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EL DRAGÓN OLVIDADO QUE VUELVE A NACER

EL DRAGÓN OLVIDADO QUE VUELVE A NACER

Status: En proceso
Genre:Yaoi / Viaje En El Tiempo / ABO / Traiciones y engaños / Reencarnación / Fantasía LGBT
Popularitas:2.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Gabitha

El fallecimiento de su padre desencadena que la verdad detrás de su rechazo salga a la luz y con el poder del dragón dentro de él termina con una era, pero siendo traicionado obtiene una nueva oportunidad.
— Los omegas no pueden entrar— dijo el guardia que custodia la puerta.
—No soy cualquier omega, mi nombre es Drayce Nytherion, príncipe de este reino— fueron esas últimas palabras cuando ellos se arrodillaron ante el.

NovelToon tiene autorización de Gabitha para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

PARTIDA

El emperador Vladimir y Christian habían regresado de su luna de miel.

Corta, según palabras del emperador, pero suficiente para llenar al palacio de una nueva luz. Ambos radiaban felicidad, y hasta los más viejos sirvientes comentaban que jamás habían visto al emperador sonreír de esa manera.

Pero aquella calma duró poco.

Días después de su regreso, los preparativos para la guerra comenzaron. Los entrenamientos se intensificaron, los campos se llenaron del sonido del acero chocando, y los muros del imperio temblaron bajo el eco de las órdenes.

El tiempo se volvió fugaz: las horas parecían segundos, los días un pestañeo.

Drayce, aunque joven, se unió a los entrenamientos. Cada amanecer lo encontraba en el campo, con el cuerpo cubierto de sudor y el rostro endurecido por la decisión. No había revelado aún su propósito a Christian ni a Drarius. Sabía que, en cuanto lo hiciera, las lágrimas no se harían esperar.

Mientras tanto, el emperador y la madre emperatriz preparaban en secreto un regalo antes de la partida del joven.

—¿Estás seguro de que la armadura se ajustará a su cuerpo mientras crezca? —preguntó Vladimir al mago de la torre, un hombre anciano con túnicas color índigo.

—Por supuesto, su majestad —respondió el mago con orgullo—. La armadura está encantada para adaptarse a su portador. Crecerá con él, protegerá su cuerpo y su alma. Los magos de la torre añadieron runas de resistencia, defensa mágica y recuperación.

—¿Podrías mostrarnos una demostración? —pidió la madre emperatriz.

El mago asintió emocionado. Entregó la armadura a un guardia para que se la colocara. Al principio, el hombre temió romperla por su apariencia ligera, pero en cuanto la vistió, esta se ajustó a su forma con un leve resplandor azul.

—Ahora, observa, majestad —dijo el mago.

Otro guardia se acercó y, a su señal, lanzó un golpe fuerte sobre la armadura.

El golpe sonó seco… pero el guardia que la llevaba puesta ni siquiera se movió.

—Golpéalo de nuevo, en el mismo sitio —ordenó el mago.

El segundo golpe fue más fuerte… y esta vez, el golpeador salió volando hacia atrás por la fuerza que la armadura había devuelto.

El emperador y su madre se miraron asombrados.

—Impresionante… —susurró Vladimir.

—Es un nuevo tipo de hechizo —explicó el mago con orgullo—. La armadura retiene la fuerza del impacto y la libera en el siguiente golpe. Un escudo vivo.

—Entonces háganlas en cantidad —ordenó el emperador—. Entreguen una a cada soldado que partirá. Esta, personalmente, la entregaré a Drayce.

—¿Qué dijiste? —interrumpió de repente una voz detrás de ellos.

Los tres voltearon. En la puerta, Christian observaba con el rostro confundido y el ceño fruncido.

—¿Por qué le entregarías una armadura a Drayce? —preguntó el omega, con la voz alzándose apenas.

Vladimir se quedó congelado un segundo.

—¿Yo? ¿Decir eso? No… debes haber oído mal —dijo fingiendo inocencia.

La madre emperatriz se cubrió el rostro con la mano.

—Hijo, a veces pienso que tu peor enemigo es tu propia boca.

Christian no cayó en la evasiva.

—No te hagas el tonto, Vladimir. ¿Qué está pasando?

—Emperatriz —intervino la madre emperatriz con suavidad—. Drayce ya tomó su decisión. No podemos cambiarlo.

Christian se quedó inmóvil unos segundos… hasta que comprendió.

Y entonces echó a correr.

—¡Christian! —gritó Vladimir, siguiéndolo junto a su madre.

—Lo tonto lo heredaste de tu padre —murmuró la madre emperatriz mientras corrían detrás del omega.

---

Christian atravesó pasillos, jardines y corredores, preguntando a cada sirviente que encontraba.

Cuando por fin le indicaron el campo de entrenamiento, corrió sin detenerse, ignorando el dolor en el pecho.

—¡Drayce! —gritó al llegar.

Los soldados, al escuchar la voz del omega imperial, se apartaron.

Drayce se giró, sorprendido.

—¿Christian?

El mayor avanzó con pasos rápidos.

—¿Cómo es eso de que vas a irte? —su voz temblaba—. ¿Por qué no me lo dijiste?

Drayce abrió los labios, pero no halló respuesta.

—¿Quién te dijo? —preguntó al fin, aunque ya sabía la respuesta.

—No respondas con otra pregunta —replicó Christian, con lágrimas formándose en sus ojos—. ¡Solo dime por qué!

El joven omega se acercó y con delicadeza tocó una lágrima que caía por la mejilla del pelirrojo.

—Eres una emperatriz ahora. No puedes llorar frente a todos —susurró—. No te lo dije porque estás amamantando a Dereck… y porque ya no eres mi sirviente, Christian. Eres madre.

Las palabras fueron suaves, pero dolieron como una espada.

Vladimir llegó a ellos, jadeando.

—Se me… escapó —admitió, levantando una mano.

—Ya no importa —intervino la madre emperatriz—. Hablemos en otro lugar.

---

En la oficina imperial, el aire pesaba como plomo.

Christian estaba sentado, las manos apretadas sobre el regazo, los ojos enrojecidos.

—Tranquilo, joven príncipe —susurró Vhagar en la mente de Drayce.

—Estoy bien, solo que es difícil todo esto —respondió Drayce.

—No es por Serina —dijo el dragón con voz grave.

—¿Entonces quién? —preguntó Drayce, alarmado.

—No lo sé aún. Pero la batalla será el punto de encuentro.

Drayce guardó silencio. Su pecho se sentía pesado.

Unos golpes en la puerta rompieron el momento.

Era Drarius.

—Padre… ¿puedo pasar?

—Adelante —respondió Vladimir.

Todos estaban allí.

Christian no pudo contenerse más y estalló.

—¡No puedo permitirlo! ¡Es un niño! ¡No irás a esa guerra, Drayce!

Drayce lo miró con ternura.

—Si no voy yo, irá padre. Y tú lo sabes. Él debe quedarse contigo y con Dereck. No quiero perderlos.

—¡Pero eres un omega! —insistió Christian—. ¡Ellos no verán eso, te matarán apenas te vean!

—No me subestimes —respondió Drayce con una sonrisa leve—. La guerra no distingue entre alfa y omega.

El silencio cayó sobre todos. Finalmente, Vladimir habló.

—Intenté detenerlo… pero no hay fuerza que cambie una decisión de su corazón.

Christian apretó los labios, impotente.

Vladimir caminó hacia su escritorio y tomó una caja envuelta en tela oscura.

—Toma, Drayce. Es un regalo de tu abuela y mío.

El joven la abrió con cuidado.

Dentro, la armadura brilló con un resplandor plateado.

—Gracias, padre.

—¡Solo eso le dirás! —gritó Christian, las lágrimas cayendo libremente.

Vladimir bajó la mirada.

—No es que quiera que se vaya… pero a veces, amar significa dejar partir.

Christian lo miró lleno de enojo y dolor, pero en su corazón sabía que no podía odiarlo.

—Está bien… —susurró—. Pero prométeme que te mantendrás lejos de los alfas y de los hombres.

Drayce asintió.

Luego, los abrazó a todos.

La madre emperatriz, Vladimir, Drarius… y por último, Christian, que no pudo evitar sollozar en su hombro.

---

Los días se desvanecieron.

El joven cumplió doce años antes de partir. Pasó las noches escribiendo instrucciones para su padre: advertencias de peligros, nombres de enemigos ocultos, incluso una cura para una enfermedad que aún no existía.

Gracias a Vhagar, dejó fórmulas, hechizos y remedios que los magos debían preparar si el agua del reino se contaminaba.

Sus últimas palabras fueron simples:

“Protege a la familia. No permitas que la luz del imperio se apague.”

---

El amanecer del día de la partida llegó.

Las trompetas sonaron desde las murallas, los caballos relinchaban impacientes. Los soldados formaron filas perfectas, todos portando las nuevas armaduras.

Drayce, de pie frente a ellos, parecía más alto de lo que era. Su mirada era firme, su respiración tranquila.

Drarius corrió hacia él y lo abrazó con fuerza.

—Prométeme que volverás con vida.

—Lo prometo. Pero tú también promete cuidarlos a todos. Sé feliz por mí, hermano.

—Lo prometo —susurró Drarius, conteniendo las lágrimas.

Drayce se giró hacia su padre.

—Padre… hay algo que debo decirte —murmuró, inclinándose hacia él.

Vladimir se acercó, curioso.

Drayce sonrió con un brillo travieso en los ojos.

—Dentro de algunos meses… habrá más niños corriendo por el castillo.

El emperador abrió los ojos sorprendido, pero antes de que pudiera responder, el cuerno de guerra resonó.

Dando inicio a la marcha

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Priscy Agudelo
me encanta tu novela, cada capítulo me llena de intriga y no puedo parar de leer. 👏👏👏felicitaciones.
Gaby Rodriguez: Gracias por tus palabras y me alegra que te esté gustando 🤭☺️
total 1 replies
Limaesfra🍾🥂🌟
🐲🐉
Gaby Rodriguez: Me alegra que te esté gustando🥰
total 1 replies
Adeilis
Más capítulo por favor
Adeilis
La historia es muy interesante, me gusta mucho
Gaby Rodriguez: Me alegra que te guste y gracias por darle una oportunidad 🤗😘
total 1 replies
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