Oscar Cooper, un talentoso luchador de UFC, se encuentra en fuga tras un violento altercado con su ex representante que lo ha dejado marcado como un fugitivo. Con documentos falsos en mano, escapa a una nueva ciudad con su actual representante donde espera encontrar refugio. Sin embargo, su vida da un giro inesperado cuando conoce a una chica que le roba el aliento y rápidamente se enamora de ella. Pero la felicidad se ve amenazada cuando descubre que ella está atrapada en un gran problema. Sin pensarlo dos veces, Oscar se lanzará a la batalla no solo por su amor, sino también por su libertad, dispuesto a arriesgarlo todo para protegerla.
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Cap 20: El Torneo de la Libertad
Han pasado casi dos meses desde que Oscar estaba tras las rejas, y las horas se arrastraban lentamente en aquel lugar sombrío. Sin embargo, una noticia inquietante había llegado a oídos de un mafioso poderoso en la ciudad: Oscar estaba en prisión. Este rumor llamó su atención y no dudó en visitar el lugar.
Castello, un hombre de presencia imponente con un traje oscuro y una mirada fría como el acero, entró en la oficina del director de la prisión. El ambiente era denso, impregnado del aroma del café que el director sorbía lentamente, disfrutando del momento hasta que fue interrumpido por la llegada inesperada.
—Castello, ¿qué te trae por aquí? —dijo el director, levantando una ceja mientras dejaba su taza sobre la mesa.
Castello cerró la puerta tras él con un golpe sordo, como si sellara cualquier posibilidad de escape.
—Hola amigo —respondió Castello con una sonrisa calculada—. Sé que hemos hecho algunos negocios en el pasado. Vengo a proponerte uno nuevo; uno que nos hará ganar mucho dinero.
El director frunció el ceño, intrigado por la audaz oferta. La sombra de Castello se proyectaba sobre él, y no pudo evitar sentir un escalofrío ante su presencia.
—¿De verdad? A ver, dime de qué se trata —dijo el director, su interés claramente despertado.
Castello inclinó ligeramente la cabeza hacia adelante, como si estuviera a punto de revelar un secreto peligroso. La tensión en el aire era palpable.
—¿Oscar Cooper está en esta prisión? O me equivoco —preguntó Castello, su voz resonando en la oficina.
—Sí, es correcto. Oscar Cooper está aquí. ¿Acaso tiene que ver contigo? —respondió el director, sintiendo un leve escalofrío ante la mirada intensa de Castello.
—¡Por supuesto! ¿Quién no reconoce a Oscar Cooper? Un gran peleador, y también muy popular. Una vez logró el título —dijo Castello.
El director lo escuchaba atentamente, evaluando cada palabra.
Castello suspiró, acercándose un poco más al escritorio.
—A lo que me refiero es que... podremos ganar mucho dinero con él.
—¿De qué manera? —preguntó el director, su curiosidad despertándose a medida que la idea comenzaba a tomar forma en su mente.
—¿Qué te parece hacer un torneo? Donde otros reclusos de diferentes prisiones vendrán aquí a pelear entre ellos. Se irán eliminando uno por uno hasta que queden dos en la final —propuso Castello, sus ojos brillando con entusiasmo.
El director se quedó pensativo por un momento antes de responder.
—No es mala idea. Entiendo tu punto. Pero... ¿dónde se llevará a cabo? ¿Crees que Oscar aceptaría y los demás reclusos?
Castello sonrió con confianza.
—No te preocupes por los demás reclusos. Los obligaremos a aceptar. Aunque no creo que rechacen la oportunidad; solo participarán los que sepan algo de pelea —hizo una pausa, disfrutando del efecto de sus palabras—. El torneo se llevará a cabo aquí. Esta prisión es la más apropiada.
El director frunció el ceño, considerando las implicaciones legales y éticas.
—Ya entiendo... Pero ¿por qué dices que los otros reclusos no rechazarán?
Castello se inclinó hacia adelante, su voz baja y conspiradora.
—Porque el premio para el ganador será... la libertad. El que gane el torneo será libre. Esto será un buen incentivo para Oscar; un tipo exitoso atrapado aquí con tanta experiencia en peleas seguramente pensará que podrá ganar fácilmente.
El director comenzó a sonreír ante la perspectiva del dinero y la emoción del evento.
—Y recuerda... lo más importante es que Oscar esté en el torneo. Estoy seguro de que su presencia llamará la atención. También transmitiremos las peleas por televisión; las apuestas serán inminentes.
La sonrisa de Castello se ensanchó mientras imaginaba el caos y la emoción del torneo, pero también había algo oscuro en su mirada: sabía que estaban jugando con fuego y las consecuencias podrían ser impredecibles.
—Pero... si Oscar gana, quedará libre. ¿No crees que sería preocupante dejar a un tipo violento como él afuera? —dijo el director, frunciendo el ceño al considerar las implicaciones de su plan.
—Ahí viene la mejor parte —respondió Castello, con una sonrisa astuta en su rostro—. No permitiremos que gane el torneo. Le daremos menos tiempo de entrenamiento o le pondremos sustancias en su agua. Lo importante es que Oscar avance a la final. De allí no pasará.
El director levantó una ceja, intrigado pero también con un ligero nerviosismo.
—¿Por qué lo dices? ¿Acaso tienes a alguien que lo venza? —preguntó, dando un sorbo a su café, casi atragantándose al imaginar la posibilidad.
—Claro que sí. Traeremos al torneo a la "Serpiente Bennett" —anunció Castello, su voz llena de confianza.
—¿Bennett? —repitió el director, con los ojos muy abiertos, sintiendo cómo se le aceleraba el pulso.
—Así es. Bennett avanzará sin problemas. Una vez que Oscar y Bennett estén en la final, nos encargaremos de que Oscar pierda y así no será libre. Y no solo eso... apostaremos todo a Bennett en la pelea final. Ganaremos mucho dinero —dijo Castello, sus ojos brillando con avaricia.
El director dejó caer su taza sobre la mesa, dejando caer un poco de café en el mantel blanco.
—Eso es cierto... Me parece una maravilla —dijo finalmente, su voz llena de emoción—. Tendremos muchas ganancias y no tendremos que liberar a nadie. Eres un genio, Castello.
—Por supuesto que lo soy —respondió Castello con un aire arrogante, sintiéndose invencible mientras trazaba los hilos de su plan.
Sin embargo, las consecuencias podrían ser devastadoras si alguien llegaba a descubrirlo.
—Bueno —dijo Castello, levantándose de la silla con determinación—. Iré a hablar con Oscar para iniciar lo antes posible. —Le dio una palmada en el hombro al director, quien asintió, aún procesando la magnitud del plan.
—Yo me encargaré del resto —respondió el director, su voz temblando ligeramente por la emoción y la ansiedad.
Castello salió de la oficina, dejando atrás las paredes grisáceas que parecían cerrarles en un mundo lleno de secretos. Caminó por el pasillo, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en su pecho. Sabía que estaba a punto de jugar una partida peligrosa, pero la idea de ganar a lo grande lo mantenía motivado.
Al llegar a la entrada del área donde estaba Oscar, se encontró con un guardia robusto que lo miraba con desconfianza.
—Necesito que lleves a Oscar a una sala aparte —dijo Castello, su voz firme pero algo nerviosa.
El guardia lo miró de reojo antes de responder: —¿Y qué le vas a decir? No quiero problemas.
Castello sonrió, intentando mantener la calma. —No te preocupes; solo es una conversación... privada.
El guardia suspiró, finalmente accediendo a su petición. —Está bien, pero si algo sale mal, yo no tengo nada que ver —advirtió mientras se dirigía hacia donde estaba Oscar.
Castello esperó unos momentos, sintiendo cómo cada segundo se alargaba. Su mente corría con pensamientos sobre lo que iba a decirle a Oscar y cómo podría manipularlo para que cayera en su trampa. Sabía que tenía que ser astuto; cualquier error podría arruinar todo su plan.
Finalmente, el guardia apareció junto a Oscar, quien lucía confundido y algo inquieto.
—Oscar, ven conmigo —dijo Castello, sonriendo con confianza mientras lo guiaba hacia la sala donde todo comenzaría.
—Por favor —le dijo Castello al guardia antes de que se fuera—. Quítale las esposas. Así nuestro amigo se siente más cómodo.
El guardia lo miró con desconfianza, pero finalmente accedió, retirando las esposas de las muñecas de Oscar. Este último respiró hondo, sintiéndose un poco más libre, aunque su mirada seguía siendo cautelosa.
Castello observó cómo Oscar relajaba ligeramente sus hombros; era un pequeño triunfo en su estrategia. Sabía que crear un ambiente más cómodo podría hacer que Oscar bajara la guardia y lo llevara a abrirse más.
Fácil de entender, felicitaciones autora, recomiendo ésta novela 100%🇨🇱
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Ojalá Oscar y Miranda, encuentren juntos la solución a sus problemas. 🥺🥺🥹😔