EL PADRE DE LAS DOCE PRINCESAS BAILARINAS

Aquel hombre, de haber sido una mujer, hubiera sido quizá la bruja blanca más poderosa. No solo tenía un entendimiento de medicina muy grande, sino que su dominio en la magia era muy fuerte. Por eso es que, pese a tener un bajo rango, era uno de los hombres que el papa directamente pedía ayuda para casos como esos.

—Espero que no se enoje cuando descubra que le tomé píldoras para la concepción de su laboratorio—susurró riéndose la anciana.

Aunque no había escuchado las palabras de la abuela Baba, quien desde ya se estaba asegurando de que las doce princesas nacieran de la duquesa, Scott tuvo un escalofrío que hizo que todo su cuerpo se erizara. Teniendo un mal presentimiento con respecto a la abuela del papa, solo esperó que ella no cometiera otra de sus locuras durante la misión.

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Después de diez minutos de caminata, por fin la anciana logró llegar a la puerta principal de la casa de campo, donde se encontró al lado del notario de la ciudad. Luego de ser recibidos por una de las doncellas, la mujer guio a la anciana a una de las habitaciones de la planta baja mientras un mayordomo hacía que el notario subiera las escaleras.

La anciana fue llevada al salón de descanso de empleados, donde estaba Jeremy entrevistando a los futuros empleados de la casa. El hombre, al ver llegar a la abuela Baba, la miró extrañado. Dudaba que ella pudiera ser parte tan siquiera del grupo de enfermeras, por lo que debía ser una curandera mágica.

—¡Muchas gracias por permitirme ser entrevistada, sir Jeremy!—exclamó con una sonrisa al otro lado de la mesa—soy Baba, he trabajado por más de 70 años como curandera.

—Gracias por venir, señora Baba—respondió con el mayor respeto—entiendo que si está acá es porque leyó los requisitos que necesitamos...no es por quererla ofender, pero la magia no es uno de ellos.

Espetó de inmediato, cuando se trataba de cosas de la salud, era muy serio. Si no fuera por su amigo Scott, detestaría por completo todo lo referente a la magia. Para él, era mucho más seguro llevarse por la ciencia que por conocimientos antiguos. Aunque en el fondo aceptase que algunas cosas sobrenaturales eran reales.

—¡Je,je,je!—la abuela se rio de Jeremy en toda su cara—antes de poner en duda mi experiencia, ¿por qué no me deja demostrarle mis habilidades?

Luego de pedirle a Jeremy un cuchillo, una vela y una tela blanca, la anciana tomó el utensilio y quemó su punta hasta que esta se pusiera negra. Tras eso, no solo se cortó el brazo con el cuchillo caliente, sino que también se provocó una quemadura bastante grande sobre la herida.

—¡Está loca!—gritó intentando ayudarla.

—¡Espere!—respondió deteniéndolo.

Tomando un poco de la pócima que le dio Scott, lo derramó encima de su cortada, provocando que poco a poco la herida comenzara a cicatrizar y la sangre dejara de manchar la tela blanca de abajo. Así mismo, sacando de su bolso un ungüento blanco, comenzó a colocarlo sobre la quemadura, haciendo que esta también se cicatrizara.

—¿Cómo?—preguntó perplejo Jeremy.

—¿Es esta quemadura una de segunda grado, no? ¿Es así como la llaman, cierto?—preguntó la abuela Baba—con mis habilidades, reduzco el tiempo de curación de una herida y en menos de una semana puede curarse casi por completo.

Jeremy, aún estupefacto, observó el brazo herido de la anciana. Si bien no estaba curado por completo, no era ni por asomo la imagen que ella misma se había provocado al herirse. De inmediato pensó en su prometida, provocando que este apretara con fuerza el anillo que Serena le había dado.