Emperatriz Tirana

Ahora ya había conseguido lo que quería sacar la primera concubina del camino y ni siquiera se había ensuciado la mano; Sin embargo, ahora le tocaba deshacerse de Anet lo antes posible ya ha visto su cara y esa mujer no es alguien de fiar si fue capaz de matar a su propia hermana será capaz de algo mucho peor.

Tenía que armar un plan para que el emperador o mejor dicho todo el reino supiera quién fue quién mató a la emperatriz y por eso se había asegurado desde antes rodear ese bosque de cristales mágicos que son como un espejo, ahí estaría toda la evidencia cuando encuentren el cuerpo de la concubina, pues, tarde o temprano lo encontrarían.

— Esa doncella realmente está loca. — Dice Noah quitándose la capa negra al regresar en el palacio de Alise.

— De todos modos, ella hizo lo que necesitaba. — La chica se quita la capa con una sonrisa, solo debe esperar que el tiempo vuele y de un momento pasará.

Sabe muy bien que, cuando ese maldito emperador sepa que fue Anet que mató a la concubina, es más probable que este también le acuse a ella, por eso tenía un plan de entre manos.

Al día siguiente, tal como se esperaba Alise, durante todo el día, sin ver a la primera concubina que siempre estaba a la vista de todos, el emperador mandó a llamarla, pero le avisaron que esta no estaba a ningún lado, algo que alarmó a Jacob. Y ordenó a los guardias que buscaran a su concubina por todos lados, ya que sospechaba que algo malo había pasado. Pero aunque los guardias buscaron y preguntaron a las otras concubinas, nadie supo lo que dónde estaba Rhea hasta que llegó la noche sin ninguna noticia de ella; sin embargo, los guardias seguían buscando. Se dieron cuenta de que en el único lugar que no habían revisado era el bosque porque estaba prohibido.

— No hemos encontrado a la concubina. — Dice el guardia, mientras que el emperador aprieta el borde de su trono furioso. — Majestad, si usted nos permite, podemos revisar el bosque. — Este fulmina al guardia que sigue. — Es el único lugar que no hemos comprobado hasta ahora.

— El bosque está completamente prohibido de entrar, porque la concubina estaría allí.

— No podremos saber si está ahí, hasta comprobar.

Jacob suspira; después de todo, no le quedaba otra opción. Tenía que encontrar a Rhea antes de que el marqués se enterara de lo que está pasando con su hija. El marqués es uno de los ministros de la corte imperial y no sería nada bueno tenerlo de enemigo.

— De acuerdo revisen el bosque, Pero tienen que encontrar a la concubina a como de lugar. — Ante lo dicho el guardia se retira dando orden a los otros para que revisen el bosque.

No entiende por qué esa mujer desapareció justo tan de repente, si no fuera por el marqués ni siquiera se habría dignado de buscarla, pero no puede tener al marqués como enemigo, porque ahora él sería aliado de su hermano.

Jacob, que estaba esperando noticias del guardia, treinta minutos después, este vuelve corriendo y cansado con la respiración agitada.

— ¿Qué Pasa?

— ¿Hemos encontrado a la concubina? — avisa y el emperador sonríe. — Pero muerta. — Ante lo dicho, la sonrisa del emperador se fue borrando.

— ¿¡Qué!? — espanta levantándose del trono. — ¿Cómo qué la encontraron muerta? — preguntó sorprendido. — ¿Cómo que encontraron muerta? — preguntó, sin poder creerlo, lo que menos quería estaba sucediendo.

— Su majestad la encontramos sin vida en el bosque y con varias apuñaladas, alguien la mató. — Responde en guardia. — Están revisando el cuerpo y todo indica que ella fue asesinada cruelmente por alguien.

El emperador no puede creer lo que está pasando, confundido, he ido, se deja caer nuevamente sentado en el trono. Su mente estaba en blanco.

Pero las palabras del guardia removieron uno tras otro en su cabeza. “Alguien le había matado”

— También encontramos este cristal mágico, que proviene del templo. — Mira el cristal en las manos de la guardia. — Todo está aquí.

— Déjame ver quién fue, que tuvo tal atrevimiento de matar a mi concubina. — Dijo enfurecido.

En tan solo segundos, la noticia de la muerte de la concubina se había extendió por todo el palacio.

Alice, que se encontraba en su habitación, vistiéndose, escucha el ruido que tanto había esperado esta mañana. Termina de vestirse y sale de la habitación para encontrar a los guardias, haciendo todo un escándalo.

— ¿Qué está pasando? — pregunta al salir viendo cómo los guardias intentan llevar a Anet a quién está forcejeando.

— Su sirvienta ha matado la concubina Rhea. — Dice el guardia poniéndose enfrente.

— ¿Qué? — Alise se hace la sorprendida tapándose la boca. — Eso no puede ser, es imposible, debe ser un error. Anet jamás haría algo así.

— Hay pruebas de que ella lo ha hecho. — Dicho esto, arrastran a Anet hasta la sala de trono, mientras que Alise los sigue, negando que su doncella sea capaz de hacer aquella crueldad.

Al llegar en la sala de trono, Anet fue empujada bruscamente en el suelo enfrente del emperador.

— Yo no hice nada. — Empezó a temblar de miedo, jamás pensó que haber acabado con la bruja de su hermana sería tan problemático.

— Saludo su majestad el emperador. — Alise hace una leve reverencia con urgencia de hablar. — Su majestad debe haber un error, Anet jamás sería capaz de hacer tal cosa. — Dice Alise con lágrimas en los ojos.

— Sí… si la emperatriz tiene razón, ella me conoce muy bien, jamás sería capaz de matar a la concubina.

— Crees que si no hubiera prueba, mandaría a buscar a tu doncella. — Dice el emperador furioso. — Tu maldita doncella fue la culpable de la muerte de la concubina. ¿No creas que merece castigo?

Tal como se esperaba, la sala de trono se estaba llenando con los ministros y eso Alise estaba esperando, hasta que entra el marqués furioso, vino tan rápido como pudo después de haber escuchado tal noticia junto al resto de la familia.

La marquesa había venido con su esposo con el corazón en la mano.

— ¿Quién se atrevió a tocar a mi hija? — Sus ojos se fijan en Anet. — Tú deberías ser maldita plebeya. — Tú mataste a mi hija, no. Sabía que desde al principio mi esposo no debió traerte, siempre la tuviste envidia.

Alise se tapa la boca sonriendo levemente, aquí estaba el clave para hacer que nadie sospechara de ella. La marquesa odiaba a Anet a muerte y no dudaría de que fue ella quien mató a su querida hija.