Mi Guardaespaldas Un Amor *Prohibido*

Lady Margaret noto lo que vio en los ojos de su hijo, no le gusto.

-- No permitas que las emociones te cieguen, Adrien. Valentina es un medio, no un fin. Nuestro futuro depende de ese matrimonio. --

Adrien asintió, reprimiendo cualquier atisbo de debilidad.

-- Lo entiendo, madre. No habrá marcha atrás. --

La conversación entre ambos se extendió durante horas. Diseñaron estrategias, repasaron contactos influyentes. Y decidieron cómo y cuando lanzar el comunicado oficial. Adrien, aunque consciente del riesgo, sentía que la adrenalina de quién está a punto de consolidar una jugada maestra.

Cuando finalmente se retiró del salón, Ettiene y Lady ady Margaret pudieron respirar tranquilos. Pues nada detendría su plan. El compromiso no era un simple enlace. Era un pacto de poder, un sello sobre el futuro. Adrien estaba dispuesto a todo, para que se cumpliera.

Valentina, por su lado, en los últimos días había decidido irse a vivir a una Villa en las colinas. otra de las propiedades de su padre. Dónde podría disfrutar de la brisa del mar, la villa estaba sumergida en un silencio solemne interrumpido solo por el zumbido de las olas golpeando Los acantilados cercanos. Del el ventanal de su despacho, Valentina contemplaba el horizonte de cada mañana, tratando de convencerse que el encierro era su salvación y no su prisión.

Había elegido nuevamente aislarse ahí, lejos de las fiestas parisinas, de las miradas inquisitivas y la prisión asfixiante de su madre Catherine. En aquel retiro, rodeada de paredes cubierta de estanterías y de la fragancia a papel viejo y madera pulida, había decidido entregarse a dos misiones: reconstruir su vida profesional firmando nuevos contratos y desentrañar, de una vez por todas, quiénes habían sido los verdaderos enemigos de su padre.

El gran escritorio estaba cubierto de carpetas, sellos, plumas estilo gráficas y contratos que esperaban su firma. Valentina, con el cabello recogido en un moño apretado y un vestido de lino sencillo, pasaba horas revisando cláusulas, negociando a distancia por teléfono y rubricando acuerdos que fortalecían su nombre más allá del de Catherine Rossi, su madre. Cada firma era un acto de independencia. Un ladrillo más en la muralla que levantaba contra la manipulación materna.

Pero más allá del trabajo, había algo que no podía dejar escapar: Las memorias de su padre. Cada noche. Cuando el sol se hundía tras las montañas, Valentina encendía un quinqué y abría los viejos cuadernos que había encontrado en un armario viejo y olvidado.

Su padre, un hombre que había transmitido entre el poder financiero y la política oculta, había dejado rastro de sus enemigos en notas cifradas, nunca enviadas, dispersas entre informes. Valentina, con paciencia, iba reconstruyendo un mapa de alianzas rotas y traiciones que aún resonaban en la sombra.

"Ellos nunca perderán" , había escrito en una de esas páginas, Valentina, repasaba esas palabras con un escalofrío. ¿Quienes eran "ellos"?

En esos días en que Valentina, se sumergía en su soledad, solo Gabriel, su guardaespaldas y confidente, compartía sus días. Acostumbrado a observar más de lo que decía, se encargaba de que nadie perpetuara la calma en la villa.

Cada mañana se encargaba de traerle los periódicos, y por las tardes revisaba la seguridad de la propiedad y cada noche rondaba en silencio, como una sombra leal. Valentina confiaba en él más que de lo que admitía. Sabía que, aunque evitaba hablar de su pasado, Gabriel tenía una historia marcada por cicatrices invisibles, una vida que lo había entrenado, para ser más que un simple protector.

Aquel día, Valentina se encontraba revisando un contrato con una empresa editorial alemana. El documento era espeso, cargado de cláusulas que podía significar una expansión, para su nombre como diseñadora y empresaria. Decidida y con determinación, consciente de que cada acuerdo. Se llevaba su independencia de Catherine. Valentina estaba formando su propio imperio.

Un golpe suave en la puerta la sacó de su concentración. Gabriel entró con paso firme, sosteniendo bajo el brazo un fajo de periódicos y una expresión que. Qué hizo que Valentina reaccionara al instante: algo grave debía estar sucediendo.

-- ¿Qué ocurre? -- preguntó Valentina, dejando el cuaderno a un lado.

Gabriel avanzó, depositó los periódicos sobre el escritorio y, tras un breve silencio, habló con voz grave.

-- El compromiso... entre usted y Adrien Beuamont ya es un hecho. --

Valentina sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.

--¿Qué has dicho? --

Gabriel desplegó el primer periódico. En la portada, una fotografía la mostraba junto a Adrien, tomada en una de aquellas cenas públicas organizadas por su madre. El titular, en letras doradas, parecía una sentencia

"La unión de dos dinastías: Valentina Rossi y Adrien Beuamont, compromiso oficial"

Valentina tomó el diario con manos temblorosas. No podía creerlo. No había firmado nada, no había aceptado. Y, sin embargo, ahí estaba, proclamado ante el mundo como si fuera una verdad incuestionable.

-- No... puede ser. -- susurró, con vos rota.

Gabriela observó con atención, preparando, para intervenir si la rabia la hacía perder el control.

-- No lo han consultado con usted. -- dijo Gabriel, con toda calma. -- Pero lo han hecho público. --

Valentina dejó caer el periódico sobre la mesa y se levantó de golpe. Camino hacia el ventanal. Cómo si el mar fuera el único testigo de su angustia.

-- Es Catherine...y los Beuamont. Que quieren atraparme. Si lo han anunciado, la sociedad lo creerá un hecho consumado. --

Su respiración de Valentina era cada vez más agitada, como si estuviera a punto de estallar.

-- Quieren que no tenga salida. --

Durante varios minutos, Valentina permaneció de pie, mirando hacia el horizonte, con los puños cerrados. Su mente bullía con recuerdos de su madre, de Adrien, de todas las veces que había intentado escapar de esa red de manipulación.

-- No lo permitiré. --Exclamó de pronto Valentina, girándose hacia Gabriel. -- ¡No me casaré con él, aunque lo griten los periódicos de todo el mundo! --

Gabriel no respondió de inmediato. Camino hacia la mesa, tomó el resto de los periódicos y los extendió. En todos aparecía la misma noticia, con fotografías, comentarios de analistas sociales, incluso supuestas declaraciones de catherine y de los padres de adrien.

El golpe estaba dado.

Valentina regresó a su escritorio y hundió su rostro entre sus manos. Sentía que la rabia era como fuego en su pecho, pero también la impotencia de quien se ve acorralada por fuerzas mayores.

-- Están jugando conmigo como si fuera un trofeo. -- murmuró.

-- No soy un objeto. No soy parte de sus planes. --

Gabriel permaneció en silencio, respetando su desahogo. finalmente, Valentina levantó la cabeza. Sus ojos ardían con determinación.

-- Si creen que voy a rendirme, se equivocan. --