LA VETERANA: ¡NO ERES MI TIPO! ALÉJATE
María Teresa Andrade, dueña de una pequeña tienda de esencias naturales y exóticas para postres, lleva una vida tranquila tras diez años de viudez. A sus 45 años, parece que el amor es un capítulo cerrado...
Hasta que Marcello Dosantos, un carismático repostero diez años menor, entra en su vida. Él es todo lo que ella intenta evitar: extrovertido, apasionado, arrogante y obstinado. Lo opuesto a lo que considera "su tipo".
Es un juego de gato y ratón.
¿Logrará Marcello abrirse paso hasta su corazón?
María Teresa deberá enfrentar sus propios miedos y prejuicios. ¿Será capaz de rendirse a la tentación de unos labios más jóvenes?
¿Dejará de ser "LA VETERANA" para entregarse al amor sin reservas? O, como insiste en repetir: “¡No eres mi tipo! ALÉJATE”
NovelToon tiene autorización de ARIAMTT para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
20. Fermín…
P.O.V. Fermín
—¡Malditos sean el mariposito y la loca esa! —gruño entre dientes—. ¿Acaso creen que pueden destruir mis planes?
Llevo tantos años siendo el paño de lágrimas de María Teresa, invirtiendo cada momento en conquistar su confianza y corazón, como para que ahora estos dos idiotas aparezcan de la nada e intenten arruinarlo todo.
Mientras voy sumido en mis pensamientos, escucho el estallido de un neumático. El coche se tambalea ligeramente, y siento cómo mi paciencia se desborda, aprieto mis manos y resoplo lleno de frustración.
—Perfecto, lo que me faltaba.
—Señor tranquilo —dice el panzón de mi chófer.
—Vicente, ¿qué pasó? —pregunto con voz fría, mientras se orilla el coche a un lado de la carretera.
—Parece que hemos pinchado, jefe. No se preocupe, será cuestión de unos minutos para retomar el camino —responde con una calma exasperante.
Lo observo bajar, con la torpeza que lo caracteriza. Se quita el saco, se remanga la camisa y camina hacia la cajuela, pero antes de llegar se detiene y vuelve hacia mí con una expresión deprimente.
—Jefecito… hay un problema. Se estallaron dos llantas y solo tenemos un repuesto.
Mis ojos se clavan en él con frialdad.
—¿Y ahora qué? —"¿Este inútil pretende que tome un taxi?" Él, me conoce y sabe que estoy de mal humor, se rasca la cabeza nervioso.
—Vi un montallantas a unas cuadras. Cambiaré una llanta y llevaré la otra para que la reparen. No tardaré mucho, jefe.
Eso me sonó a siglos; sin embargo no me voy a ir en taxi, primero muerto.
—Más te vale —respondo furioso, parece que me levanté con el pie izquierdo hoy. Me recuesto en el asiento e intento controlar la ira que tengo.
El sueño finalmente me vence. No sé cuánto tiempo pasó, pero la voz de Vicente me despierta.
—Hemos llegado, jefe —anuncia al abrirme la puerta.
Bajo del coche con prisa, sin siquiera mirarlo o agradecerle. Es su trabajo servirme como el infeliz malnacido que es.
Imagino a María Teresa esperándome en la entrada con esa sonrisa que ilumina su rostro, lo que me hace sacar pecho, y caminar como un galán al encuentro de su damisela. Pero no está. No hay ni un rastro de ella.
El enojo arde en mi interior. Camino entre los invitados con pasos apresurados, ignorando sus miradas curiosas o enojadas cuando los empujo sin pedir disculpas. Escaneo el lugar.
En el jardín distingo a esos dos, el mariposito y la loca, riendo entre ellos como si todo les perteneciera. Me alejo rápidamente como flash. No quiero que se metan en el camino de mi objetivo.
Subo al segundo piso, sabiendo que ahí tendré una mayor vista para encontrarla. Finalmente, la veo. Está de espaldas, pero no necesito confirmación para saber que es ella.
"Fermín, vamos, hombre, tu momento ha llegado" Tomo aire y avanzo lentamente hacia ella. Mis manos sudan por los nervios, las deslizo por mi pantalón secándolas. Tomo mi pañuelo y seco también el sudor de mi frente.
Bajo los escalones dando pasos de a dos zancadas. Escucho algunos gritos de reclamo al chocar, pero los ignoro.
Llegó frente a mi mujer y por un momento, el mundo se detiene
—Hola, preciosa —le susurro en el oído.
El suave temblor en su piel me hace sonreír. Se gira lentamente, y en sus ojos veo esa inocencia que me atrapa y me vuelve loco.
—¿Fermín? Qué bueno que llegaste. No sabes cuánto te extrañé —dice con dulzura. Saber qué me ha extrañado me da el valor que necesito para dar el siguiente paso.
—Yo también te extrañé —respondo, rodeándola por la cintura. La guío hacia un rincón apartado.
Ella no se opone. Se deja llevar por mis manos mientras mi corazón late desbocado. ¡Esto es real!
—María Teresa, sé que este quizás no sea el mejor momento, pero ya no puedo seguir callando más los sentimientos que guardo aquí… —señalo mi pecho, donde siento que mi corazón va a explotar.
—¡Te amo! —al fin lo logro decir.
Sus ojos se abren sorprendidos, y por un instante temo perderla. Pero no hay rechazo en su expresión.
—Fermín... —susurra, pero no la dejo terminar.
No quiero esperar más. Me acerco y rozo sus labios con los míos. Ella no se aparta.
Responde al beso con pasión y deseo, haciendo que mi amigo se despierte. La abrazo con fuerza, acercándola más a mi cuerpo mientras saboreo sus labios, suaves y dulces como siempre imaginé.
Sus manos juegan con mi cabello y van bajando suavemente por mi pecho. Me agarra de la camisa y me lleva a un baño cercano.
Desprende desesperada el cinturón de mí pantalón, y mete la mano, tocándome por encima de la ropa interior.
—No sabes cuánto he deseado esto —susurro contra su oído, besando su mandíbula hasta volver a sus labios.
Desciendo mi mano por su cintura, hasta llegar a su muslo. Estoy a punto de ir más lejos cuando...
—¡Señor! Listos los neumáticos —la voz de Vicente retumba como un balde de agua fría.
El golpe a la puerta del coche y su figura torpe, limpiándose las manos con un trapo sucio, me devuelve de golpe a la realidad.
—¡Infeliz! —mascullo entre dientes.
¡Feliz día de los santos inocentes! No me odien. Es tan solo una broma para salir de la rutina.