Lana es una chica soñadora. Tu imaginación te lleva a lugares inimaginables. Te pierdes fácilmente en tus telenovelas favoritas. Un giro en el camino del destino la lleva a un lugar inimaginable.
Una comedia llena de misterios y giros.
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Capitulo 19
La noche se derramaba suavemente sobre la tierra, envolviendo a Atalia en su manto oscuro. Inquieta, se revolvía entre las sábanas, incapaz de entregarse al sueño. La sensación de ansiedad pulsaba en su pecho, como una sinfonía de mariposas agitadas.
Era difícil para Atalia creer en la suerte que nuevamente le sonreía. En medio de los secretos del crepúsculo, vislumbraba un nuevo capítulo desplegándose ante sus ojos. En este nuevo viaje, todo lo que anhelaba era el perfume de lo desconocido, la promesa de aventuras entrelazadas con los hilos dorados de sus sueños. Sueños que, tal vez, se permitieran tejer un romance digno de las páginas de sus queridas novelas.
"Me he convertido en una heroína", murmuraba para sí misma.
"Fue en uno de esos viajes que Jasper se cruzó con dos heroínas y un héroe, todos hijos de la misma pobreza que me abraza. Yo, una entre ellos, huérfana del destino que casi me cerró las puertas de la Academia. Pero ahora... ahora todo cambiará".
Mientras su mente vagaba por los recuerdos del juego, la niña sonreía suavemente. Ese juego era más que simplemente un pasatiempo; era como una novela desplegándose ante sus ojos, llena de tramas intrincadas y misterios envolventes esperando ser desentrañados.
Y así, envuelta en los pliegues de la sábana, Atalia se permitía soñar con lo inesperado, con los suspiros de un destino recién escrito, listo para ser descubierto.
Un delicado toque resonó en la quietud de la habitación, interrumpiendo el silencio de la noche como una suave melodía.
— ¿Atalia? — La voz de Rudy llevaba un tono ansioso y familiar.
La joven, levantándose ligeramente en su cama, recibió el llamado con una invitación suave:
— Entra.
Rudy entró en la habitación, su expresión llevando consigo los vestigios de una inquietud compartida.
— ¿La insomnia también te visita? — preguntó él, sentándose al lado de Atalia.
Con un brillo de expectativa en los ojos, Atalia confirmó, su voz vibrante de emoción:
— ¡Sí! ¡Finalmente, mi jornada como heroína se acerca!
Una sonrisa breve bailó en los labios de Rudy, acompañada por un suspiro afectuoso.
— ¡Tú y tu eterna búsqueda de heroísmo! — murmuró él, su voz cargada de afecto y una leve pizca de ironía. — Estaba pensando... si... si...
Pero antes de que pudiera continuar, su discurso fue interrumpido por la prontitud de Atalia.
— ¡No te preocupes, tú lo lograrás! Tienes mucho talento, puedes realizar hechizos de fuego intermedios sin necesidad de profesores o libros. — dijo la chica, dándole pequeñas palmaditas en la espalda a Rudy, como si quisiera consolarlo.
— ¡No estoy preocupado por mí! ¡Estaba preocupado por ti! — respondió el joven, con melancolía en la mirada. Él sabía más que nadie que el sueño de Atalia era asistir a esa Academia.
Desde que los padres de Atalia partieron sin dejar rastro, incluso siendo acogida y cuidada por Hanna y Mathias como si fuera su propia hija, la niña nunca se atrevió a esperar más que eso. Aunque demostraba afecto por todos a su alrededor, algo dentro de ella la mantenía reservada, como si estuviera levantando un muro de protección a su alrededor. Los únicos momentos en los que la niña parecía animada era cuando se llamaba a sí misma heroína o hablaba sola perdida en sus propias fantasías.
— ¿Conmigo? — preguntó la niña, su expresión cargada de curiosidad y evidente confusión.
— ¡Sí! Hasta ahora, no has demostrado ninguna habilidad mágica. Si el señor Maverick te pide lanzar algún hechizo básico... creo que tal vez sería mejor que no fueras — solicitó el chico con preocupación sincera en su voz.
— ¿Por qué no? Sabes que es mi sueño... paso días intentando vender algo para conseguir el dinero de nuestra matrícula, ¡no voy a rendirme sin siquiera intentarlo! — declaró la niña con determinación.
— Pero Lia... ni siquiera en el día de la Piedra... — el niño intentaba convencer a su amiga, pero antes de que pudiera continuar, sus palabras fueron interrumpidas por un silencio pesado. Bajó la mirada y una sombra de tristeza oscureció su expresión. Su corazón se apretó al recordar el diagnóstico de Atalia, un dolor que parecía resonar en cada latido.
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"El día de la Piedra" era un evento sagrado que se desplegaba anualmente en cada rincón del reino, desde los pueblos más remotos hasta las majestuosas capitales y distritos. Caballeros y Sacerdotes del Templo de Lystan se movilizaban en grupos, cada uno portando una piedra sagrada que era capaz de evaluar el elemento mágico de cada individuo del reino.
Las mediciones comenzaban cuando el niño cumplía dos años de edad, marcando el inicio de su viaje hacia el conocimiento de sus dones mágicos. Antes de la desaparición inexplicable de Lucius y Lilian, uno de estos eventos tuvo lugar en la ciudad. En esa ocasión, Atalia acababa de cumplir dos años y, al tocar la piedra mística, su aura permaneció incolora, indicando que la niña no tenía ninguna afinidad con los elementos mágicos.
El acontecimiento sorprendió a todos los presentes. "¿Sería posible que alguien naciera desprovisto de cualquier afinidad elemental?", resonaba la pregunta que flotaba en el aire, envuelta en un velo de perplejidad. Los padres de Atalia, aunque vivían apartados del pueblo, eran muy estimados allí. Siempre que surgía una bestia amenazadora, los dos actuaban con una destreza impresionante, abatiéndola sin necesidad de ayuda.
Lilian, en particular, era reverenciada como una maga formidable. Su magia de curación era tan poderosa como rara, revelando una compatibilidad excepcional con el elemento de la luz. Sin embargo, su habilidad como guerrera no se quedaba atrás; también dominaba el elemento fuego con maestría, mostrando una versatilidad que inspiraba admiración y respeto por parte de todos los que la conocían.
Lucius, por otro lado, era un guerrero cuyas habilidades mágicas eran una combinación peculiar de fuego y magia negra. Esta última, un arte sombrío que surgió después de la Era de las Almas, era notoriamente conocida por su incompatibilidad con otros elementos mágicos. En la mayoría de los casos, cualquier individuo que manifestara el don de la magia negra veía sus otros potenciales mágicos ser completamente bloqueados, incapaces de desarrollarse plenamente. Sin embargo, Lucius era una excepción a esa regla.
Solo Hanna y Mathias detenían el conocimiento de ese secreto, guardándolo con celo y discreción. La singularidad de Lucius era una verdad que permanecía oculta a los ojos del mundo, una verdad que podría cambiar todo si saliera a la luz.
Después de que los sacerdotes llevaron a cabo la medición del elemento de Atalia, una tensión se cernió sobre Lilian y Lucius. Insistieron en que la medición fuera repetida seis meses después, con la esperanza de un cambio en el resultado. Inicialmente, los caballeros y sacerdotes vacilaron en atender la solicitud, pero pronto el Templo de Lystan envió un nuevo grupo para realizar las pruebas adicionales.
A pesar de todos los esfuerzos y pruebas realizadas, Atalia siguió mostrando una notable ausencia de cualquier afinidad mágica. La confirmación de este hecho dejó preocupados y perplejos a Lilian y Lucius. Entonces, sin dejar rastro, partieron en un viaje en busca de respuestas que parecían esquivas.
Días se convirtieron en semanas, y semanas en meses, pero ningún signo de retorno fue recibido. Al principio, Atalia albergaba la esperanza de que sus padres estuvieran buscando una explicación para su condición inusual, pero con el paso del tiempo, la dolorosa verdad se hizo evidente: Lilian y Lucius desaparecieron sin dejar rastro, sin una sola palabra de despedida o explicación. Y así, Atalia fue dejada para enfrentar el misterio de su propia existencia, envuelta por la sombra de lo desconocido.
A medida que los días se convertían en años, los rumores se esparcían por los callejones y callejuelas del pueblo, susurros que resonaban entre los habitantes como hojas llevadas por el viento. Inicialmente, los murmullos giraban en torno a la "niña sin elemento", un misterio que alimentaba la curiosidad y las especulaciones entre los habitantes. Sin embargo, con el tiempo, esos murmullos fueron reemplazados por algo aún más intrigante: la "niña de los fantasmas".
Atalia, con su presencia enigmática y sus conversaciones solitarias, despertaba rumores entre los habitantes, que empezaron a creer que ella mantenía diálogos con almas perdidas. Para ellos, sus palabras solitarias y convencidas no eran más que delirios de una mente inquieta, pero lo que no sabían era que, de hecho, Atalia estaba comunicándose con Mu.
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— ¡No te preocupes por eso, Rudy! ¡Tengo un elemento! — afirmó Atalia con convicción.
Los ojos de Rudy se abrieron sorprendidos. Nunca había presenciado a Atalia manifestar ningún signo de magia, mucho menos de un elemento específico.
— ¡Vaya! — suspiró Atalia, al notar la incredulidad en la mirada de Rudy. — Confía en mí, mañana se lo mostraré a todos.
— Pero Lia... hiciste la prueba de la Piedra once veces y en todas ellas... — Rudy empezó a argumentar, pero fue abruptamente interrumpido por la niña.
— ¡Esa piedra no sabe nada! Soy un elemento nuevo, nunca antes visto en este mundo. ¡Soy única, la heroína principal de esta historia! — proclamó Atalia con una convicción inquebrantable, avivando su espíritu con una confianza sin igual.
Una sonrisa se insinuó en los labios de Rudy, una mezcla de admiración y aceptación ante la determinación incansable de su amiga.
— ¡Está bien! — estuvo de acuerdo él, asintiendo con la cabeza en señal de aprobación. Sabía que era inútil tratar de disuadir a Atalia cuando estaba decidida.
"Espero que no haga desafíos para lanzar hechizos, pero si eso sucede..." — pensó para sí mismo el chico.
Rudy sentía un nudo en el estómago al considerar la posibilidad de que Atalia fuera desafiada a demostrar su supuesta habilidad mágica. Aunque deseaba fervientemente que ella no fuera sometida a tal situación, estaba preparado para apoyarla, independientemente del resultado. Su corazón estaba lleno de esperanza y temor mientras se retiraba a su habitación, consciente de que el destino estaba a punto de lanzar sus dados sobre el escenario de la vida de Atalia.