también nuestra apuesta para la próxima temporada. Estrenamos estos nuevos bólidos hechos para ganar-, anunció Bill eufórico desatando aplausos entre los periodistas.
Hice tres vueltas al circuito, a toda velocidad, para deleite y admiración de los reporteros, encandilados por mi manejo tan fácil que hacía un placer devorar las curvas y las rectas, igual si flotara en el circuito. El motor era un primor. Rugía, en efecto, como un toro embravecido y el escape funcionaba de maravillas. La computadora hacía todo fácil, los cambios eran automáticos y las comunicaciones con Robert y los otros mecánicos, perfectos, sin interferencias. -Este bólido es una maravilla-, les dije a todos.
-La señorita Smith debutará en el Gran Premio de Arabia Saudí en la primavera, señores-, anunció oficialmente Bill, en medio de rotundos aplausos. Luego de detener el bólido en los pits, Matthias tomo mi mano y la alzó lo más alto que pudo. -Señores, la nueva campeona de la Fórmula Uno-, dijo alborozado Bill, provocando una gran ovación que remeció todo el circuito.