"Morí traicionada por el hombre que debía amarme... y por la sangre de mi propia hermana."
En su vida pasada, Aelina Valemont, Reina de Thalair, fue humillada y asesinada por su esposo, el Príncipe Heredero, y por su hermana. Sus padres también fueron ejecutados bajo falsas acusaciones.
En su último suspiro, Aelina juró venganza.
Ahora, ha despertado en su cuerpo de 16 años. El día de su boda con el príncipe cruel se acerca... pero esta vez, el destino cambiará.
En el altar, rechaza públicamente al príncipe.
Sabe que ha firmado su sentencia. Su familia sigue en peligro. Y sola, no podrá vencer a un enemigo tan poderoso.
Por eso comienza a buscar aliados. Hombres fuertes, peligrosos, capaces de cambiar el curso del reino. Pero lo que empieza como un plan frío, se transforma en una red de emociones que no podrá controlar:
Un caballero leal.
Un archimago distante.
Un noble rebelde
Un asesino en las sombras.
Un príncipe extranjero con su propia agenda.
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El altar y el filo
El vestido pesaba más que una armadura.
Cada pliegue, cada perla bordada con esmero, se sentía como una cadena dorada que la empujaba hacia un destino que ya conocía… y que estaba decidida a romper.
Frente al espejo, Aelina Valemont contemplaba su reflejo con una calma tensa.
El rostro era el de una doncella.
Pero los ojos… eran los de una reina que había muerto. Y regresado.
> “Hoy no seré un cordero llevado al sacrificio.”
“Hoy seré el lobo que desgarra las máscaras.”
Detrás de ella, su doncella aleteaba nerviosa, sin sospechar el torbellino de furia y memoria que palpitaba bajo la piel de su señora.
—Estáis… tan hermosa, mi lady —susurró—. El Príncipe Heredero quedará encantado.
Encantado de verme caer, pensó Aelina.
Encantado de jugar con mis ruinas.
El carruaje aguardaba fuera.
Las campanas de la Catedral de Thalair marcaban el inicio de su sentencia.
El pueblo aplaudía con fervor, ignorante de que hoy, la historia cambiaría bajo sus pies.
Aelina subió al carruaje.
Tembló.
No de miedo. De rabia.
Cada sacudida del camino parecía alinear sus pensamientos como piezas de ajedrez.
> “Hoy no me casaré con ese monstruo.”
“Hoy, lo detendré antes de que empiece.”
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La Catedral rebosaba de luz y murmullos.
Nobles, caballeros, damas enjoyadas… todos reunidos para presenciar el nacimiento de una nueva reina.
En lo alto del altar, el Príncipe Darius Valarion esperaba.
Perfecto. Magnífico. Envenenado.
Su sonrisa era una joya pulida. Sus ojos, cristales helados.
Aelina lo miró desde la entrada.
Su pulso se desbocó.
El aire pesaba.
> “Esa es la sonrisa que vi cuando ordenó la ejecución de mis padres.
Y yo… aún le creía capaz de amar.”
Un temblor le cruzó los dedos. Lo escondió.
Entonces, lo vio.
A un costado, de pie como un centinela, estaba Lucas Drayven.
Capitán de la Guardia Real.
Un hombre que, en otra vida, murió por ella.
> “Esta vez, Lucas… Tal vez podamos cambiar nuestro final.”
Sus ojos se cruzaron.
Lucas frunció el ceño. No por reconocimiento, sino porque algo en ella lo desarmaba.
> “Recuerda este momento, Capitán.
Hoy la historia cambiará.”
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El órgano estalló en notas solemnes.
Aelina comenzó a avanzar.
Sus pasos eran firmes, pero el pecho le ardía.
Pétalos caían desde las alturas, como si el mundo celebrara su condena.
Cada mirada sobre ella era una lanza.
Cada sonrisa hipócrita, una cicatriz que ya conocía.
El príncipe la esperaba.
La misma figura que había besado su frente con ternura antes de arrancarle el mundo.
Cuando llegó al altar, él se inclinó.
—Estás radiante, Aelina —murmuró con voz sedosa—. Hoy sellamos un destino glorioso.
Ella sostuvo su mirada.
Ni odio.
Ni miedo.
Solo hielo.
> “No el mío.”
El sacerdote inició el rito.
Palabras huecas flotaban en el aire.
—¿Aceptas a Darius Valarion como esposo y futuro rey?
El universo contuvo el aliento.
Aelina sintió un nudo en la garganta.
El pasado, su muerte, el grito ahogado de su madre…
Todo volvió.
Y con eso, la decisión.
—No.
El silencio cayó como una maldición.
El sacerdote pestañeó. El aire se volvió tenso. Alguien dejó caer un abanico.
—¿Mi lady?
—He dicho que no me casaré con él.
Las palabras golpearon las paredes doradas con la fuerza de una tormenta.
Un zumbido de murmullos explotó entre los asistentes.
Algunos nobles se alzaron. Otros palidecieron.
Una mujer se desmayó.
Darius apenas parpadeó. Su sonrisa se torció en algo oscuro.
—Aelina… querida. ¿Qué broma es esta?
Ella dio un paso atrás.
—No es una broma, Alteza.
Es una sentencia.
La mía terminó el día que morí.
Hoy comienza la tuya.
—¡Guardias! —rugió él, la máscara hecha pedazos.
Los soldados dudaron.
Lucas dio un paso adelante, confuso.
—Mi lady… ¿sabéis lo que hacéis?
Aelina lo miró como si lo conociera desde siempre.
—Sí.
Protégeme si puedes. Y protege a mis padres. El príncipe se volverá contra ellos.
Lucas la miró unos segundos más. Luego asintió.
—Haré lo que deba.
Y con eso, el caos.
Algunos gritaban traición.
Otros veían en ella una chispa.
Un comienzo.
Aelina descendió del altar.
Su vestido ondeaba como una bandera prohibida.
Las perlas rebotaban como cuchillas.
Pasó junto al príncipe sin mirarlo.
> “Este es solo el primer golpe.
No será el último.”
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El sol la recibió con fuerza.
Los pájaros cantaban.
El mundo… no sabía que algo había cambiado para siempre.
Aelina respiró hondo.
Tembló.
Sonrió.
Por primera vez en su nueva vida… era libre.
Pero la guerra acababa de comenzar.
Necesitaba aliados.
Hombres y mujeres sin miedo.
Personas que pudieran ver en ella algo más que una corona.
> “Venid a mí, lobos.”
“Venid a mí, espadas y brujas.
Os prometo un reino… o el fin del mundo.”
Su sombra se alargaba sobre el empedrado.
Su corazón latía como un tambor de guerra.
La venganza de Aelina Valemont acababa de despertar.
si ya se que hay muchas incoherencias en ciertos capitulos y lo estoy arreglando de a poco.
la verdad que no es muy buena idea hacer varias novelas al mismo tiempo.
Aliado o enemigo...?