La historia de Zander y Yoriko continúa en esta segunda parte llena de misterios, acción y mucho romance
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Capítulo XIX
"¿Amor?" La voz de Yoriko, un susurro apenas audible, se perdió en la oscuridad de la noche.
"¿Qué sucede, cariño?" Zander respondió, su tono de voz era lleno de cariño y preocupación.
"Te fallé. Algo salió mal. No pensé que pasaría, pero así fue. Y me temo, con dolor en el corazón, que esta será la última vez que nos veamos." Las palabras de Zander se escapaban de sus labios con un tono de desesperación, como si el mismo aire se negara a transportarlas.
"Espera, ¿Qué? No me digas eso, por favor. Lo prometiste." Yoriko dijo, su voz se quebró en un sollozo desgarrador.
"Lo intenté, juro que lo intenté. Lo siento tanto, pero el maldito y cruel destino lo quiso de esa manera." Zander dijo, sus palabras estaban cargadas de un dolor profundo, como si una mano invisible le estrujara el corazón.
Yoriko miró al suelo, resignada. Tomó aire y volvió a mirarlo a los ojos, en los que se notaba la tristeza profunda.
"No te disculpes, mi amor. Tuviste tus motivos para actuar y lo entiendo. Solo me duele el tener que dejarte partir." Las palabras de Yoriko eran un canto de despedida, una aceptación de la trágica realidad que los separaba.
"Abrazame por favor, quiero sentirte por última vez." Zander susurró, su voz era un lamento desgarrador.
Yoriko se acercó a él, sus brazos rodearon su cuerpo con un fuerza desesperada. Era un abrazo de despedida, un último adiós a un amor que se esfumaba en la oscuridad.
Cómo le había podido pasar algo tan cruel a alguien como Zander. ¿Podría ser el famoso karma? ¿Quizás estaba pagando por los errores que cometió en el pasado? O simplemente el escritor de su destino ya lo tenía planeado así y era inevitable hacer algo por cambiarlo. La vida es un misterio incomprensible, un laberinto de suerte y desgracia. Y a veces, la justicia se esconde en las sombras, dejando que el dolor y la pérdida se apoderen de los inocentes.
Ese abrazo y ese beso fueron los más importantes que darían en su vida. Porque esas dos simples acciones, esas pequeñas muestras de cariño, tenían algo que las iba a volver únicas y muy diferentes a las demás. Eran de amor, de uno muy fuerte, el famoso "Amor verdadero". Un amor que transcendía la realidad, un amor que se forjaba en el alma y que resistiría al paso del tiempo.
A pesar del dolor que la invadía, Yoriko conservaría ese abrazo y ese beso como un tesoro preciado. Serían un recuerdo imborrable de un amor que la había marcado para siempre. Un amor que no la abandonaría aún en la desolación y la tristeza.
"-Es hora." La voz de Zander, antes tan llena de vida, ahora sonaba como un susurro, apenas audible, como si el mismo aire se negara a transmitir su tristeza.
"-Lo sé, nunca pensé que iba a llegar este momento." Yoriko dijo, su voz apenas audible, como si cada palabra le costara un esfuerzo inmenso.
"-Tranquila, estaré bien. Te voy a cuidar desde donde esté, te voy a amar y a guiar por toda la eternidad." Las palabras de Zander, un intento desesperado por ofrecer consuelo, sonaban vacías en el silencio de la noche.
"-Me harás mucha falta, amor mío. Siempre te amaré y voy a llevarte en mi corazón hasta el último día de mi vida." Llorando en silencio, Yoriko intentó agarrarse a esa promesa, a esa infinita lealtad, como si pudiera amortiguar el dolor que se apoderaba de su alma.
"-Jamás me olvides. Haz tu vida, sé feliz, crece, ama, vuélvete a enamorar. Hay alguien que podría ser un buen compañero de vida para ti. No dejes que te consuma la tristeza, verte feliz es mi mayor deseo... cuando realmente estés preparada quisiera que me visites en este lugar." Zander, con un tono de voz roto por el dolor, trataba de reconfortarla, pero sus palabras eran como una espada que atravesaba su corazón.
"-Aún no te vayas, por favor. Quédate un momento más." Yoriko suplicó, sus palabras eran un llamado desesperado a la eternidad.
"-Quisiera, de verdad. Pero ya debo marcharme. Está Aiko esperándome. La veo muy feliz, ya no está sufriendo. Quiere que la acompañe." Zander dijo, sus palabras eran un eco de resignación, de aceptación de un destino inevitable.
"-Lo sé, cariño. Puedo verla, es tan preciosa. Anda, ve con ella. No olvides que te amo y te amaré con todo mi corazón." Llorando en silencio, Yoriko observó cómo la figura de Zander se esfumaba en la oscuridad, llevándose con él su corazón.
Luego de darle el papel a Yoriko, abrazarla y besarla, Zander caminó lentamente hacia el horizonte. Cada paso que daba era un peso en su corazón, un adiós a la vida que había conocido, a la mujer que amaba con todo su ser. La pequeña niña, Aiko, lo esperaba en la distancia, una figura pequeña y frágil, pero que le ofrecía una paz que nunca había conocido.
Ya todo había terminado. No habría más sufrimiento, dolor ni preocupaciones. Solo paz y felicidad. Pero esa paz era un desierto frío, un lugar sin la calidez del amor que había conocido con Yoriko.
No se atrevió a voltear. No quería ver cómo su amada quedaba atrás, no lo soportaría. La idea de dejarla sola, de no poder protegerla más, le causaba un dolor insoportable.
Tomó la mano de Aiko, su pequeña mano fría y desnuda. Ambas desaparecieron en una hermosa luz amarilla ante los ojos incrédulos de Yoriko. Su corazón se desgarró en un millón de pedazos.
Muchas lágrimas brotaban de aquellos ojos tristes. ¿Cómo sería la vida a partir de ahora sin el apoyo de su alma gemela? La idea de un futuro sin él la llenaba de un vacío insoportable. El mundo se había vuelto gris, sin brillo, sin color. Su corazón se había convertido en un castillo abandonado, rodeado de recuerdos amargos y un dolor que no parecía tener fin
Las lágrimas seguían fluyendo por el rostro de Yoriko mientras se quedaba parada allí, en ese lugar desolado y sin sus seres queridos a su lado. El peso del vacío se sentía abrumador, como si un pedazo de su corazón hubiera desaparecido junto con Zander y Aiko. Era como si el mundo se hubiera vuelto gris, una pintura sin color que reflejaba la tristeza que la inundaba.
El dolor en su pecho parecía insoportable. La soledad empezaba a envolverla como una niebla densa, oprimiéndola, ahogarla. Cada respiración era un recordatorio de la ausencia de Zander, de su calidez, de su amor.
Sin embargo, en medio de la tristeza y la desesperanza, Yoriko encontró fuerzas para recomponerse. Sabía que Zander no querría que se sumergiera en el dolor y dejara de vivir su vida. Ella recordaba sus últimas palabras, el amor que compartieron, el amor verdadero que trascendía el tiempo y el espacio.
El amor de Zander era una llama eterna que ardía en su corazón. Una llama que no podía apagarse, aun en la oscuridad. Un amor que la guía, que la impulsaba a seguir adelante, a vivir una vida llena de esperanza.