𝖤𝗌𝗉𝖾𝗋𝗈 𝗊𝗎𝖾 le 𝗀𝗎𝗌𝗍𝖾
𝖸 𝗊𝗎𝖾 𝗆𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝖾𝗇 𝖼𝗈𝗆𝗈 𝗅𝖾 𝖺𝗉𝗈𝗒𝗈 𝖺 𝗎𝗌𝗍𝖾𝖽𝖾𝗌
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19
Elica lo miró directamente a los ojos, sin parpadear. Su mirada era intensa y penetrante, como si pudiera ver a través de su alma. Su voz sonaba como un canto celestial, pero sus palabras eran letales.
—No pienso que sea mejor que nadie. Sé que soy mejor porque Dios me ha elegido. Él me ha dado un propósito y una misión divina que ustedes, los pecadores, nunca entenderán.
Ella dio un paso hacia él, acortando la distancia entre ambos. Su expresión se volvió aún más seria y su aura se volvió más intensa.
—Yo estoy aquí para salvar a los perdidos, para llevarlos al camino correcto. Y tú, con tu falta de fe y tu comportamiento pecaminoso, eres uno de los que más necesitan ser salvados.
El chico guapo se estremeció ligeramente ante la intensidad de Elica. Su seguridad se desvaneció por un momento, pero rápidamente trató de recuperar el control de la situación.
—Salvado por ti... —murmuró con sarcasmo, aunque había una nota de inseguridad en su voz. —Qué honor.
Intentó mantener su sonrisa arrogante, pero sus ojos reflejaban un atisbo de duda. Miró a su alrededor, notando cómo algunos estudiantes los estaban observando con curiosidad.
—Y dime, oh salvadora, ¿cómo planeas salvarme exactamente? ¿Vas a darme una lección de moralidad o vas a intentar convertirme en tu pequeño seguidor obediente?.
Elica sonrió ligeramente, pero su sonrisa no tenía nada de amabilidad. Era una sonrisa fría, calculadora, como la de un depredador que ha encontrado a su presa.
—No necesito darte una lección de moralidad. Tú ya sabes lo que está mal. Lo que necesitas es un cambio de corazón, una revelación divina que te muestre el camino correcto.
Se acercó aún más, invadiendo completamente su espacio personal. Su voz se volvió más baja, casi un susurro, pero con un poder hipnótico que lo obligaba a escucharla.
—Y no necesito convertirte en mi seguidor. Tú ya estás bajo mi influencia, aunque aún no lo sepas. El Espíritu Santo está trabajando en ti, y pronto te arrodillarás ante mí y reconocerás tu pecado.
El chico guapo se quedó sin palabras por un momento, claramente afectado por las palabras de Elica. Su arrogancia había sido momentáneamente reemplazada por una expresión de incredulidad y miedo. Podía sentir algo en el aire, algo sobrenatural que lo rodeaba y lo hacía sentir vulnerable.
Intentó retroceder, pero sus piernas parecían no responderle. Su mirada se volvió hacia la cruz que colgaba del cuello de Elica, y de repente sintió un dolor punzante en su pecho, como si le estuviera dando un ataque cardíaco.
—¿Qué... qué me estás haciendo? —jadeó, llevándose una mano al corazón.
Elica observó con satisfacción cómo el chico se retorcía de dolor. Su voz era suave y serena, pero sus palabras eran mortales.
—No te estoy haciendo nada, solo estoy mostrándote la verdad. La verdad de tu pecado y de la justicia divina.
Se acercó aún más, hasta que su rostro quedó a centímetros del suyo. Sus ojos brillaban con una luz sobrenatural.
—Pero si me lo permites, puedo aliviar ese dolor. Puedo liberarte de la oscuridad que te consume y llevarte a la luz. Solo tienes que aceptar mi ayuda. Solo tienes que pedirme perdón.
El chico guapo, agonizante por el dolor, levantó la mirada hacia Elica. Su rostro estaba pálido y sudoroso, y sus ojos estaban llenos de desesperación.
—Perdón... perdón por todo. No puedo soportarlo más. Haz que pare.
Se aferró a su camisa, su orgullo completamente desvanecido. Su respiración era entrecortada y su cuerpo temblaba incontrolablemente.
—Por favor, ayúdame. Dios... Dios te escucha, ¿verdad? Por favor, haz que Dios me perdone.
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