Alexander es un joven príncipe, que debido a sus responsabilidades está obligado a contraer matrimonio a sus veintiún años.
Para su buena suerte, o no. En su Reino existe una regla que le da la posibilidad de tener un mes para sí mismo, un mes en el cual él dejará de ser quien es para convertirse en una persona común.
Ahora bien, ¿Qué pasará durante ese mes? ¿La vida de Alexander cambiará a causa de lo que está por vivir?
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Momentos tensos
Capítulo 19:
La noche avanzaba en el bar, y Amelie trabajaba como siempre: concentrada, ágil y con su encanto natural, que sin querer atraía miradas de admiración entre los clientes. Su cabello suelto caía en ondas ligeras mientras se movía con destreza entre las mesas, llevando bandejas de tragos y esquivando los obstáculos que siempre se presentaban en aquel ambiente nocturno. Aunque ya estaba acostumbrada al ritmo frenético, todavía le costaba lidiar con algunos de los clientes más problemáticos, esos que el alcohol volvía más atrevidos o imprudentes de lo que deberían.
Esa noche, cerca de la medianoche, el bar estaba lleno. El sonido de risas, música y copas chocando se mezclaba en el aire, mientras los camareros iban y venían entre las mesas. Amelie estaba detrás de la barra, ayudando a preparar algunos pedidos, cuando notó a una de sus compañeras, Sofía, esquivando una mesa en particular. Un hombre de unos treinta años, vestido con ropa cara y evidentemente ebrio, la había estado molestando desde que llegó. Sofía había intentado mantenerse lejos de su alcance, pero el bar estaba lleno, y no tuvo más opción que pasar cerca de él para servir unos tragos.
— Oye, preciosa, ¿por qué tanta prisa?— la interceptó el hombre, extendiendo un brazo para bloquearle el paso.
Sofía retrocedió, incómoda, mientras él se inclinaba hacia ella con una sonrisa torcida.
— Déjame pasar, por favor— le pidió ella con voz firme, pero nerviosa.
Amelie, quien había estado observando la situación desde la barra, dejó de lado su bandeja y se abrió paso entre las mesas. No iba a quedarse de brazos cruzados. Cuando llegó junto a Sofía, se interpuso entre ella y el hombre.
— ¿Hay algún problema aquí?— preguntó Amelie con voz firme, mirándolo directamente a los ojos.
El hombre, que no esperaba ser confrontado, rió con desdén.
— Esto no tiene nada que ver contigo, muñeca.
— Pues ahora sí tiene— respondió Amelie, sin perder la calma. En ese momento, notó que su compañera llevaba una bandeja con un par de tragos encima, y sin pensarlo dos veces, la tomó y le volcó todo el contenido al hombre, empapándolo de pies a cabeza.
El hombre se levantó de un salto, sorprendido y furioso, pero antes de que pudiera reaccionar, Amelie lo empujó con fuerza, obligándolo a sentarse de nuevo.
— Primero, aprende a comportarte como un caballero— le dijo con frialdad— Segundo, vas a pagar por lo que acabas de derramar.
Luego, tomó la mano de Sofía y la sacó de la escena antes de que el hombre pudiera responder. Sofía, todavía aturdida, le susurró:
— Gracias, Meli. No sé qué habría hecho si no hubieras llegado.
— No tienes que agradecerme. Nadie debería soportar algo así— respondió Amelie, lanzando una última mirada al hombre, que ahora era observado por varias personas en el bar. Sabía que probablemente no se atrevería a hacer un escándalo, especialmente siendo alguien de buena posición social, pero aun así, lo mantuvo bajo vigilancia desde la distancia.
El encargado del bar, que había presenciado el incidente desde la barra, le hizo un gesto aprobatorio a Amelie antes de acercarse al hombre para pedirle que se calmara o se marchara. Aunque el lugar era frecuentado por personas de clase alta, la administración no toleraba ese tipo de comportamientos.
Amelie volvió a su trabajo como si nada hubiera pasado, aunque por dentro todavía sentía la adrenalina corriendo por sus venas. Sofía, sin embargo, no dejaba de agradecerle cada vez que cruzaban miradas.
A pesar de los altibajos de la noche, Amelie sabía que ese tipo de incidentes eran parte del trabajo, y mientras pudiera protegerse a sí misma y a sus compañeras, lo haría sin dudar. Lo único que lamentaba era tener que mentirle a su abuela sobre el lugar donde trabaja.
La discoteca estaba repleta, con luces multicolores que parpadeaban al ritmo de la música electrónica. El ambiente vibraba con la energía de la juventud, y el aire estaba cargado con el aroma de perfumes caros mezclado con el humo de las máquinas. Alexander, Lucas y Ethan estaban sentados en una mesa ubicada cerca de la pista de baile, acompañados por las tres chicas que habían conocido esa misma tarde.
Las jóvenes, claramente interesadas en llamar su atención, no escatimaban en insinuaciones. Cada una se había "adjudicado" a uno de los amigos. Las tres llevaban vestidos ajustados y llamativos, mostrando más piel de la que cubrían, y no se preocupaban por mantener las apariencias. Una de ellas, con cabello rubio platinado y un vestido tan corto que apenas podía sentarse con comodidad, había decidido que Lucas era su objetivo. Se sentó sobre su regazo sin dudarlo, cruzando los brazos alrededor de su cuello y susurrándole cosas al oído mientras él, a pesar de ser el más despreocupado del grupo, no podía evitar sentirse un poco incómodo.
— ¿No te estás pasando un poquito?— le dijo Lucas con una sonrisa nerviosa, mientras intentaba parecer relajado.
— Vamos, guapo, no seas tan tímido— respondió ella, apretándose más contra él.
Lucas tragó saliva, sintiendo el calor subiéndole al rostro. Aunque era el más relajado y encantador de los tres, incluso para él, el descaro de las chicas era un poco demasiado. Aun así, pensó que ya estaban allí y no quería arruinar la noche, así que trató de seguirle el juego sin comprometerse demasiado.
Mientras tanto, Alex se encontraba en el extremo opuesto del espectro. La joven que lo había elegido, una morena de ojos oscuros y sonrisa seductora, había estado intentando acercarse a él toda la noche, pero Alex mantenía una postura más distante. Aunque la chica hablaba y reía, acercándose cada vez más, él respondía con monosílabos, manteniendo una barrera sutil pero firme entre ellos.
Alex, como príncipe, tenía normas muy claras sobre cómo comportarse en público, incluso si estaba de incógnito. No estaba acostumbrado a este tipo de situaciones, y aunque no quería ser descortés, tampoco se sentía cómodo con la actitud de la joven, quien no dejaba de lanzarle miradas insinuantes y tocar alguna parte de su cuerpo cada vez que podía.
— ¿Qué tal si vamos a bailar?— le sugirió ella, inclinándose hacia él.
Alex sonrió cortésmente y negó con la cabeza.
— No soy muy buen bailarín, prefiero quedarme aquí.
La chica frunció los labios, claramente frustrada por su respuesta, pero no insistió más, al menos por el momento.
Por su parte, Ethan estaba completamente desconectado de la situación. La joven a su lado, una pelirroja con un vestido rojo ajustado, había sido directa desde el principio, dejándole claro que quería pasar la noche con él. Sin embargo, Ethan había cortado cualquier ilusión desde el inicio, con una sonrisa amable pero firme.
— Lo siento, no estoy interesado— le había dicho lo suficientemente alto como para que ella lo escuchara por encima de la música.
La pelirroja intentó convencerlo de lo contrario, pero él no cedió. Su mente estaba en otra parte, o más específicamente, en alguien más. Aunque intentaba concentrarse en la conversación superficial que la chica intentaba mantener, su mente volvía una y otra vez a la imagen de Charlie y a lo que había ocurrido antes de partir.
El beso inesperado que ella le había dado seguía rondando su cabeza. Había sido un acto impulsivo, lleno de emociones reprimidas, y lo había dejado completamente aturdido. Incluso ahora, sentado en esa discoteca ruidosa, Ethan no podía evitar recordar cómo se habían sentido sus labios contra los de ella, la calidez de su proximidad, y la confusión en su mirada antes de que saliera corriendo.
Mientras los tres amigos vivían experiencias tan diferentes en la misma noche, la música seguía resonando, y las luces continuaban bailando sobre sus cabezas. Alex miró a sus amigos y no pudo evitar preguntarse cómo había terminado en esa situación. Aunque no era una mala experiencia, no era exactamente lo que había imaginado para su primer día en Nueva York.
. veremos!!
Pobre Charlotte, enamorada de Ethan y tener que guardar su sentimientos
Eso sí super la historia me encanta