Conoce a Morgan, deja que te envuelva en su historia y siente cada una de sus emociones como si fuera tuya.
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Capitulo: 18
MORGAN.
Habían pasado dos meses. Dos meses desde la última vez que vi a Caleb. No lo he llamado ni buscado, ya que Hunter me dijo que se había ido, y su casa lleva semanas deshabitada. La escuela ya lo dio de baja por completo.
Lo he dado por perdido. Y sí, perdido, porque al final, después de que supe que se había ido, fue cuando admití que estaba enamorada de él. Pero ahora no puedo hacer nada.
Me duché y me cambié para ir al instituto. Mientras caminaba por los pasillos, estaba tan sumida en mis pensamientos que no noté lo que pasaba a mi alrededor hasta que choqué con algo. Cuando volví a la realidad, me di cuenta de que era Jessica.
—Miren nada más, ¡la asesina llegó! —me dijo, con una sonrisa burlona.
—¿De qué hablas, Jessica? —le pregunté, confundida.
—Mira a tu alrededor, Morgan. Todos te tienen miedo —me dijo, sin quitarme la mirada.
Volteé a ver a todos los que estaban en el pasillo, y, efectivamente, todos me miraban con miedo.
—¿Qué pasa, Jessica? —le pregunté, sintiéndome asustada.
—¿Qué? ¡Qué pasa! Ya sabemos por qué tus papás se fueron y te dejaron sola aquí. Trataste de matar a tu mamá.
—¡No es verdad! ¡Tú no sabes nada! ¡Nadie de ustedes sabe nada! —grité, sintiendo las lágrimas acumularse en mis ojos. No sé cómo se enteró de esa versión de la historia, pero ahora todos piensan que soy una asesina.
Me abrí paso entre la gente y corrí al exterior del instituto. No me detuve hasta que me subí a mi auto y conduje, tratando de llegar a algún lugar.
Aparqué en un pequeño parque. Me bajé del auto, busqué un banco y me senté.
Después de un rato de solo llorar y pensar, decidí que era hora de irme, pero una mano con un pañuelo me cubrió la nariz. Traté de librarme, pataleando y luchando, pero de pronto empecé a sentirme sin fuerzas y caí en una profunda oscuridad.
—No la vas a tocar. La queremos viva, imbécil —escuché a dos voces discutir.
Traté de abrir mis ojos, pero me pesaban. Cuando finalmente lo logré, dos pares de ojos me estaban mirando.
—Ya era hora de que despertaras —dijo un hombre de unos treinta años. Tenía el cabello castaño, ojos color miel y piel blanca. La verdad, era muy apuesto.
—Ignóralo, linda. Es un imbécil —agregó una mujer, de una edad similar a la mía. Ella era todo lo contrario al hombre:
cabello negro azabache, ojos café oscuro y piel morena.
—Nos presentamos. Yo soy Dante Smith, y ella es Raquel Lee —dijo el hombre.
—¡Mucho gusto, linda! —dijo la mujer, felizmente.
—¿Qué quieren de mí? —pregunté, sintiendo un escalofrío.
El hombre soltó una sonora carcajada. Luego, me miró fijamente.
—De ti, nada, querida. De tu papá, todo.
—¿De mi papá? —pregunté, confundida.
—Sí. Queremos su mafia.
—Están equivocados. Mi papá trabaja en un banco.
—Oh, eso es solo una fachada, linda. ¿No me digas que no sabías que tu papá tiene una mafia?
—No. Usted debe de estar equivocado —le dije, intentando sonar segura.
—No, linda, no estamos equivocados.
Queremos a tu papá. No lo queremos matar, tranquila. Solo queremos que nos ceda su mafia por las buenas. Si quiere por las malas, le podemos mandar un dedo, una oreja, tu lengua o un ojo. ¿Qué te gusta más, pequeña?
—¡USTED ESTÁ ENFERMO! —le grité con asco.
—Tu papá no es un santo, querida.
—Haga lo que quiera. A él no le importo ni él me importa a mí. Para mí, él está muerto.
—Qué mal carácter para una chica tan linda. Tienes mucho odio y rencor en ti. Necesitas modales —me dijo, con una sonrisa maliciosa.
—Métase sus putos modales por el culo —le respondí, sin pensarlo.
—Qué boquita —exclamó, y luego me dio un fuerte golpe en la mejilla.
Sentí la sangre de mi labio, pero aun así, me reí.
—¿DE QUÉ TE RÍES, MALDITA MOCOSA? —gritó, fuera de sí.
—Ustedes los hombres son todos iguales.
Son unos machistas de mierda que se creen superiores por tener armas y drogas. Pero sin sus putas armas, ¡son unos jodidos niñitos asustados! —le grité.
—Yo te mostraré modales. Sería muy fácil para mí. Con dos golpes, te desmayaría y no sentirías los demás. Raquel, dale una lección —le ordenó.
La mujer se acercó, me tomó del cabello para que levantara la cabeza y me dio un fuerte puñetazo en la mandíbula.
Luego, me pateó por todo el cuerpo. Me dolía como el infierno, pero no podía hacer nada.
Yo misma me busqué esto por retar a ese cabrón. Solo espero que obtengan lo que quieren para poder estar en mi casa, en paz. En este momento, me gustaría haber aceptado los sentimientos que tengo por Caleb. Tal vez, en este instante, él estaría viniendo por mí.