DESNUDA EN TU PIEL

...𝐍𝐀𝐑𝐑𝐀 : 𝐀𝐔𝐑𝐎𝐑𝐀...

No puedo creerlo. ¿Cómo se atreve a hablar de mi madre así, como si fuera un simple truco para manipularme? La palabra “madre", en su boca suena sucia, como si usara esa palabra para manchar algo sagrado. Todo este espectáculo, las sonrisas falsas, las palabras bonitas... Está claro que solo quieren aprovecharse de Salvatore. Pero involucrar a mi madre y utilizarla como pretexto para pedirme que lo convenza de darles dinero... eso es muy bajo, incluso para ellos. ¿De verdad piensan que soy tan tonta? No voy a permitir que me manipulen así.

—¿Te atreves a mencionar a mi madre? —digo, mientras volteó y camino hacia ella.

—Mi madre tiene razón, ¿Acaso no buscas el bienestar de tu madre? —dijo Valeria, acercándose a Claudia con los brazos cruzados,su mirada punzante estaba fija en mi—Si papá pierde la compañía no habrá dinero para los tratamientos. Tu moribunda madre morirá en cuestión de semanas.

No pude más, la sangre me hervía, lo sentía en las venas, y antes de que pudiera pensar con claridad mi mano voló hacia su rostro, dándole una fuerte bofetada que resonó en el salón.

 —¡No te permito que hables así de mi madre! —grité, sintiendo que mi voz temblaba de rabia— ¡Lávate la boca o córtatela si no la necesitas!

Valeria se llevo la mano a la mejilla, mirandome con ojos llenos de furia. —¡Maldita perra! —chilló, dando un paso hacia mí como si fuera a devolverme el golpe.

—Valeria, ¡Calmate!—dijo papá, interviniendo. Se puso de pie y la sujeto por el brazo antes de que ella pidiera acercarse a mi.

Ella se giró hacia él, haciendo su típico berrinche como si fuera una niña pequeña. —¡Pero papá, esa gata se atrevió a pegarme! ¿Y tú no a hacer nada?.

Papá se volvió hacia a mi, con la expresión ahora sería, casi fría. —Aurora, no debiste pegarle a tu hermana—dijo, con su típico tono frio, pero cargada de autoridad—Tu hermana y tu madre tienen razón. Sin el dinero suficiente, perderemos la empresa, y no habrá como sostener a la familia ¿Qué tiene de malo que le pidas ayuda a tu esposo para ayudarnos?

Me acerqué a él, y pude sentir mi corazón latir con fuerza, mis puños se apretaron, y lo mire directamente. Sentía que estaba perdiendo el control. —No tienen derecho a hablar de mi madre como si les importara —espeté, señalando a Claudia con un gesto cargado de desprecio—Y ella no es mi madre. Nunca la reconocí como tal.. Solo tengo una madre, Claudia no es más que tu amante. Mi madre es la única esposa legítima, ni siquiera te has divorciado, y lo sabes bien...No vengas ahora a darle un lugar que no le corresponde.

Claudia se tensó, y lo pude notar al ver cómo apretaba sus puños, pero no me detuve ahí. —Primero te metiste con esa mujer mientras mi madre estaba embarazada—continúe, dejando que mí voz subiera de tono y cada palabra era más afilada que la anterior—Cuando enfermo la mandaste a un hospital como si fuera una carga, y luego metiste a esa mujer a nuestra casa. ¿Y ahora? En lugar de su hija, me obligaste a casarme, por si fuera poco me obligas a pedirle dinero a Salvatore. Prefieres vender a tu propia hija antes que a tu hija ilegítima. ¡De verdad no tienes vergüenza! ¡No mereces ser padre!

Él no dijo nada, pero su rostro se endureció, los músculos de su mandíbula se apretaron mientras sus ojos brillaban con una furia contenida. De repente, levantó la mano, y antes de que pudiera reaccionar, me dio una cachetada tan fuerte que mi cabeza giró a un lado. El dolor me quemó la mejilla, pero no me moví. Lo miré de nuevo, y mis ojos ardieron con más enojo.

— ¿La verdad duele, no? — le dije, con la voz temblorosa pero cargada de desprecio. Porque en este momento, eso era lo único que podía sentir hacia mi propio padre...desprecio— Sé que duele, pero vas a escucharla. Eres un aprovechado, si no fuera por mi madre, no estarías donde estás ahora. Ni tú ni tu maldita empresa. Cuando ella enfermo, te apoderaste de todo..de la empresa , de las acciones que ella te traspasó porque confiaba en ti. Y ahora te niegas a devolverle el favor. A mí no me quisiste dar un puesto en la empresa...Pero a Valeria, que no sabes si lleva tu sangre, si le diste un lugar ¡¿Qué clase de padre eres?!

Papá nuevamente levantó la mano otra vez, su rostro ahora estaba mucho más rojo que antes, estaba dispuesto a ganar otra bofetada. Yo giré el rostro, esperando el impacto, como tantas veces antes, preparada para el dolor que ya conocía. Pero el golpe nunca llegó. Sentí una presencia a mi lado, y cuando levanta la mirada, vi una mano fuerte sujetando el brazo de Ricardo con firmeza. Mis ojos siguieron esa mano hasta el rostro de la persona que lo había detenido, y mi corazón dio un vuelco al darme cuenta de que era Salvatore.

Sus ojos grises están fijos en Ricardo, y la tensión en su postura era como una tormenta a punto de estallar. No dijo nada, pero la advertencia en su mirada era suficiente para hacer que el aire en el salón se volviera aún más pesado.

—Si viniste — dije, mirándolo con una mezcla de alivio y sorpresa a la vez mientras mis ojos se encontraban con los suyos, grises y afilados como siempre.

— Te prometí que lo haría ,¿no?— respondió Salvatore, con una voz calmada pero con ese tono que hacía que todo pareciera bajo control. Luego su mirada se deslizó hacia mi padre, y vi como él se retorcía incómodo bajo la presión de la mano de Salvatore que aún sujetaba su brazo con fuerza.

—¿Y tú quién eres, imbécil? . ¡Suelta a mi padre ahora! —espetó Valeria, dando un paso hacia adelante, al parecer no logró reconocerlo, con esa arrogancia que siempre llevaba como si fuera una corona... ¿cómo hacerlo? .

Salvatore giró la cabeza hacia ella, y la furia en sus ojos eran tan intensas y notables que Valeria se quedó callada de golpe, retrocediendo un par de pasos como si hubiera chocado contra una pared invisible. Sin decir una palabra, él soltó a papá de un empujón brusco haciendo que este se tambaleara hacia atrás; casi perdiendo el equilibrio. Luego, se volvió hacia mí, sus manos encontraron mis hombros, y luego con una suavidad que contrastaba con la tormenta en su rostro tocó mi mejilla justo donde el golpe de mi padre aún ardia. Sus dedos eran cálidos, pero su expresión se endureció más cuando vio la marca. De reojo notó a Alessandro entrando al salón, y su voz cortó el aire como un cuchillo.

—¿Asi es como la cuidas? Te dije que no te alejaras de ella ni por un minuto.

Alessandro lo miró con seriedad, pero sin inmutarse — Lo lamento, no volvera a pasar.

— No lo regañes— interviene, con la voz baja aún procesando todo— Es mi culpa, yo le pedí que me dejara sola un momento. No pensé que las cosas se pondrían así.

Salvatore no dijo nada más, pero su mirada se suavizó por un instante mientras me observaba. Luego me soltó y se giró hacia mi padre, que ahora estaba de pie, nervioso , intentando recuperar algo de compostura — ¿Así es el comportamiento de los Conti?

Papá abrió la boca balbuceando algo, pero antes de que pudiera explicarse, Claudia se acercó a él tomándolo del brazo con una sonrisa nerviosa casi desesperada —Señor Romano, por favor, no malentienda. Solo estábamos hablando de asuntos familiares, era una conversación entre padre e hija. Nada fuera de lo normal.

 —¿ A esto le llamas una simple conversación entre padre e hija? — repitió él, con la voz seca —¿Golpear a mi esposa es lo que llamas una conversación? Ni las hienas devoran a sus crías... Escuchen bien, Aurora ahora es mi mujer, nadie tiene el derecho a tocarla..

Claudia enderezó su postura intentando mantener su fachada de control — Señor Romano, aunque Aurora ahora sea parte de su familia, no quita el hecho de que todavía sea una Conti. Mi esposo solo estaba disciplinando a su hija, ¿Qué tiene eso de malo? —dijo ella.

Salvatore dejó escapar una risa corta, sin humor y se dejó caer en el sofá cruzando una pierna sobre la otra , mientras los miraba a todos con una intensidad que hacía que el aire se sintiera más pesado —Disciplina, ¿eh? —dijo, con un tono burlón pero afilado—Educar, lo llamas...Bien, ya que estamos hablando de disciplinar, les enseñaré un poco.

Le hizo una seña con la mano a Alessandro, quién se acercó lentamente hacia Valeria, provocando que está retrocediera con los ojos abiertos de par en par. —¿Qué… qué haces? —balbuceó ella, con la voz ahora teñida de nerviosismo.

Salvatore ladeó la cabeza, y una sonrisa torcida se formó en sus labios —Solo les enseño las reglas —dijo, con una tranquilidad aterradora.

Detrás de Alessandro, dos hombres más entraron al salón, moviéndose con una precisión silenciosa. Antes de que Claudia pudiera reaccionar, la sujetaron por los brazos y la obligaron a arrodillarse. Ella gritó, forcejeando.

—¡¿Qué hacen?! ¡Suéltenme! —Miró a Salvatore, cono el rostro pálido de pánico— ¡Tener poder no significa que pueda hacer lo que quiera!

Él se inclinó hacia adelante en el sofá, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y desprecio. —Por supuesto que puedo —dijo, sin dejar espacio para réplicas.

Luego se puso de pie, y camino hacia mí con pasos lentos, deliberados, hasta colocarse detrás de mí. Sentí su presencia como muro sólido a mi espalda, y cuando habló, su voz era un susurro suave en mi oído.. —Desquítate, Aurora —dijo, y sus palabras resonaron en mi cabeza—Tienes que darles una lección. Si no, seguirán haciendo lo que quieran contigo. ¿No quieres enseñarles quién eres ahora?

Ante esto me quedé helada, y giré para mirarlo. —¿Qué? —susurré, con el corazón acelerado, atrapada entre la sorpresa y la adrenalina que corría por mis venas.

 —Hazlo —insistió, su voz era baja, pero firme— Debes imponer autoridad, nunca demostrar debilidad. Porque eso se puede volver un arma que pueden usar en tu contra.

Dudé por un segundo, mi mente daba vueltas, pero al mirar a Valeria con su expresión de desprecio hacia mí y a Claudia forcejeando contra los hombres que la sujetaban, algo dentro de mí se rompió. Salvatore tenía razón, si no ponía un límite ahora nunca pararían. Di un paso hacia Valeria, que me miró con una mezcla de enojo y desafío pero en el instante en que pensaba hacerlo me detuve... pero lo que dijo me enojo más, y no me contuve.

—Si te atreves a tocarme, te juro que… —empezó a decir, pero no la dejé terminar.

Sin más, mi mano tocó su cara dándole una fuerte bofetada que resonó en el salón, haciendo que su cabeza girara a un lado. Un hilo de sangre apareció en su labio inferior, y antes de que pudiera reaccionar le di otro más. En ese momento no medi mi fuerza, mis manos temblaron de rabia y no podía pensar con claridad por el enojo —¡Esta es por todas las veces que me humillaste! —grité—¡Y esta por burlarte de mí madre! ¡ Por creerte superior a los demás, por ser una niña malcriada!