Ming ha amado a Valentina Jones, su mejor amiga, toda la vida, pero nunca se ha atrevido a decirle lo que siente. Cuando su madre, que está muriendo por un cáncer, le pide como último deseo que despose a Valentina, Ming pierde la cabeza. Esa locura temporal lo arroja a los brazos de Valentina, pero el miedo a decirle la verdad arruina todo.
Ahora su mejor amiga cree que la está usando y se niega a escuchar la verdad.
¿Podrá el destino unirlos o las dudas terminarán separándolos aún más?
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Nuestro propio cielo
Val
–Despierta.
Gruño cuando la voz de Ming me saca de un agradable sueño.
–No quiero –murmuro sin abrir los ojos y abrazando la almohada con más fuerza–. Quiero dormir.
–Tenemos que hablar.
–Nada de hablar, Ming. Quiero dormir. Una mujer embarazada necesita dormir –me quejo–. ¡No! –grito cuando comienza a quitarme el cobertor que cubre gran parte de mi cuerpo desnudo–. Si no quieres sufrir el ataque de una mujer embarazada, ¡déjame dormir!
Levanta el cobertor y me da una palmada en mis nalgas expuestas. –¡Arriba!
Abro un ojo y maldigo cuando me doy cuenta de que todavía no son las seis de la mañana.
–¡¿Has perdido la cabeza?!
Toma mis piernas y me arrastra a la orilla de la cama, y luego tengo que luchar contra sus manos en mis costillas.
–¡Detente! –le pido entre gritos y risas–. Odio las cosquillas.
–Te lo pedí amablemente –bromea sin dejar de torturarme. Mi corazón comienza a latir salvajemente dentro de mi pecho cuando veo su enorme sonrisa. También puedo apreciar el brillo de diversión y de amor en su mirada.
–Ya –le pido mientras carcajadas salen de mi garganta–. ¡Ya estoy despierta, ya estoy despierta!
Ming deja mis costillas en paz y puedo incorporarme parcialmente. El hombre frente a mí se acerca tanto que nuestras narices se tocan.
Siento una explosión de calor en mi bajo vientre cuando sus ojos miran mi cuerpo con hambre.
Ming tiene razón. Dormir está sobrevalorado.
Tiro de su camisa y sonrío cuando sus labios capturan los míos en un milagro de calor, que hace que todos mis músculos se tensen deliciosamente.
Este hombre es mi perdición.
–¿No querías dormir? –pregunta entre cada beso.
–Ya no –susurro mientras entierro mis uñas en su cabello–. Ya no quiero dormir.
–¿Ah, no? –pregunta antes de morder mi labio inferior y tirar de él–. ¿Qué quiere la mujer embarazada ahora?
–A ti –respondo–. Siempre te querré a ti –agrego mientras tiro de su camisa hasta sacarla–. Siempre.
Sonríe antes de besarme con un hambre diferente al de la noche anterior.
Mi cabeza comienza a dar vueltas mientras Ming se hace cargo de mi cuerpo y de mis deseos. Amo que sepa lo que necesito incluso antes de que yo lo sepa.
Su boca baja por mi cuerpo besando y mimando cada pedazo de piel que encuentra.
–Ming –gimo su nombre–. Ming. Ming. Ming.
–Eres mía, Valentina Jones.
–Tuya –devuelvo de inmediato mientras mis manos se aferran a las sábanas cuando su boca baja por mi bajo vientre hasta el vértice de mis piernas.
Su lengua se entierra profundamente dentro de mí y puedo ver fuegos artificiales detrás de mis parpados, más claros que en año nuevo.
–Ming –lo llamo en un sollozo que resuena por toda la habitación.
–Dilo.
–Ming.
–¡Dilo! –gruñe.
–Soy tuya –mascullo.
Los dedos de mis pies se encogen y mi espalda se levanta de la cama cuando sus dedos se unen a la fiesta.
–Di que siempre serás mía.
–Siempre –digo de inmediato–. Estoy tan cerca –gimoteo mientras vislumbro mi liberación a tan solo unos centímetros del alcance de mi mano.
Ming me gira en la cama y levanta mi trasero antes de hundirse en mí.
–¡Sí! –grito cuando mi cuerpo cae libremente al abismo más dulce que existe.
El hombre que amo toma mi cabello en su puño y me obliga a incorporarme hasta que mi espalda está tocando su pecho.
–Mía –susurra en mi oído–. Eres tan mía que ya no sé dónde comienzo yo y dónde terminas tú.
Mi vientre comienza a convulsionar con sus palabras tan posesivas. Algo que pensé que nunca me gustaría, pero aquí estoy ahora, deseando que cumpla cada palabra que sale de su boca.
Deseo que me ate a su cuerpo y que nunca deje que me aleje de su lado.
Su boca besa mi mentón y barbilla mientras sus manos acarician mis pechos, haciéndome sentir tan amada y deseada, que mis ojos explotan en lágrimas.
Ming saborea las pequeñas gotas de felicidad, que corren por mis mejillas, con un gruñido que nace de su garganta y que alimenta mi calor.
Una de sus manos baja a mi cintura y me sujeta con fuerza antes de aumentar la velocidad y la profundidad de sus movimientos.
Mi cabeza cae contra su hombro y me dejo ir en un grito, que parece nacer desde lo más profundo de mi ser.
Mi cuerpo cae hacia adelante cuando Ming termina y ambos caemos sobre la cama, respirando aceleradamente con nuestros cuerpos aun unidos.
Es una sensación maravillosa.
–¿Quieres casarte conmigo?
Suelto una risita mientras lucho para insuflar oxígeno a mis pulmones, que están ardiendo en este momento.
Ming sale de mi cuerpo y nos mueve hasta que quedamos en la cama, uno frente al otro.
Acaricio su mejilla y escondo mi rostro en su cuello. Aquí, en sus brazos, sintiéndome satisfecha y a salvo, sé que podría dormir por años.
–Cásate conmigo –pide mientras su boca besa la cima de mi cabeza.
Levanto mi cabeza tan rápidamente que golpeo su barbilla.
–Estás bromeando, ¿verdad?
Ming niega con su cabeza y me muestra un precioso anillo que yace sobre la palma de su mano.
–Mierda. No estás bromeando –mascullo mientras trato de incorporarme con torpeza.
–Soñé con este momento tantas veces –susurra mientras toma mi rostro en su mano–. Y sé que lo arruiné la primera vez, porque dejé que el miedo me bloqueara y dije cosas que te lastimaron. Pero quiero que sepas, Val, que casarme contigo es el sueño de mi vida. El sueño de ese niño que quedó deslumbrado la primera vez que te vio jugando sobre la enorme alfombra persa de tu mamá, con tu pequeña muñeca.
Suelto una risita. –Yo también recuerdo ese día, y la alfombra todavía la tengo, no es tan grande como la recordamos.
Ming sonríe. –¿Qué dices? –pregunta tomando mi mano izquierda en la suya.
–¿Qué está mal contigo? –pregunto con una sonrisa que no puedo borrar de mi rostro–. ¿Cada vez que te acuestas con una mujer tienes que pedirle matrimonio?
Ming ríe con tanta fuerza, que la cama tiembla bajo nuestro. –Cada vez que me acuesto con la mujer correcta lo hago –puntualiza–. Sé mi esposa.
Miro en la profundidad de sus ojos oscuros, buscando una excusa para decirle que debemos esperar, que es muy pronto, pero no encuentro nada, solo un amor tan inmenso como el que siento yo por él.
Lo acerco por un beso suave y lleno de anhelo.
–Seré tu esposa –susurro.
Ming me abraza y giramos por la cama hasta que quedo debajo de su cuerpo nuevamente.
La sonrisa en su rostro podría iluminar toda una ciudad y sé que hice lo correcto.
Toma mi mano y me coloca la argolla en mi dedo anular, sin dejar de sonreír.
–Te amaré toda mi vida, Valentina Jones. Y sé que venceré a la muerte y a cualquiera que quiera alejarme de ti. No perderé ninguna batalla ni ninguna carrera, porque sé que tú estarás esperándome al final del camino.
Bebo sus palabras, e incapaz de decir nada, lo atraigo por un beso que nos transporta a nuestro propio cielo.
Espero que esto no cambie nada los resultados🥺😬