En medio de un intercambio cultural entre humanos y los avanzados Zorlaxianos, la joven lingüística y antropóloga Emma conoce a Zanar, un miembro de la realeza, poco a poco se enamoran, desafiando las barreras intergalácticas y pero un antiguo conflicto intergaláctico los separa.
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El sacrificio de Zanar
Zanar se dirigió hacia la sala de control secundaria, allí había una cámara profundamente oculta en las entrañas del palacio. Solo él y unos pocos elegidos conocían su existencia y su propósito: un plan de contingencia desesperado diseñado para defender Zorlaxia en caso de una amenaza extrema. Mientras avanzaba por los pasillos, su mente estaba llena de recuerdos de Emma y de los momentos que habían compartido. Sabía que la decisión que tomó era irreversible.
Emma, sintiendo la urgencia en sus palabras, intentó seguirlo. Pero los guardias le cerraron el paso, obedeciendo órdenes que ni siquiera ellos comprendían por completo. La desesperación creció en su interior, mientras trataba de encontrar una manera de llegar a Zanar.
— ¡Zanar, espera! ¡No hagas esto! — gritó Emma, con la voz quebrada por la angustia. Pero él ya no podía oírla.
Zanar entró en la sala de control y selló la puerta detrás de él. En el centro de la habitación había un dispositivo que irradiaba una energía poderosa y peligrosa: el Núcleo de Éter. Este artefacto, creado con tecnología antigua, podía liberar una onda de energía devastadora capaz de desintegrar cualquier nave enemiga en un radio amplio. Sin embargo, el precio era alto: el operador que activara el Núcleo sería consumido por su poder.
Con sus manos temblorosas, Zanar comenzó la secuencia de activación. Mientras lo hacía, sus pensamientos se dirigían a Emma, deseando que algún día pudiera perdonarlo por dejarla. Sabía que su sacrificio era necesario para salvar a su pueblo y a ella, y eso le daba la fuerza para continuar.
Emma, afuera, luchaba con los guardias, pero pronto comprendió que sus esfuerzos eran inútiles. Se detuvo, respirando con dificultad, y una profunda tristeza se apoderó de ella. No podía permitir que el sacrificio de Zanar fuera en vano, así que hizo lo único que podía: regreso y tomó el control de la situación en el centro de mando, dirigiendo las defensas con una determinación renovada.
— ¡A todas las unidades, mantengan las posiciones! ¡No podemos permitir que el sacrificio de Zanar sea en vano! — ordenó Emma, su voz firme a pesar del dolor que sentía.
Dentro de la sala de control, Zanar terminó la secuencia de activación. Una luz brillante envolvió la habitación, y sintió cómo la energía del Núcleo comenzaba a consumirse. Sus últimos pensamientos fueron para Emma y su gente, deseando que su sacrificio trajera la paz que tanto anhelaban.
En el puente de la nave "Daga de la Sombra", el comandante Valar observaba con satisfacción cómo sus fuerzas superaban a los defensores de Zorlaxia. La resistencia del planeta estaba al borde del colapso, y la victoria parecía asegurada. Sin embargo, un destello de energía llamó su atención. Desde la superficie de Zorlaxia, una onda expansiva de energía pura se extendió hacia el espacio, desintegrando cualquier nave que tocaba.
Valar miró con horror cómo su flota se desmoronaba en cuestión de segundos. Intentó ordenar una retirada, pero era demasiado tarde. La onda de energía alcanzó su nave, en un instante, la "Daga de la Sombra" se desintegró, llevándose a Valar y su ambición con ella.
Desde el centro de mando, Emma observó la devastación causada por el Núcleo de Éter. Sabía que el sacrificio de Zanar había salvado a su mundo, pero el precio había sido terriblemente alto. Con lágrimas en los ojos, se permitió un momento de dolor antes de volver a concentrarse en las tareas urgentes que aún quedaban.
La batalla había terminado, pero el costo fue inmenso. Los habitantes de Zorlaxia comenzaron a salir de sus refugios, tratando de entender lo que había sucedido. Emma, con el corazón destrozado, asumió el liderazgo, guiando a su gente en el difícil proceso de reconstrucción.
En los días que siguieron, Emma se dedicó a honrar la memoria de Zanar. Organizó ceremonias para aquellos que habían caído en la batalla y estableció un monumento en honor a su sacrificio. Pero cada noche, cuando el caos del día se calmaba, la tristeza la inundaba.
Se refugiaba en los jardines del palacio, el mismo lugar donde ella y Zanar habían compartido tantos momentos de paz y felicidad. El vacío que sentía era inmenso, y aunque sabía que había hecho lo correcto, el dolor de su pérdida la consumía.
En uno de esos momentos, bajo el cielo estrellado de Zorlaxia, Emma recordó las palabras que Zanar le había dicho antes de partir. Su sacrificio no había sido solo por su gente, sino también por ella, para darle la oportunidad de construir un futuro mejor. Esa realización le dio fuerzas para seguir adelante, a pesar del dolor.
— Te amo, Zanar. Nunca te olvidaré — susurró al viento, sintiendo que de alguna manera, él podía oírla.
Con el tiempo, Emma comenzó a ver los frutos del sacrificio de Zanar. La paz y la cooperación que habían soñado empezaron a florecer nuevamente, y las relaciones entre la Tierra y Zorlaxia se fortalecieron. Pero el camino hacia la recuperación era largo, Emma sabía que debía ser fuerte para guiar a su gente en estos tiempos difíciles.
Inspirada por el sacrificio de Zanar, Emma lideró con sabiduría y compasión. Implementó nuevas políticas para asegurar que Zorlaxia estuviera mejor preparada para cualquier amenaza futura y fomentó el entendimiento y la cooperación entre los diversos pueblos del planeta y sus aliados en la Tierra.
Sin embargo, cada logro y cada avance venían con una sombra de tristeza, una constante recordatorio de lo que había perdido. Emma mantenía cerca el recuerdo de Zanar, usando su amor y su sacrificio como guía y motivación. Sabía que él había confiado en ella para llevar adelante su legado, y no iba a defraudarlo.
La vida en Zorlaxia comenzó a mejorar. La reconstrucción avanzaba, y la esperanza renacía entre los ciudadanos.
Emma, aunque marcada por la pérdida, encontró consuelo en saber que estaba cumpliendo con la visión que ella y Zanar habían compartido. Y aunque la herida de su ausencia nunca sanaría por completo, la fortaleza que le había transmitido le permitió seguir adelante.
Un día, mientras caminaba por los jardines del palacio, ahora llenos de vida y color, Emma se detuvo frente a una estatua de Zanar. La estatua lo mostraba en toda su nobleza y valentía, un recordatorio constante del sacrificio que había hecho.
— Prometo seguir adelante, Zanar. Por ti, por nuestra gente y por el futuro que soñamos juntos — dijo, colocando una mano sobre la fría piedra, sintiendo una conexión profunda y eterna con él.
La noche cayó sobre Zorlaxia, pero esta vez, Emma no sintió solo tristeza. Sintió una paz serena, sabiendo que el sacrificio de Zanar no había sido en vano. La batalla había sido ganada, y el futuro, aunque incierto, estaba lleno de posibilidades. Con el corazón cargado de amor y determinación, Emma se preparó para enfrentar los desafíos que aún estaban por venir, llevando siempre consigo el espíritu y la memoria de Zanar.