_ Llego a mi casa después de un día agotador, solo quiero un baño y dormir por toda una semana. Todo está oscuro, entro sin fuerzas, camino como zombi hasta que ¡bam! caigo en el piso. ¡Mierda! He tropezado con algo. ¡¿Qué es esto?! Enciendo las luces, !!! Mi casa esta toda revuelta, faltan los muebles, no hay nada todo está vacío. Ni los electrodomésticos, ni mesas, ni sillas, no hay nada. ¿A dónde han ido mis pertenencias?, avanzo por la habitación, ¡me han robado!, ¡¿cómo sucedió esto?!
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Carne, carne humana
_ ¡¿Qué?! ¡¿dónde está?!
_ ¿Te divertiste?
Miraba hacia todos lados con temor, pero no podía encontrar de donde provenía la voz que hacía eco en ese agujero. Hasta que sus propios gritos rompieron la tensión.
_ Ahhhhh ¡mi pierna!
Presionaba la herida con desespero, pero la sangre no dejaba de brotar.
_ Ahora es mi turno
Aquel pequeño animal por fin se mostraba ante él, se relamía después de comer la carne y la sangre del hombre que tenía enfrente. De una sola mordida había arrancado buena parte de su pantorrilla, estaba en aprietos, la herida se tornaba oscura como si en esos dientes hubiera veneno. Las fuerzas para resistir amenazaban con esfumarse, debía pensar en otra solución, ya que ni siquiera moliéndolo a golpes pudo matarlo. Si no quería ser devorado debía buscar la forma de negociar, sabía que lo que había experimentado solo era la punta del iceberg y si esto no era lo peor. Tenía la certeza de que el resto, no quería descubrirlo.
_ Si me comes... volverás a pasar hambre, no sería mejor hacer un trato conmigo. Puedo traer todos los animales que quieras para que los devores, ¿no es eso mejor que un simple aperitivo como yo? Saciarías tu apetito por lo que te resta de vida.
_ Es muy cínico de tu parte ofrecerme algo después de atacarme y para colmo, dices que comprarás mi comida con lo que obtienes de mis tierras. ¡Humano estúpido! ¡Quieres que pague mi propio alimento!
_ Necesitas ser una persona para obtener lo que quieres, así provenga de los frutos de tus tierras. No pierdes nada, sin mí solo se pudrirían. No es más útil sacarle provecho.
_ mmh tienes razón, esas frutas y plantas que crecen no son de mi agrado, mi dieta requiere de más... proteínas
Aquel hombre lo apostó todo a su ingenio y el conejo solo lo miraba y se relamía. Había encontrado un sabor de su agrado y no estaba dispuesto a perderlo. Aún no sabían quién embaucaría a quién.
_ Pero aun así no te lo dejaré fácil, si vas a beneficiarte a mis costillas debes pagar el precio. No aceptaré más comida que mi plato favorito.
_ ¡Claro! ¿Cuál es?, ganado, cerdos, ciervos, dime cuál y lo traeré para ti
El conejo sonrió con amplitud, instintivamente aquel hombre supo que algo iba mal.
_ Animales no. Quiero carne, carne humana, fresca, nueva, joven, y tú tienes lo necesario.
_ ¡¿Qué?!, carne... humana
_ si
_ ¿y qué quieres decir con que tengo lo necesario?
_ tu sabor es único, pero el mejor tiempo ha pasado. Tu descendencia, me traerás a tu hijo mayor antes de que alcance la edad adulta. Cuando la carne es más suave y jugosa, estoy harto de roer huesos duros y carne putrefacta.
_ ¿mi hijo?, yo no tengo hijos.
_ aún, pero los tendrás.
_ Eso demorará mucho y no es seguro que los tenga tampoco, y si te consigo lo que quieres sin involucrar mi propio linaje.
_ ¡No! ¡Te ataré a mí, a este lugar! Aunque tome tiempo esperaré el pago por vivir en mis dominios.
_ ¡No! ¡Absolutamente no!
_ no tienes muchas opciones, se te olvida que no estás en posición de elegir. Aceptas o mueres, en cualquier caso yo tendré mi cena.
No había alternativas y como típico pensamiento humano aceptó pensando que podría engañarlo. Que podría librarse de esa promesa una vez que hubiera pasado el peligro, pero cuan equivocado estaba.
Pasó un año y nada del conejo todo seguía igual, cada vez se hacía más rico y esas riquezas hacían que esa promesa quedara en el olvido. Pasaron tres, cinco, siete años, hasta que conoció a una mujer que le robó el corazón. No demoró mucho en convertirla en su esposa, los primeros tres años de matrimonio fueron felices y esa felicidad solo se intensificó con el nacimiento de su primer hijo. Eso le hizo recordar esa promesa macabra, aún podía sentir tirones en la pierna después de haber sido mordido. Por nada del mundo su hijo experimentaría algo así.
_ no he sabido en diez años de ese maldito animal acaso, ¿habrá muerto de hambre?
Volvió a la madriguera, pero no encontró nada, no había rastros de esa criatura, pero debía estar ahí. Había revisado sus terrenos de punta a cabo y ese era el único sitio sospechoso, perdió fuego en aquel agujero. No debía quedar rastro de lo que pudiera amenazar a su familia, observó como el fuego consumía las ramas secas y raíces en esa madriguera. Su corazón se sintió aliviado, el fuego haría lo que él a golpes no pudo. Al fin los suyos estaban a salvo o eso creía, pues aquel frondoso árbol permanecía igual, como si el fuego no le hubiera hecho daño alguno. Ese hombre ingenuamente pensó que se había deshecho de ese pequeño animal, olvidando que a pesar de ser un monstruo había otra palabra que lo describía, inmortal. El tiempo pasó, ya había tres pequeños que corrían en esa mansión. El mayor de 10 años y dos pequeñas de siete y cuatro años, para la familia todo era felicidad. Aquel hombre una vez lleno de ambición ya peinaba canas, junto a su esposa miraban entre risas a los pequeños jugar en el jardín. Hasta que uno de los niños gritó.
_ ¡un conejo! ¡Un conejo blanco! ¡Atrapalo!
Con solo esa frase su sangre se heló, un miedo olvidado le recorrió el cuerpo. Corrió donde sus hijos y solo encontró a las pequeñas.
_ ¡¿dónde está su hermano?!
_ no lo sé, fue tras el conejo y desapareció
_ no, no, no puede ser. Por favor no, mi hijo...no, llévame en su lugar.
Rodeó el arbol con desesperación, olvidando el cojear de su pierna, buscando una entrada o rastros de aquel agujero que redujo a cenizas. Pero nada, no encontró nada. Al ver el alboroto su esposa llegó hasta ellos.
_ ¿qué sucede? ¿dónde está David?
_ no lo sé, desapareció con el conejo
_ ¡¿qué?!
Aquella mujer solo miraba a su esposo con desconcierto, ¿dónde estaba su hijo? Preguntó, pero no respondía, daba vueltas y vueltas alrededor del árbol buscando algo. Hasta que todos se detuvieron de golpe, las pequeñas se abrazaron una a la otra entre lágrimas con un rostro aterrado. La mujer siguió los gritos de sufrimiento de su hijo hasta toparse con el muro de madera fibrosa, podía oír a su pequeño detrás, pero no llegar hasta él. Hincó sus manos en la tierra, arañaba el barro intentando llegar al otro lado.
_ ¡No, no! ahhh ¡duele, duele! ¡Detente, detente! ¡no! ¡papá, mamá! ¡ayuda¡ por ...favor
_ ¡David, David! ¡hijo! ¡¿dónde estás?!