Después de casi cinco años de una relación donde Adrien Gautier amaba de manera incondicional, decide liberar al aparentemente indiferente periodista de nota roja, Carlo Mancini, convencido de que sus sentimientos no son correspondidos. Sin embargo, conforme Adrien avanza en su nueva vida, surge la pregunta intrigante: ¿Carlo experimenta celos hacia su mejor amigo?
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📌Tercer novela de la trilogía: Hermanos Mancini
📌 Relación gay
📌 M-preg
(No pregunten si habrá alguna pareja heterosexual, porque no hay)
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Capítulo 19. Juntos seremos mejores.
—Regresaré, pero no dudes en llamarme si algo sale mal —dijo Cedric mientras abrazaba con fuerza a Adrien.
La noche anterior había prometido no entrometerse en su vida ni juzgar sus decisiones. Por supuesto, era consciente de sus propios sentimientos y no podía quedarse a ver la reconciliación de Adrien y Carlo. No soportaría verlo feliz en los brazos de otro.
Quizás era un poco egoísta de su parte, pero realmente deseaba que Carlo fuera mucho más torpe y perdiera la oportunidad que Adrien le estaba dando.
—Está bien —Adrien se separó del abrazo y le dedicó una sonrisa tranquilizadora—. Te avisaré cuando la cafetería esté terminada por completo para que vengas a hacer la inauguración junto a mí.
Cedric asintió.
Bueno, al menos había algo más íntimo que los unía. Algo que Carlo no tenía.
—Bien, me voy.
Adrien asintió y le dio un último abrazo antes de verlo desaparecer entre la multitud de personas que regresaban a Estados Unidos. Después de asegurarse de que no estaba a la vista, dio media vuelta y salió del aeropuerto internacional.
El día pintaba hermoso, sol, aire fresco y una temperatura perfecta. O tal vez simplemente lo veía así por la felicidad que albergaba en su interior.
Todo parecía haber regresado al camino correcto. Su relación con Carlo parecía que marcharía en la dirección que él siempre había deseado, su amistad con Cedric se había recuperado y, por el momento, el trabajo estaba marchando de maravilla.
La vida finalmente le sonreía. ¿Qué podría salir mal? Por fin estaba viendo la luz al final del túnel, una luz repleta de felicidad esperándolo.
Entró a su auto y segundos después de ponerse el cinturón de seguridad, su teléfono personal sonó, anunciando un mensaje. Miró la pantalla y su rostro se iluminó al ver el nombre en la barra de notificaciones.
«Disculpa, ayer estaba muy cansado y olvidé cargar el celular. Espero que hayas dormido bien. Te llevaré un café y un croissant, así que no compres nada».
Era el mensaje que Carlo había enviado. Después de leerlo, se sintió reconfortado y casi lloró de felicidad. Escribió una respuesta rápida y se puso en marcha. No había estado tan feliz de ir a su trabajo en mucho tiempo.
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—Buen día —la amable secretaria recibió a Adrien con un saludo y una sonrisa radiante. Adrien correspondió con un gesto amable, sorprendiendo a la secretaria que no esperaba una respuesta tan cordial de su parte.
—¿Ya llegó Carlo? —preguntó Adrien deteniéndose antes de entrar a su oficina. La secretaria negó con la cabeza.
—No, aún no ha llegado.
—Bien. Por cierto, todo lo que dije anteriormente sobre prohibirle la entrada si no es nada importante y todo eso, ya no es importante. Las cosas serán como antes.
Ella asintió—. Me alegra escuchar que las restricciones han sido levantadas.
Adrien asintió agradecido y entró a su oficina, dejando a la secretaria al borde de la emoción. Aquel ambiente tenso y asfixiante que había reinado entre ellos parecía disiparse, y la secretaria sentía un alivio palpable al saber que las cosas volvían a la normalidad.
Pocos minutos después, la voz de Carlo resonó en el pasillo, haciendo que la secretaria se enderezara en su silla con una sonrisa expectante.
—Buen día —saludó Carlo al entrar, recibiendo un amable saludo de vuelta.
—Buen día, señor Carlo. Adrien llegó hace unos minutos —informó la secretaria.
Carlo asintió y se dirigió hacia la oficina de Adrien. Al entrar, encontró a Adrien colgando su saco en un perchero y se acercó con una sonrisa cálida en los labios.
—Hola —saludó Adrien con una mezcla de sorpresa y alegría genuina al ver a Carlo.
Carlo colocó el café y el croissant sobre el escritorio y se acercó a Adrien, rodeándolo con un brazo mientras posaba sus labios en los suyos en un beso suave y reconfortante. Adrien se dejó llevar por el gesto, sintiendo una corriente de cariño y complicidad en cada roce.
El beso era diferente a todos los anteriores. Ahora, Carlo irradiaba calidez y ternura en cada caricia y gesto. Adrien podía percibir el cambio en su actitud, como si algo hubiera cambiado en él, como si finalmente hubiera encontrado la paz que tanto anhelaba.
Mientras se fundían en aquel beso, Adrien se sentía renovado, como si todas las tensiones y preocupaciones se disolvieran en aquel contacto íntimo. Carlo ya no era un bloque de hielo, sino una fuente de afecto y conexión genuina que Adrien estaba ansioso por explorar más a fondo.
El beso continuó, envolviéndolos en una atmósfera de complicidad y amor que Adrien había anhelado durante mucho tiempo. Las manos de Carlo exploraban con ternura la espalda de Adrien, mientras sus labios se movían en perfecta armonía.
Por primera vez en mucho tiempo, Adrien no se sentía agobiado por la incertidumbre o la duda. Había algo en la forma en que Carlo lo abrazaba y lo besaba que le transmitía una sensación de seguridad y paz interior. Era como si finalmente hubiera encontrado un refugio en medio de la tormenta.
Cuando se separaron, sus miradas se encontraron, y en esos ojos de Carlo, Adrien vio algo nuevo, algo que nunca había visto antes. Era como si hubiera una chispa de esperanza y renovación, como si Carlo estuviera dispuesto a dejar atrás el pasado y empezar de nuevo.
—He estado pensando mucho en nosotros —confesó Carlo, acariciando suavemente la mejilla de Adrien—. Y creo que es hora de dejar atrás las viejas heridas y construir algo nuevo juntos.
Las palabras de Carlo resonaron en el corazón de Adrien, llenándolo de una cálida emoción. Era exactamente lo que había estado esperando escuchar, pero nunca se atrevió a esperar. La idea de tener una segunda oportunidad con Carlo, esta vez bajo condiciones más maduras y sinceras, era como un sueño hecho realidad.
—Yo también lo he estado pensando —respondió Adrien, sintiendo cómo se aliviaba un peso de sus hombros—. Creo que juntos podemos superar cualquier obstáculo y ser felices de verdad.
Carlo asintió con una sonrisa, y juntos se sentaron en el escritorio, compartiendo el café y el croissant mientras hablaban sobre sus planes futuros. Había un nuevo sentido de complicidad y entendimiento entre ellos, y Adrien no podía evitar sentirse emocionado por lo que el futuro les deparaba.
El día transcurrió en una atmósfera de renovada esperanza y amor. Adrien y Carlo se comprometieron a dejar atrás los errores del pasado y trabajar juntos para construir un futuro lleno de felicidad y complicidad. Era el comienzo de una nueva etapa en sus vidas, y ambos estaban decididos a hacerla funcionar.
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La secretaria, notando la tensión en el ambiente, se mordió el labio inferior y miró con preocupación a las dos personas frente a ella, sintiéndose culpable por las palabras que aún no salían de su boca.
—¿Vas a decir algo o no? —cuestionó Adrien con hartazgo, su voz resonando en la tranquila oficina.
—Yo... lamento arruinar sus planes, pero es imposible que puedan reunirse el sábado o el domingo. Ambos tienen eventos importantes programados —explicó la secretaria con una mezcla de temor y disculpa en su tono.
Carlo y Adrien se miraron con tristeza. La cena por agradecimiento aún estaba en pie, pero debido a su ocupada agenda, habían decidido posponerla hasta el fin de semana. Sin embargo, sus planes se habían derrumbado en ese momento. Se dieron cuenta de lo ingenuos que habían sido al pensar que, en medio de las elecciones y sus compromisos, podrían tener un día tranquilo juntos.
Al final, ambos suspiraron con resignación, aceptando la realidad de su situación.
—¡¿No pueden esperar o qué?! ¡Tenemos vida también! —exclamó Adrien, elevando la voz con frustración. Se sentía decepcionado y agobiado por las circunstancias.
—L-Lo siento mucho —susurró la chica, sintiendo el peso de la responsabilidad y el miedo a la reacción de su jefe.
—Ve, yo me encargo de esto —intervino Carlo, tomando la mano de Adrien para transmitirle calma. La secretaria asintió rápidamente y salió corriendo de la oficina.
Carlo dejó las gafas para vista cansada a un lado y se acercó a Adrien, besando suavemente sus nudillos. El gesto era una muestra de cariño y tranquilidad.
—Tranquilo, vamos la siguiente semana. Tendré tiempo de arreglar algo mucho más especial para nosotros —dijo Carlo con ternura, tratando de calmar la decepción de Adrien.
El corazón de Adrien latía aceleradamente. Nunca antes había visto ese lado tan cariñoso de Carlo, y en ese momento, lo amaba más que nunca. Sin embargo, también sentía un ligero temor de perderse en ese amor y ser abandonado nuevamente. A pesar de ello, decidió dejar atrás sus miedos y confiar en Carlo.
—Estoy tranquilo ahora —respondió Adrien con una sonrisa, recostando su cabeza en el hombro de Carlo y cerrando los ojos. Sus palabras siguientes reflejaron sus sentimientos más profundos—: Aún me parece irreal esto entre nosotros. Es como si estuviera en un hermoso sueño que se está haciendo realidad.
Carlo sonrió con ternura ante las palabras de Adrien. Aunque el pasado había dejado cicatrices y arrepentimientos, estaba decidido a hacer las cosas bien esta vez.
—No es irreal, Adrien. Soy real, esto es real, el "nosotros" es real —dijo Carlo con convicción, mirando a Adrien con sinceridad—. Sé que es pronto para confiar plenamente, pero quiero que sepas que me esforzaré por merecer tu confianza de nuevo.
Las palabras de Carlo resonaron en el corazón de Adrien, infundiéndole esperanza y seguridad en el futuro. Aunque todavía había dudas y temores, el gesto sincero y la mirada de Carlo le hicieron creer que esta vez las cosas serían diferentes.
—Sí, confío en que las cosas serán mejores. Juntos seremos mejores —afirmó Adrien con determinación y una sonrisa esperanzadora.