No Volveré A Ser La Villana

El duque mostró una expresión de furia.

—Esposa, esto no es... —el duque habló cada vez más bajo y dudoso al ver la mirada de mi madre.

—Por favor, señorita Natalia, quédese —volvió a ofrecer mi madre.

Me dediqué a observar la interacción del duque y mi madre. Confirmando que algo era distinto, no solo el cambio de actitud de mi madre hacia mí, sino que la relación matrimonial de esta mansión cambió.

—Ya que están deseosos de que me quede, no pediré demasiado dinero, con 10000 monedas de oro estaría bien.

A Natalia le brillaron los ojos cuando mencionó la cantidad.

Madre se miró sorprendida, pero aun así asintió, estando de acuerdo.

—Inmediatamente, le diré al mayordomo que le dé el sueldo de este año —indicó madre.

Natalia negó con la cabeza.

—No me entiendes, quiero 10000 monedas al mes. Por ende, 120000 monedas de oro al año —mientras más hablaba más brillaban sus ojos.

—¡Impertinente! —espetó el duque con furia— estás aprovechándote de que aún eres útil.

Madre sostuvo el brazo del duque, indicándole con la mirada que se callara.

—Bien —asintió—, cuide de Kristina de ahora en adelante.

Natalia accedió con la mirada: —Claro que sí.

El duque se veía molesto, pero no se atrevió a hacer nada más que mirarla de mala manera mientras salía del dormitorio junto con madre.

—Oí que tienes dos lobos mágicos, llámalos —ordenó Natalia al quedar las dos solas.

La observé en silencio, cuestionando en mi mente sus palabras.

Finalmente, negué con la cabeza: —No puedo. No sé en donde están.

Ella no pudo contener su rostro serio, causando que una expresión de desconcierto adornara su rostro.

Fijó sus ojos en los míos, analizando si era una broma.

Al final, explicó con paciencia contenida: —Cuando firmas un contrato de subordinación con la raza de los lobos míticos, puedes llamarlos con tu mente.

Concluyó, tocando su cabeza con el dedo.

—Hazlo.

—No tenía idea de que se debía hacer eso, pero, ¿es necesario?

Su rostro se deformó, sus labios se crisparon, provocando qué sus comisuras subieran y bajaran, sus cejas estaban sumamente fruncidas, y sus ojos contenían una intensa intención de estallar en ira.

—Imaginar que un día, tú también serías amable —comentó, reprimiendo el disgusto en sus ojos y el enojo que amenazaba por salir.

¿Nos conocíamos de antes? Pensé que era puramente mi imaginación, pero entonces, ¿por qué siento que me odias, Natalia? ¿De verdad no eres Cristine?

—No importa, iré por esos dos. No te muevas, tu maná aún es inestable —culminó dando una orden.

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Me quedé sentada en la cama, recordando una y otra vez lo ocurrido, todo parecía un sueño loco.

Lo que es terrible, solamente estuve en coma un par de días y ocurrieron grandes cosas.

Entre ellas, llegó una mujer extraña a la casa, junto con eso, los duques mejoraron su relación, madre se disculpó conmigo, y al parecer, también se disculpó con Vicent.

Suspiro.

Me mantuve en cama, esperando que Natalia regresara; esperanzada de que no volviese enojada.

Ladrido. (Oye mujer loca, suéltame).

Repentinamente, sentí la voz de Rhys, quejándose.

Ladrido. (Rhys, cállate).

Como siempre, Llyr terminó aconsejando a Rhys.

—Señorita Natalia, ¿puede ser más amable con ellos? Por favor —la voz de Vicent sonaba preocupada.

La puerta se abrió, entrando Natalia con Rhys y Llyr sujetados por el lomo.

—Así es como se tratan a los lobos míticos —dijo con un poco de tolerancia— estos animales deben saber subordinarse a sus superiores.

Vicent frunció los labios, un poco frustrado.

Sin embargo, sus ojos se encontraron con los míos.

—Hermana, me alegro de que ahora te encuentres bien —dijo, acercándose a mí.

Por un momento, sospeché que Vicent estaría enojado conmigo por impedir —accidentalmente— el banquete de celebración, pero él seguía siendo el mismo de siempre.

—Gracias.

Al parecer, él notó mi suposición, ya que jugueteó con sus manos, antes de hablar: —Hermana, yo... Yo no pude venir a verte. Mi...

—Su maná está inestable también, estar cerca de ti en ese momento era ponerlos a los dos en riesgo —intervino Natalia dejando a los dos lobos frente a mí.

Guardé silencio. En mi vida pasada, Vicent tenía un dominio total de su maná desde niño, por lo que ahora sea así, es completamente mi culpa, sabiendo aquello, le dirigí una mirada de disculpa.

—Hagan el ritual de subordinación —Natalia habló con su vista pegada en Rhys y Llyr.

Todos nos mantuvimos quietos por unos segundos, causando que Natalia frunciera el ceño.

—Ustedes dos deben saber mejor que yo como realizar el ritual de subordinación, ¿qué esperan?

En ese momento, me percaté de que Natalia también oía a los animales, pero ¿por qué?

Ladrido. Ladrido. (Esta mujer está loca Llyr, no sé de qué habla. No me gusta).

Llyr no le respondió, solo se limitó a observar.

Ladrido. (Esta mujer te está escuchando, Rhys).

A Rhys se le erizó el pelaje, y sus ojos se fijaron en los de Natalia, estando en guardia.

Ladrido. Ladrido. Ladrido. (Imposible. Además de Kristina y los elfos, ningún otro ser nos debería escuchar. Y esta mujer no tiene el maná de un elfo).

Por primera vez, pude vislumbrar a Llyr asintiendo a algo que dijera Rhys.

—¿Cómo es que saben eso? —cuestioné un poco divertida— Natalia también es un elfo, miren sus orejas.

Ladrido. Ladrido. (El maná de esta mujer es demasiado helado para ser el de un elfo).

—Se acabó —dijo con incredulidad, para luego continuar con murmullos— debí aparecer antes y evitar que en este mundo se volvieran tan ineptos.

Giró su cabeza hacia nosotros, con los ojos desesperanzados.

—De verdad creí que por ser quien eres, serías distinta —comentó desilusionada— pero eres como un humano promedio. Esto es un verdadero desastre.

La observé sin comprender.

Ella negó con la cabeza mientras suspiraba.

—Lo haré yo —dijo, con un toque de irascibilidad.

Natalia estiró sus dos brazos y sus dedos, a su vez, poco a poco se fue alejando de mí.

—Niño, ven conmigo también —indicó su lado derecho, instando a Vicent— no es buena idea que tu maná se mezcle con el de ella.

Aunque al principio dudó, Vicent se acercó a ella, con una mirada de resistencia.

—Bien. Ahora, ustedes dos, muérdanla —culminó observando a Rhys y Llyr.