Novela Ligera de Aventura y Artes Marciales
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Temporada 2 Capítulo 3: Sombras sobre el Valle Loto
Preparativos para la misión
El ambiente en la sala secreta era tenso, con la luz tenue de las lámparas proyectando sombras largas sobre las paredes. Han Fei, junto a los demás miembros del grupo, escuchaba atentamente las instrucciones del director.
—El Valle Loto es un lugar peligroso. —dijo el director, su rostro preocupado—. Ha estado aislado durante generaciones por una razón. Las desapariciones que se han registrado en los últimos meses no son casuales. Necesito que investiguen, pero deben tener cuidado. Hay algo... oscuro en ese lugar.
Han Fei asintió lentamente, sintiendo que algo no estaba bien. ¿Qué sabía el consejo que no le decían? Yueran, a su lado, parecía más tensa de lo habitual, sus ojos inquietos, como si estuviera procesando más información de la que quería compartir.
—¿Quiénes son los encargados de la misión? —preguntó Qin Bu, siempre el más directo.
El director señaló a los miembros presentes: Houzi, Qin Bu, Yueran, y un nuevo rostro que apareció en la sala: Liang Xue, un joven de mirada sombría y gesto taciturno.
—Este es Liang Xue, un especialista en misiones de campo. Su presencia será fundamental —explicó el director.
Liang Xue se inclinó ligeramente, pero no dijo nada, como si guardara sus pensamientos para sí mismo.
Viaje hacia el Valle Loto
El viaje hacia el Valle Loto transcurrió en silencio, con el aire volviéndose más pesado a medida que avanzaban. La vegetación comenzó a volverse más densa, las flores extrañas brillando con una luz tenue bajo el atardecer. A pesar de la belleza extraña del lugar, Han Fei no podía deshacerse de la sensación de estar siendo observado. Cada sombra parecía moverse con vida propia.
Durante el camino, Houzi intentó aliviar la tensión con bromas, pero incluso él podía sentir la gravedad de la situación.
—Nunca había visto algo como esto antes. —comentó Qin Bu, mirando alrededor—. Este lugar está... maldito.
Liang Xue permanecía en silencio, observando el paisaje, pero de vez en cuando lanzaba miradas furtivas a las sombras que los rodeaban.
En un momento, Han Fei se apartó del grupo para hablar con Yueran. Su expresión era seria, casi como si estuviera luchando con un pensamiento interno.
—¿Algo te preocupa, Yueran? —preguntó él, en voz baja.
Ella lo miró fijamente, sus ojos llenos de duda.
—He tenido sueños... Visiones sobre este lugar. No son recuerdos, son más como fragmentos de algo que no puedo comprender, pero siento que estoy... conectada con este valle.
Han Fei frunció el ceño. El linaje Carmesí, el suyo propio, nunca había dejado de perseguirlo, pero ahora, con las palabras de Yueran, sentía que todo se volvía aún más complejo.
La llegada al Valle Loto
El grupo llegó al Valle Loto cuando la luz del sol ya se había desvanecido. La niebla comenzó a cubrir el suelo, y la oscuridad avanzaba rápidamente, llenando el aire con una atmósfera inquietante. A pesar de los esfuerzos por encender antorchas, la luz apenas penetraba en la densa bruma que los rodeaba.
Liang Xue miró al frente, su rostro pálido. Se acercó a una roca cercana y, con un gesto pensativo, observó los símbolos grabados en ella.
—He estado aquí antes. —dijo en voz baja, casi para sí mismo—. Este lugar... tiene algo que está más allá de la comprensión de los mortales.
Los demás se quedaron en silencio, observando cómo Liang Xue tocaba los símbolos, como si intentara descifrar algo oculto en ellos.
Han Fei se acercó a él, sus pensamientos llenos de dudas. Había algo extraño en este nuevo miembro del grupo, algo que no podía colocar en palabras.
Un ataque inesperado
De repente, un grito rompió el silencio. Qin Bu, quien iba a la vanguardia, cayó al suelo, herido por una flecha venenosa. Los demás reaccionaron de inmediato, sacando sus armas. La niebla a su alrededor se movió, y las figuras oscuras comenzaron a aparecer entre las sombras.
Liang Xue fue el primero en moverse, saltando hacia el enemigo con una rapidez sorprendente, pero Han Fei no pudo evitar notar algo en su actitud: ¿acaso estaba actuando por voluntad propia, o había algo más detrás de sus movimientos?
Un grito cortó el aire cuando una de las sombras, un asesino disfrazado, atacó a Qin Bu nuevamente. Fue solo entonces cuando Han Fei sintió una oleada de preocupación y furia. Quiso moverse, pero su propio cuerpo lo traicionó, y una daga afilada lo alcanzó en el costado, provocando una herida profunda. La sangre comenzó a manar con rapidez, pero su mirada estaba fija en sus compañeros.
—¡Qin Bu! —gritó Yueran, pero su voz se ahogó en el caos.
Fei observó cómo los demás comenzaban a caer uno tras otro, sus ataques eran ineficaces frente a la multitud de asesinos. Los miembros del grupo, sus amigos, luchaban con todas sus fuerzas, pero la situación se descontrolaba rápidamente.
Yueran había sido alcanzada por una flecha, Houzi había caído al suelo, y Liang Xue, aunque fuerte, se veía rodeado. El miedo y la impotencia comenzaban a invadir a Han Fei.
—No... no voy a dejar que los pierda... —murmuró Fei, con los dientes apretados. Pero en ese momento, una furia incontenible se desató dentro de él, alimentada por su rabia y el dolor de la herida.
La mezcla de ira, desesperación y el sufrimiento de sus compañeros provocó algo dentro de él. La energía carmesí que llevaba sellada en su interior comenzó a brotar sin control, como una ola desbordada. Su cuerpo comenzó a brillar, su visión se nubló por el poder que estalló, y la furia oscureció su mente.
Con un rugido, Fei dejó escapar todo lo que tenía dentro. El poder carmesí irrumpió en una explosión violenta, empujando a todos los enemigos a su alrededor. Las sombras fueron arrojadas hacia atrás como marionetas rotas, y las figuras sombrías fueron consumidas por la intensidad de la energía.
Pero a medida que el poder aumentaba, Fei sintió que no podía detenerlo. Estaba completamente descontrolado, su conciencia se desvanecía bajo la ola de energía desbordante. Solo veía rojos y negros, solo sentía rabia, desesperación y la necesidad de proteger a sus amigos.
En el caos, Fei apenas distinguió la voz de Yueran llamándolo, y luego, la súbita calma que siguió al desenfreno.
Cuando el poder finalmente se disipó, solo quedaron cuerpos caídos y un grupo exhausto, rodeado por la niebla espesa que aún se mantenía en el aire. Fei, de rodillas, miró sus manos temblorosas, ahora cubiertas de una capa brillante de energía carmesí. Su cuerpo estaba agotado, pero su alma seguía agitada, luchando con lo que había liberado.
—¿Qué... fue eso? —preguntó Houzi, sorprendido y aún recuperándose del choque.
Fei respiraba pesadamente, sintiendo el peso de la energía en su interior.
—No lo sé... —respondió, con voz quebrada—. No lo sé...