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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.7k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

capítulo 20- "La camisa"

Capítulo 20- La camisa

Alison se despertó temprano aquel sábado, con el corazón cargado de preguntas y una tensión que le apretaba el pecho. El recuerdo del mensaje de Santiago —su frialdad repentina— y ahora la noticia de su despido giraban en su mente como piezas de un rompecabezas que no encajaba. Se sentía ansiosa, pero también decidida. No podía quedarse con la duda: necesitaba enfrentarlo.

Se vistió con rapidez, eligiendo algo simple pero prolijo, como si intentara proyectar el equilibrio que por dentro no tenía. Salió sin desayunar, tomó el primer colectivo al centro y durante todo el trayecto sintió cómo su corazón latía con una fuerza irregular, casi dolorosa.

El café estaba semivacío, sumido en esa calma lenta de la mañana de sábado. A través de la vidriera lo vio. Santiago la esperaba en una mesa junto a la ventana. Tenía las manos rodeando una taza y la mirada perdida en el vapor que se escapaba de ella. El gesto serio, los ojos cansados, como si llevara semanas sin dormir.

Cuando entró, él se levantó. El movimiento fue rígido, indeciso, el de alguien que no sabe si abrazar o fingir distancia.

—Hola —dijo, con voz neutra.

—Hola —contestó Alison, sentándose frente a él—. Gracias por venir.

Él asintió apenas, como si no supiera qué hacer con sus manos ni con sus palabras.

—Quiero saber qué pasó —dijo ella, sin rodeos—. ¿Por qué me dijiste que no querías verme más?

Santiago bajó la mirada. Se encogió de hombros, vulnerable, como un hombre que carga con un peso que no sabe explicar.

—No estoy seguro de poder decirlo bien… pero tenía que verte —murmuró.

Fue entonces cuando Alison reparó en la camisa que llevaba puesta. Blanca, impecable, con los botones perfectamente alineados. No era la camisa gastada de siempre, sino algo nuevo. Algo elegido.

—Te queda bien —dijo ella, con una sonrisa ligera, como queriendo romper la tensión—. Esa camisa… es bonita.

Santiago se ruborizó levemente. Era un detalle mínimo, pero para ella imposible de ignorar.

—Gracias. La compré hace poco —respondió, casi como si se disculpara por haberse esforzado.

Ese gesto la desarmó. ¿Por qué alguien que dice querer distancia se arregla para verse bien? ¿Por qué la contradicción entre el mensaje frío y la presencia cuidada? La pregunta le ardía en la mente.

El silencio los rodeó unos segundos. Santiago entonces sacó algo del bolsillo: una pequeña barra de chocolate envuelta en papel brillante. La dejó sobre la mesa, empujándola hacia ella con torpeza.

—Lo compré en el camino —murmuró.

Alison arqueó una ceja. Lo tomó entre los dedos y lo giró lentamente, como si examinara un objeto extraño. Luego lo miró directo a los ojos, con una sonrisa cargada de ironía.

—¿Un chocolate? —dijo, con un tono ácido—. ¿Es tu manera de decir adiós? ¿Un premio de consuelo?

Santiago abrió los labios, sorprendido. Se removió en la silla.

—Es solo un chocolate, Alison. No significa nada.

Ella lo sostuvo con la mirada, desafiante.

—¿De verdad? ¿Nada? Porque vos fuiste el que me dijo que no me quería ver más. Y ahora me traés esto, te ponés una camisa nueva… ¿Qué se supone que entienda?

Un destello de fastidio cruzó los ojos de él. Pero más que enojo, era cansancio.

—¿Sabés qué? —respondió con voz grave—. Lo nuestro… para vos soy solo una pieza más en tu juego. Una ficha más en tu ganado.

Las palabras la atravesaron. Alison abrió la boca, pero no supo qué contestar.

—Sí —continuó él, con los ojos brillando de celos y amargura—. Todo lo que pasó entre nosotros no fue más que parte de ese caos que te rodea. Risas, silencios, amantes. Yo no quiero ser uno más.

Se reclinó en la silla, con la mandíbula apretada.

—Y seguro hay quienes estarán contentos de que me aparte del medio. Para algunos todo será más fácil.

Alison sintió un golpe en el pecho. Porque en el fondo, algo de razón tenía. Y sin embargo, lo que había entre ellos no podía reducirse a un simple juego.

Lo miró fijo. Sus ojos verdes reflejaban la luz del café, como brasas que se resistían a apagarse. Esa contradicción, ese dolor, ese deseo… todo estaba allí, vivo, frente a ella.

Alison se inclinó lentamente, como atraída por una fuerza inevitable. Santiago intentó mantener la rigidez, pero sus ojos la delataron. En ese instante, el mundo se apagó.

Y lo besó.

Fue un beso breve, pero ardiente. Un choque de reproches y deseos acumulados, un roce que decía lo que ninguna palabra podía sostener. Santiago se rindió al instante. Sus brazos la rodearon con desesperación, como si temiera que, si la soltaba, ella se desvanecería.

Cuando se separaron, Alison respiraba entrecortado, los labios aún temblando.

—Lo siento —susurró—. Pero tengo que irme.

Santiago la miró, todavía atrapado en el eco de ese beso.

—¿Cuándo volveré a verte? —preguntó, casi sin darse cuenta, con voz ronca, necesitada.

Ella le sonrió. Una sonrisa luminosa, pero enigmática.

—Pronto —dijo, apenas un hilo de voz.

Se levantó, tomó su bolso y salió del café.

Santiago la siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró tras ella. El eco de ese portazo le dejó una sensación extraña: entre el fuego de un comienzo y el vacío de un final.

Se quedó allí, inmóvil, con la certeza de que por más que quisiera escapar, ya no podría alejarse de ella.

Y sin embargo, una duda lo quemaba por dentro: ¿esa promesa de “pronto” era real… o solo otro de los juegos de Alison?

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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