Erick, El Mafioso

Cuando entre en la tina llena de agua caliente, senti como las rodillas me ardían, ya que tenía raspones, pero era relajante estar ahí, después de todo lo que me había pasado, merecía un momento así, pero no me sentía seguro, creía que en cualquier momento entraba Erick y me golpeaba.

Remoje mi cuerpo unas cuantas veces bajo la jabonosa espuma, lave mi cabello y mi rostro lentamente, salí de la tina y agarre una toalla, secando mi cuerpo lleno de agua.

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Baje las escaleras lentamente y seguí a aquella anciana por esa inmensa casa, vi un par de guardias, que me miraban con seriedad, no tenían emociones en sus miradas, solo me vigilaban, llegamos al comedor, una mesa larga, dónde en la punta estaba sentado Erick.

—Venga, siéntese aquí, joven—dijo gloria, guiándome a un asiento cerca de Erick.

Yo agarre la silla y la arrastre hacia atrás, luego me senté, mirando al frente, con expresión indignada, no iba a mirar a ese tipo.

Los sirvientes comenzaron a servirnos la comida, empezando por Erick y después por mí, era filete con salsa, una enorme porción para cada uno, Erick agarro un cuchillo y un tenedor para comenzar a cortar la carne.

—Come, está suave la carne—dijo aún con la mirada en ese enorme filete

—¿Por qué me secuestraron?— pregunté

—Se te va a enfriar—dijo sin apartar la mirada del plato—Y no es rico cuando se enfría

—¡No voy a comer tu maldito filete!—grite y golpee la mesa con fuerza.

Supe que había cometido un error cuando el dejo de comer y luego me miró, con una expresión molesta, una expresión que me causo terror, no me imaginaba que era lo que podía hacer.

—No golpees la maldita mesa, es de mala educación—dijo

—¿Mala educación? ¿Quieres que sea educado cuando literalmente me secuestraste?—dije confundido—Y ni siquiera se para que, no tengo nada.

—Claro que sabes el por qué—dijo.

—No, no lo sé—respondí mientras me cruzaba de brazos

—Tú me lo pediste, ese día, que fui a la cafetería—exclamo con seriedad y un toque de indignación.

Me costó trabajo,, pero logré recordar algo, un día lluvioso, en dónde yo estaba atendiendo, solo yo en la cafetería, él entro y llegó a donde yo estaba, y comenzamos a hablar, era la primera vez que cruzamos palabras

..........RECUERDO............

—¿Qué galletas me recomiendas comprar?—pregunto con un tono travieso.

—Depende... ¿Qué quieres hacer está noche?dije con tono divertido

—Hoy... Me siento un poco rebelde—dijo y soltó una carcajada

Me parecía muy lindo, un hombre guapo, y me sorprendiá que no tuviera novia o esposa, no se por que, pero sentía que ya hubiera convivido con el.

—Entonces te recomiendo las de chocolate amargo—dije mientras sacaba una galleta de la repisa—Ten, una prueba gratis

Él agarro la galleta y la mordió, aún mirándome con esa sonrisa que tanto me gustaba.

—Mmm—gimió suavemente—esto es justo lo que buscaba.

—Te lo dije—dije con una sonrisa

—Dame un paquete de estas—dijo—Y si es posible, métete en una bolsa y te compro.

Yo solté una risa, me gustaba que jugará conmigo así, y sé que otras personas dirán que es extraño, pero para mí no lo era, yo agarre el paquete y se lo di.

—Por favor, te lo ruego, secuéstrame, no quiero seguir estando aquí en esta vida miserable—dije y solté una carcajada.

Él se me quedó viendo, y un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando vi que la sonrisa se le estaba desvaneciendo.

—¿Eso quieres?—pregunto con tono suave

—Pues sí, sería interesante—dije aun jugando.

Él sonrió y luego tomo las galletas, saco una tarjeta negra, con la cual pago, me miró una última vez y camino hasta la puerta, no sin antes voltear y mirarme.

—Hasta Luego...—dijo y luego salió de la tienda.

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—Yo nunca pensé que usted lo decía en serio—dije y lo mire.

—Te lo pregunté dos veces, y en las dos dijiste que sí, tuviste una oportunidad más para negarlo, pero no lo hiciste—dijo y soltó una sonrisa amarga.

—Entonces, ¿qué planeas hacer conmigo?—le pregunté.

—Vas a vivir aquí conmigo—dijo—Para siempre.

Mi corazón se estremeció al escuchar eso, no, no quería vivir con él por siempre, jamás pensé que diría algo como eso.

—Tu hermana volvió a llamar, yo le contesté—dijo con tranquilidad

Yo me sorprendí al escuchar eso, trate de buscar mi celular por mi cuerpo, pero era obvio que no lo tenía.

—¿Q-que dijo?—pregunte un poco nervioso

—Qué tu madre empeoro, y que la iban a trasladar a un hospital y adivina, vale demasiado dinero, las quimioterapias y demás—dijo mientras tomaba un sorbo de vino.

Me sentí fatal y muy preocupado, el saco una hoja de papel y la puso al lado de mi plato

—Tienes dos opciones—comenzó a decir—firmas el contrato y pago todo lo que necesite tu madre o te puedes ir y dejar que muera...—dijo sin preámbulos—Y talvez mis hombres te maten.

—Eres un maldito...—dije mientras los ojos se me llenaban de lágrimas.

—Decide, ahora.—dijo mientras ponía un bolígrafo al lado de la hoja.

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