El Mago Que Quemó Todo

Lysander abrió los libros de magia con manos temblorosas, sintiendo la emoción recorrer su cuerpo mientras pasaba las páginas llenas de conocimientos antiguos y misteriosos. Las palabras impresas cobraban vida ante sus ojos, como si estuvieran esperando ser descifradas por alguien destinado a desvelar sus secretos.

Mientras recorría las páginas, su atención se centró en un hechizo en particular, un simple encantamiento de luz. Con cuidado, leyó las palabras y siguió las instrucciones con una concentración intensa. Cerró los ojos y se dejó llevar por la energía que fluía a través de él, visualizando la luz que deseaba crear.

Entonces, como por arte de magia, una pequeña chispa de luz apareció en la palma de su mano. Lysander sintió una oleada de asombro y alegría recorrerlo mientras contemplaba maravillado la luz brillante que había convocado. Era solo un pequeño destello, pero para él, era un símbolo de esperanza y potencial.

Con una sonrisa de satisfacción en su rostro, Lysander continuó practicando el hechizo una y otra vez, experimentando con diferentes variaciones y dejando que su imaginación volara libremente. Por un breve momento, olvidó todas sus preocupaciones y problemas, sumergiéndose por completo en el maravilloso mundo de la magia.

Sin embargo, en el fondo de su mente, persistía una pregunta inquietante: ¿qué más podría ser capaz de hacer con su magia?

Lysander levantó la mirada al escuchar los aplausos y quedó sorprendido al ver a un niño de su edad mirándolo desde lo alto con una expresión de admiración. Observó con asombro cómo el chico descendía suavemente hacia él, utilizando la magia para deslizarse con gracia por el aire.

El niño era un chico de aspecto peculiar. Su cabello oscuro y su piel pálida contrastaban con sus grandes ojeras, como si pasara más tiempo estudiando que durmiendo. Vestía ropas gastadas y remendadas, como si hubieran visto demasiadas aventuras.

A pesar de su apariencia, había algo en él que llamaba la atención. Sus ojos oscuros brillaban con un brillo de conocimiento y determinación, como si estuviera siempre un paso adelante de los demás. Parecía cargar consigo un aire de misterio y sabiduría, como si supiera secretos profundos que el resto del mundo ignoraba. Aunque su aspecto era modesto, su mirada revelaba un poder latente y una sed insaciable de conocimiento.

El niño se acercó con una sonrisa brillante en el rostro y extendió la mano en señal de saludo.

—¡Hola! Soy Moros Blackthorn—, se presentó con entusiasmo. —Estaba observando tu práctica de magia, ¡fue genial!—

Lysander devolvió la sonrisa, sintiéndose animado por el gesto amistoso del otro chico.

—Hola, Moros—, respondió con cortesía. —Gracias, estaba practicando un hechizo de luz que aprendí de estos libros.—

Lysander levantó los libros de magia para mostrarlos, sintiéndose orgulloso de su progreso.

Moros asintió con interés.

—¡Eso suena increíble! Yo también estoy emocionado por comenzar en la escuela de magia este año. ¡Creo que vamos a ser grandes amigos!—

La idea de tener un amigo en la escuela de magia llenó a Lysander de alegría y emoción. Asintió con entusiasmo.

—¡Sí, definitivamente deberíamos serlo! ¿Has practicado algún hechizo antes?—

Moros asintió, con una chispa de emoción en sus ojos. El destello de luz que Moros creó llenó el callejón con un brillo resplandeciente, deslumbrando a Lysander por un momento. Si bien sintió una pizca de celos ante la habilidad innata de su nuevo amigo, también quedó maravillado por su destreza.

—¡Guau, eso fue increíble!— exclamó Lysander, admirando la luz brillante. —Me gustaría poder hacer algo así.—

Moros sonrió con humildad ante el elogio de Lysander.

—Gracias. Mi madre me ha estado enseñando magia desde que era muy joven—, explicó. —Ella es una maga muy talentosa.—

La mención de la madre de Moros hizo que Lysander reflexionara sobre su propia relación con su padre. Cedric rara vez había hablado con él sobre la magia y nunca le había enseñado mucho. Se sintió un poco desanimado al darse cuenta de la falta de orientación en su vida mágica.

—Mi padre apenas me ha hablado sobre la magia—, confesó Lysander con un suspiro. —Pero me encantaría aprender más.—

Moros asintió con comprensión.

—¡No te preocupes! ¡Yo puedo enseñarte algunos trucos geniales si vienes conmigo!—

A pesar de su leve sensación de cautela, la emoción de aprender más sobre la magia superó cualquier duda que Lysander pudiera tener. Asintió emocionado.

—¡Sí, por supuesto! ¡Me encantaría!—

Con una sonrisa brillante, Moros guió a Lysander fuera del callejón, hacia un mundo de posibilidades mágicas.

Lysander se detuvo abruptamente cuando sintió la mano de un adulto en su hombro, una presencia que lo tomó por sorpresa. Al darse la vuelta, se encontró con el rostro conocido de Theron Frosheart, el mejor amigo de su padre y quien tambien era su padrino.

—¿A dónde crees que vas tan rápido, joven aprendiz de mago?— preguntó Theron con una sonrisa divertida.

Lysander titubeó por un momento, incómodo bajo la mirada penetrante de Theron.

—Voy... voy a... con mi nuevo amigo—, respondió, señalando hacia el callejón donde Moros había estado parado.

Theron frunció el ceño ligeramente, mirando hacia donde Lysander indicaba. Sin embargo, cuando se volvió a mirar, Moros había desaparecido como si se lo hubiera tragado la tierra.

—¿Nuevo amigo?— repitió Theron con curiosidad. —¿Cómo se llama?—

Lysander se sintió un poco desconcertado al no ver a Moros en ninguna parte.

—Su nombre es Moros Blackthorn. Acabo de conocerlo aquí—, respondió, buscando con la mirada a su nuevo amigo sin éxito.

Theron arqueó una ceja, como si estuviera evaluando la situación.

—Interesante. ¿Tu padre sabe que estás aquí?— preguntó con una expresión seria.

Lysander se sintió un poco culpable al darse cuenta de que no había informado a su padre sobre sus planes de salir.

—No... no exactamente—, admitió, sintiéndose un poco avergonzado.

Theron suspiró, pero luego le ofreció una sonrisa tranquilizadora. —Está bien. Ven, te llevaré de regreso a casa. Tu padre estará preocupado si te ve vagando por ahí sin avisar.—

Aunque algo decepcionado por no poder seguir a Moros, Lysander asintió y siguió a Theron de regreso a casa, preguntándose qué tipo de aventuras le depararía el futuro, tanto en el mundo de la magia como más allá.

Theron pudo observar la decepcion de su ahijado, por lo que aprovecho la oportunidad cuando observo una tienda de helados.

—Podemos tener un pequeño secreto de tu padre y hacer una parada a la heladeria, no te preocupes, le dire que siempre estuve a tu cuidado—.

Lysander asentía con la cabeza mientras daba vueltas con la cuchara en su helado derretido. La preocupación de Theron lo hacía sentir incómodo, pero agradecía que fuera él y no otro de los amigos de su padre.. Sin embargo, no podía evitar sentirse un poco irritado por la constante vigilancia.

—Guardare el secreto de tu nuevo amigo, pero debes prometer que no iras a ningun lado sin avisar, aun eres muy pequeño y no conocer los peligros de este mundo.

—Entiendo, Theron —respondía finalmente Lysander, tomando una pausa antes de continuar—. Pero no siempre necesito estar bajo la mirada de mi padre. Soy suficientemente grande como para cuidarme solo.

Theron suspiraba, entendiendo la perspectiva de Lysander pero sin ceder en su posición.

—Lo sé, Lysander. Pero tu padre solo quiere asegurarse de que estes a salvo. Ha pasado por mucho y no quiere que te pase nada malo,

Lysander asentía, reconociendo la lógica detrás de las preocupaciones de su padre. A pesar de sus reservas, sabía que Theron tenía razón y que debería comunicarse mejor con su padre en el futuro.

—Gracias, Theron.  No volverá a suceder.

Theron sonreía, satisfecho con la respuesta de Lysander.

—Así me gusta, joven mago. Ahora, ¿terminaste tu helado? Creo que era hora de llevarte a casa antes de que tu padre te de un sermón por desaparecer.

Lysander rió, sintiendo un alivio momentáneo por haber evitado una confrontación con su padre.