Amor a domicilio, es una historia de romance que se centra en Lya, una chica pobre, pero trabajadora que tiene el sueño de superarse a sí misma. Para esto, ella toma cualquier trabajo para ahorrar dinero para la matrícula de la universidad donde ella quiere estudiar. También, está William un joven millonario egocéntrico que cree que todas las personas tienen un precio cuando están necesitadas. Accidentalmente, las vidas de estos dos se cruzan y viven una encrucijada hasta descubrir que son el uno para el otro.
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XIX.
WILLIAM VON BRAUN
Estoy sentado frente a la mujer que amo, esa mujer que ha movido cada célula de mi cuerpo. Ahora, ella es mi esposa ante Dios y los hombres.
Llevé mi mano a mi barbilla y le di una sonrisa coqueta a Lya, mordiendo mi labio inferior. Sentía una alegría que no cabía en mi pecho.
Tal vez en otras circunstancias, la boda hubiera sido de ensueño, pero considero que hay cosas más importantes en este momento.
El restaurante nos regaló una botella de vino de cortesía. Llegamos a casa.
Puse un poco de música desde el celular. La invité a bailar el vals de boda. Ella aceptó.
— Nunca pensé que fueras tan cursi. Cuando te conocí era muy egocéntrico y malo conmigo. Siempre tratabas de hacerme quedar mal en público y me humillabas.
— Olvida el pasado. Por favor. Eso jamás volverá a suceder. Fui tonto y aún sigo siendo un tonto pero un tonto enamorado. Sabes que eres una mujer hermosa, bella.
Ella suspiró y tras ese suspiro, me comí sus labios.
Bebimos un par de copas y nos fuimos directo a la cama a hacer el amor.
Tuvimos un fin lleno de mucha acción. No sé si sea normal, pero deseo a Lya como a nadie en este mundo.
El lunes pasé dejando a Lya en la facultad. Regresé al trabajo. Entré directo a la oficina a hablar con Alberto sobre lo que había pasado en el desfile.
Todos en el set me miraban y murmuraban.
— Alberto, tienes que hacer algo con Amanda. Tuve muchos problemas con mi esposa por culpa de ella.
— Pensé que ustedes salían. Cuando vi el vídeo, esa idea se cruzó por mi mente.
— ¿Qué video?
— Recuerda que el desfile fue grabado. Tendré en cuenta esta plática y conversaré con ella.
— Gracias.
Salí de la oficina de Alberto. Amanda estaba afuera.
— ¿Podemos hablar?
No le respondí y caminé hasta el set.
— Te amo William— Amanda gritó.
Todos los presentes nos miraron, algo curiosos. Alberto salió de la oficina.
—Amanda, ven un momento conmigo. William ve donde la maquillista, en un rato salgo.
La maquillista empezó su trabajo.
— La temática de hoy, es Gótica.
Al rato salieron Amanda y Alberto de la oficina.
— Todos a sus puestos.
Empezó la sesión de fotos. Tras cuatro horas de cambiar poses, terminamos. Quien diga que ser modelo no es cansado, miente.
Entré al camerino a cambiarme. Amanda abrió la puerta de golpe.
— Tú crees que porque fuiste a quejarte de mí, la tendrás fácil, pues no. Tú serás mío y por mis ovarios verás que sí.
— Ríndete. No me interesas. Yo amo a mi esposa. Ahora sal y no me molestes, que en la próxima, no me voy a quejar con Alberto, sino que pondré la denuncia a la policía por acoso.
— Yo sé muy bien, quien eres. ¿Tus padres ya saben que estás aquí? Eres el joven heredero que buscan por mar y tierra.
La tomé del brazo con fuerza.
— ¿Qué sabes de mí? No me vengas con amenazas baratas, crees que me importa lo que sabes o no.
— Suéltame que me lastimas.
— No me busques, porque se me va a olvidar que eres mujer. Métete en tus asuntos y no jodas la vida ajena.
— Está bien, Pero ya sueltame. Me lastimas.
La saqué del camerino de un jalón.
Maldita mujer. Tomé mi celular y puse mi nombre en internet, buscando noticias de mi persona. Evidentemente, mis padres dieron la noticia en una rueda de prensa, que me habían secuestrado.
¿Qué es este teatro que están montando después de varios meses?
Lo único que deseaba es que los meses pasarán rápido y este contrato terminará.
Y así fue. El año del contrato llegó a su fin. Ya no quería estar expuesto a las cámaras, ni a las noticias ni a este mundo que parece fácil, pero no lo es. Quería poner esa distancia kilométrica entre Amanda y yo.
— Entonces, renovamos el contrato por tres años más— Alberto trata de convencerme.
— No. No quiero ver más cara de Amanda. Soportarla no es fácil. Además, quiero montar un negocio.
— Está bien, Pero ya sabes que las puertas de la agencia están abiertas. Créeme que has sido un modelo innato. Naciste con el talento, el físico y el porte.
— Lo tendré presente.
— Déjame prepararte una despedida.
— No, no lo hagas. No quiero. No me gustan las despedidas. Gracias por creer en mí y abrirme las puertas de este lugar— Le extendí la mano y cerré ese ciclo.