Luz O Oscuridad (Recuerdos Sombrios)

Losert llegó a casa con el cuerpo tenso y la mente revuelta. Apenas cruzó la puerta, se dejó caer en el sofá, enterrando el rostro entre sus manos. Todo lo que había vivido en los últimos meses lo golpeaba con fuerza.

Losert (pensando): Lobos, dragones... ahora esto. ¿Qué más existe en este mundo?

Un susurro lo sacó de sus pensamientos.

—Hola, Losert.

Se sobresaltó. Levantó la vista y allí estaba Ryujin, emergiendo de las sombras.

—¿Cómo entraste? —preguntó, confundido.

Ryujin esbozó una leve sonrisa.

—Las sombras están en todas partes. Pero no vine a hablar de eso.

—¿Entonces qué quieres?

La expresión de Ryujin se tornó seria.

—Mi deber siempre ha sido protegerte de Belial. Es alguien que te quiere muerto.

Losert sintió un escalofrío.

—¿Y por qué no me lo dijiste antes?

—Porque no debías saberlo. Pero las cosas han cambiado… —Ryujin bajó la mirada—. Mi señor me ordena que siga protegiéndote, pero a partir de ahora, lo haré desde las sombras.

Losert sintió una punzada en el pecho.

—¿Entonces esto es una despedida?

Ryujin dudó, luego sonrió con un dejo de nostalgia.

—Nunca pensé que nuestra amistad significaría algo… pero tú, Losert, cambiaste algo en mí.

Losert sintió un nudo en la garganta.

—No sé mucho de ti, Ryujin. Pero si algo tengo claro, es que eres mi amigo. Pase lo que pase.

Ryujin asintió, y su silueta comenzó a fundirse con la oscuridad.

—Lo sé —susurró—. Nos veremos pronto, amigo.

Y desapareció.

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El sonido del timbre lo sacó de su ensimismamiento. Se puso de pie, respiró hondo y abrió la puerta.

Frente a él estaban tres chicas. Elizabeth, la joven de cabello rojo a la que apenas conocía, Elena, con su actitud madura e imponente, y…

—¿Lisha? —susurró, sorprendido. Su mirada se clavó en ella mientras su mano se posaba instintivamente en su hombro—. ¿Dónde estuviste?

Lisha esquivó su mirada.

—Es… una larga historia.

—Bien, entremos —dijo Elena con impaciencia—. Tenemos mucho de qué hablar.

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El ambiente en la sala era denso. Nadie hablaba, solo el viento se filtraba por la ventana, arrastrando un silencio incómodo.

Finalmente, Elizabeth rompió la tensión.

—Iré directo al grano. Losert, hay alguien que quiere hacerte daño.

—Belial… —susurró Losert—. Sigo sin entender quién es ni por qué me busca.

Lisha tomó aire, con los puños apretados.

—Yo… puedo responder esa pregunta.

Losert la miró con el ceño fruncido.

—¿A qué te refieres?

Lisha cerró los ojos por un momento antes de hablar.

—Yo fui enviada para acercarme a ti. Hasta hace poco, trabajaba para Belial.

Losert sintió que el suelo se desmoronaba bajo sus pies.

—Todo lo que hice… fue por esa misión —continuó Lisha, su voz temblorosa—. Nuestra relación… también fue parte del plan.

El mundo de Losert se detuvo. Su corazón latía con violencia, y un amargo nudo se formó en su garganta.

—Entonces… Ryujin tenía razón. Me manipulaste todo este tiempo…

Lisha apartó la mirada. Quería gritarle la verdad, decirle que sus sentimientos habían cambiado, que su misión ya no importaba… pero sus labios se negaban a traicionar su orgullo.

—Sí… —susurró—. Solo te usé para cumplir mi misión.

Elena observó la escena en silencio. Elizabeth, en cambio, comprendió lo que Lisha estaba haciendo y decidió seguir con el plan.

—Losert, Belial es un vampiro —intervino.

Losert, aún aturdido, la miró con incredulidad.

—¿Vampiros también?

—Aquí hay tres criaturas —intervino Elena—. Yo soy una mujer lobo. Lisha es una semi-vampiro. Y Elizabeth…

—Soy un vampiro —completó Elizabeth.

Losert sintió su cabeza dar vueltas. Se llevó una mano a la sien, intentando procesar todo.

—¿Por qué me buscan? ¿Qué les hice?

Elizabeth desvió la mirada.

—No lo sabemos… —mintió.

Lisha tragó saliva. No podía soportarlo más.

—Ni siquiera yo conocía el motivo, solo seguía órdenes —dijo, su voz casi inaudible.

Losert sintió que su cabeza estaba a punto de estallar. Se levantó de golpe.

—Lo siento… es demasiada información por hoy. Me voy a mi cuarto.

Sin esperar respuesta, subió las escaleras y cerró la puerta tras él.

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Las chicas se quedaron en la sala, aún impactadas.

—¿Crees que estará bien? —preguntó Elena.

Elizabeth suspiró.

—No lo sé. Para él, solo tú y Lisha son conocidas. Apenas me ha visto un par de veces.

Lisha bajó la mirada.

—Pero tú eras…

—No lo recuerda —la interrumpió Elena—. No tiene sentido insistir.

Mientras tanto, en su habitación, Losert yacía en la cama con los ojos cerrados. Un fuerte dolor de cabeza lo atacaba, como si algo en su mente estuviera luchando por salir.

Sintió que el sueño lo envolvía. Pero al abrir los ojos… ya no estaba en su habitación.

El aire era pesado. Todo era oscuridad.

—¿Dónde estoy?

Una voz resonó en la nada.

—Es hora de que lo sepas todo, Losert.

La silueta de una sombra emergió frente a él.

Losert sintió un escalofrío recorrer su espalda.

—Pensé que estaba perdiendo la cabeza… pero tú eres…

La figura sonrió.

—Yo soy tú, Losert.

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Continuará…