La Única Novia Del Dragón

Lillian de Aethia siempre obtenía todo lo que quería.

Desde que tenía memoria, nada le había sido negado.

Ya fuera por su belleza, su encanto o su estatus, todos parecían desesperados por complacerla.

Lo único que tenía que hacer era sonreír.

Lo encontraba divertido, averiguar qué tanto podía obtener de una persona solo con una sonrisa.

Pero el niño dragón se había negado rotundamente a cumplir con su petición.

No podía entenderlo, no podía aceptarlo. ¿Quién era él para privarla de algo? ¡Una flor! Ni siquiera le estaba pidiendo tanto, pero él se rehusaba a entregarla.

La razón, aunque ni Lillian ni Anya alcazaran a comprenderla, era muy sencilla.

Rowan, a diferencia de la historia original, ahora era capaz de distinguir entre una sonrisa real y una falsa.

Habiendo vivido sin recibir una sonrisa de nadie, la de la princesa le pareció genuina y lo sacudió hasta el corazón.

Esta vez era diferente, la princesa era bonita, eso seguía siendo cierto; pero él ahora conocía una sonrisa más cálida y deslumbrante, una sonrisa que había iluminado su mundo y era solamente para él. Así que, aunque Lillian no tenía ningún sentimiento agresivo hacia él, pudo notar la falta de autenticidad detrás de esa sonrisa angelical.

Y no lo impresionó en lo absoluto.

El niño, que había estado buscando la flor más bonita en el jardín para entregársela a su madre, no estaba dispuesto a dejarla ir. Si a su mamá le gustaba su obsequio, ¿le sonreiría con esa dulce expresión que hacía cuando estaba feliz?.

Estaba ansioso por descubrirlo y no pensaba dejar que esa niña le arrebatara la oportunidad de sus manos.

Lillian, nada acostumbrada al rechazo, perdió la cordura e hizo una escena en medio del jardín, para cuando volvió a sus sentidos, ya era tarde.

- Lo siento, Alteza, no puedo hacer eso - la mujer frente a ella también se negó a su petición.

Por supuesto, lo había arruinado todo, ella mostró un lado malo de su personalidad. Ahora no podría agradarles.

Sabía bien que solo sonriendo podía conseguir cariño, nadie querría a una niña que perdía la compostura de la forma en que ella lo había hecho.

Sin embargo, en contra de sus creencias, ahora se encontraba sentada en el jardín junto a ellos.

- Gire el tallo de esta forma y páselo por aquí - la duquesa la guiaba amablemente para hacer su corona. La sonrisa que le dedicaba mientras le daba instrucciones pacientemente la hacía sentir cálida en su interior.

Era una sonrisa completamente diferente a las que ella conocía.

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- ¿Qué estás haciendo tú aquí? - una voz conocida e irritante hizo que Anya alzara la mirada.

El segundo príncipe la estaba observando desde arriba con una expresión de desagrado que la chica se vio tentada a imitar.

- Su alteza el segundo príncipe, soy una invitada del rey - en cambio, ella respondió con cortesía y forzó una sonrisa, no sería correcto pelear frente a los niños.

- ¿Invitada del rey? ¿Qué tendría mi padre que hablar con alguien como tú? - el chico hizo un mohín.

- ¿No lo sabe? Después de que usted le informara sobre nuestro malentendido, nos llamó aquí para aclarar los hechos - el reproche en la voz de la duquesa era evidente, sin embargo, el príncipe reaccionó inclinando la cabeza.

- ¿Informarle? Yo nunca...

- ¡Tío Jo! - Lillian lo interrumpió, saltando hacia él para abrazarlo.

"Cierto" recordó Anya "Lillian y Johannes son muy unidos".

Aunque Anya veía al segundo príncipe como un antagonista, en la historia original, Johannes nunca fue retratado como un villano.

Lillian, quien era huérfana de madre y dejada de lado por su padre a menudo, solía encontrar apoyo en su tío. Siempre estuvo de su lado y adoraba a su sobrina, por lo cual, su rivalidad con los dragones no era un pecado desde el punto de vista de la historia.

- Lily, ¿qué estás haciendo? - la voz del príncipe se volvió suave.

- La duquesa me está enseñando a hacer coronas de flores - respondió la niña con alegría.

- ¿No preferirías tomar el té con tu tío favorito? - Johannes echó una mirada de reojo a Anya, claramente estaba intentando alejar a su sobrina de la influencia de Demasco.

- ¡No! Quiero hacer coronas de flores con la duquesa - ante esto, Anya le dedicó una sonrisa de superioridad, complacida con la respuesta de la princesa hasta que la niña continuó - ¡Juega con nosotros, tío!

La cara de ambos adultos perdió el color.

- No creo que la duquesa pueda enseñarme algo útil - Johannes fingió una sonrisa y mantuvo la máscara de amabilidad por el bien de su sobrina. Si bien, los niños no lo entenderían, la mujer fácilmente captaría sus palabras afiladas.

- Cierto, estoy segura de que su alteza no tiene ninguna habilidad para aprender - sonrió Anya, dos podían jugar a ese juego.

- ¡¿Cómo te atreves?! - el rostro del príncipe se enrojeció mientras se mordía la lengua para evitar arrojar palabras que Lillian no debería escuchar - ¡Por supuesto que tengo la habilidad necesaria para esta tontería!

Dispuesto a probarlo, tomó asiento frente a la chica y empezó a imitar lo que hacía para tejer su propia corona.

Cualquiera que viera la escena podría darse cuenta del ambiente de rivalidad que los rodeaba, parecía una competencia entre familias.

Las miradas hostiles que se lanzaban los infantes eran una copia exacta de las que se lanzaban los adultos.

Finalmente, cuando todos hubieron terminado sus coronas, había claramente una casa ganadora.

Lillian observó su corona, la mayoría de los pétalos se habían caído y los tallos se retorcían en diferentes direcciones. La del segundo príncipe apenas podía llamarse un aro.

La princesa se veía desanimada aunque, a diferencia de su tío, al menos no parecía estar a punto de romper en llanto.

- No se preocupe, pequeña alteza - Anya intentó animarla - sé que hizo su mejor esfuerzo, pronto hará coronas muy bellas.

La chica alzó la mirada y vio al duque a lo lejos, probablemente ya había terminado su reunión con el rey.

- Es hora de ir a casa, Rowan - dijo.

Antes de levantarse, el pequeño dragón puso la corona que había hecho sobre la cabeza de Lillian, quien la había estado observando con envidia.

La princesa se giró hacia él, sorprendida por su acción.

- Toma, es para ti - la realidad era que Rowan buscaba complacer a Anya más que a Lillian; a pesar de que él no compartía sus sentimientos, a ella parecía agradarle esa niña. Además, fue gracias a la flor que se rehusó a darle que pudo recibie el aprecio de su madre. Parecía justo obsequiarle al menos esto.

Las mejillas de la joven princesa se encendieron de un rojo brillante.

Anya estaba disfrutando de la muestra de amabilidad de su hijo cuando percibió la mirada del segundo príncipe sobre ella. Observaba fijamente la corona que ella había hecho con ojos de cachorro.

"Jamás" pensó la chica, poniendo la corona sobre su propia cabeza.

- Usted debería practicar más, su alteza.

Johannes se sorprendió de que lo hubiera atrapado y desvió la mirada de inmediato, su cara enrojecida.

El duque estaba dirigiéndose hacia ellos, así que Anya y Rowan se despidieron rápidamente para ir con él.

- ¿Ese es el segundo príncipe? - Raenor tenía la mirada fija sobre él, luego la dirigió hacia su esposa y su tono pareció suavizarse - No intentó nada ¿o sí?

Anya sacudió lo cabeza para tranquilizarlo. El duque relajó un poco su postura.

- ¿Qué estaban haciendo? - preguntó entonces.

- Descubrimos la debilidad de la realeza - sonrió Anya, poniendo su dedo índice sobre sus labios para indicar que era un secreto.

Raenor alzó una ceja, intrigado.

La chica se giró hacia Rowan, quien se acercó más a su padre para después susurrar.

- Son incapaces de hacer coronas de flores.

...

El dragón parpadeó, descolocado por la afirmación de su hijo.

Alternó la mirada entre madre e hijo, ambos tenían la misma expresión, la misma sonrisa traviesa en su rostro.

No pudo evitarlo.

Y Anya, por primera vez desde que había conocido al duque de Demasco, lo vio reír.

Fue apenas una corta exhalación a través de los dientes y giró su cara para que no pudieran verlo por completo, pero contaba.

Cuando volvió a mirarlos, si no feliz, al menos se veía complacido.

- Vamos a casa - dijo.