Doce años pagué por un crimen que no cometí. Los verdaderos culpables: la familia más poderosa e influyente de todo el país.
Tras la muerte de mi madre, juré que no dejaría en pie ni un solo eslabón de esa cadena. Juré extinguir a la familia Montenegro.
Pero el destino me tenía reservada una traición aún más despiadada. Olviden a Mauricio Hernández. Ahora soy Alexander D'Angelo, y esta es mi historia.
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Invitación del enemigo
Punto de vista de Elías
Miré el archivo en mi escritorio. En él estaba la vida de Mauricio Hernández: su foto policial, la sentencia y la reconstrucción perfecta de su actual fachada, Alexander D’Angelo. Podía acabar con él ahora mismo con una simple llamada a Felipe. Destruiría su reputación, su empresa, y a Sofía por traidora.
Pero la duda me corroía. Si exponía el pasado de Alexander, la prensa escarbaría tan profundo que inevitablemente desenterrarían el fraude original de los bonos, y yo iría a la cárcel. La venganza de Alexander era un arma de doble filo que también podía matarme a mí.
Había tomado una decisión y está sería mantener el secreto por ahora.
—No voy a disparar mi propia pierna, Felipe —dije, llamando a mi contacto—. Suspende la filtración.
—¡Estás demente, Elías! ¿Qué esperas? ¿A que te corte la cabeza en público? —protestó Felipe.
—Exactamente. Lo confrontaré en mi terreno. Le enviaré una invitación formal para una cena de gala en mi mansión. Será mi último gran acto social antes de la boda. Necesito verlo en persona, bajo mis reglas, para humillarlo una última vez. Y si intenta algo, tengo a mi gente lista.
Era una locura, pero era el único plan que me permitía exhibir mi poder y no terminar en prisión.
Punto de vista de Alexander
La invitación llegó en papel marfil. Un estúpido intento de Elías Montenegro para reafirmar su estatus en lo que él consideraba su castillo. Una cena de gala para celebrar la unión de las familias. Lo había dejado pensar que el tenía el control, por lo que deje que su gente encontrará mi verdadera identidad sabiendo que no me expondría, ya que eso sería hundirse el mismo.
—Es una trampa —me dijo Mónica, mi asistente, mientras revisábamos la agenda.
—Por supuesto que lo es —respondí, con una sonrisa fría. Era el juego que yo había creado—. Pero también es una oportunidad que no puedo desaprovechar.
Desde mi confrontación con Sofía, mi plan de destrucción se había detenido. No podía seguir atacando a su familia sabiendo que ella me amaba, y sabiendo que yo la amaba. La única forma de seguir era demostrarle la verdad, librarme del monstruo que su padre me había obligado a ser. Necesitaba la prueba de mi inocencia, no para la ley, sino para Sofía.
—Elías guardaba todos los documentos comprometedores de la empresa en un compartimento especial en su estudio —le expliqué a Mónica—. Los originales del fraude de los bonos deben estar allí. Si encuentro esos archivos, puedo demostrar a Sofía que fui una víctima, no un criminal, y puedo hundir a Elías sin necesidad de la prensa.
—Señor, ir a la mansión es un suicidio. Estará lleno de su seguridad.
—Por eso es una cena de gala. Todos estarán distraídos. Y necesito que me prepares una coartada perfecta. Necesitas hackear la red de seguridad de la casa, activar una alerta silenciosa o un apagón temporal que me dé exactamente cinco minutos para entrar en el estudio y salir.
Punto de vista de Sofía
Alexander entró en la habitación de huéspedes y me encontró empacando la poca ropa que me quedaba.
—Nos han invitado a cenar —dijo, lanzando la invitación sobre mi cama—. Una cena de gala en la casa de tu padre.
—¿Una cena de gala? —Me reí con ironía—. ¿Para qué? ¿Para que él pueda brindar por su propia ruina?
—Quiere confrontarme en público, humillarme. Pero yo no voy a esa cena para bailar, Sofía. Voy a buscar la prueba que necesitas.
Me acerqué a él, mirándolo a los ojos, con la verdad de Mauricio latiendo entre nosotros.
—¿La prueba de qué? ¿De que tu venganza es justificada?
—No. La prueba de que fui inocente —susurró, tomando mi mano—. Elías guardó los originales del fraude. Si encuentro esos papeles, puedo entregárselos a la policía y desmantelar el imperio Montenegro, liberándote de su yugo para siempre. Y tú verás que el hombre que te besó no es el monstruo que lo creó.
Su determinación era palpable. Era la primera vez que sentía que su lucha era por la justicia, no solo por la venganza.
—Es una locura. Te atraparán.
—¿Me ayudarás o no? —preguntó.
Me mordí el labio. Si Alexander era atrapado, mi padre ganaría. Pero si Alexander conseguía la prueba...
—Iré a esa cena —dije, tomando su mano con firmeza—. Y te daré la distracción que necesites.
—Sabía que podía contar contigo, ahora debemos prepararnos y estar listos para lo que pueda suceder.
—Sabes que es una trampa ¿verdad?
—Lo sé, pero yo siempre estoy un paso delante de él.
—Quiero creer en ti, pero eso significa que mi padre es el monstruo que me has dicho.
—Un padre que de verdad ama no entregaría a su hija a un ser sin escrúpulos como Felipe y tampoco a un hombre que no conoce como soy yo. Abre los ojos y date cuenta quien es realmente Elías.
Quería que Sofía entendiera, aunque sabía que su padre la había manipulado toda su vida con un falso amor que nunca existió él solo la quería para tenerla como moneda de cambio.
Tome su rostro entre mis manos obligándola a verme a los ojos.
—Siento mucho todo el daño que te he causado, solo espero que puedas perdonarme y cuando todo esto termine te quedes a mi lado por tu propia decisión.
Bese suavemente sus labios y luego salí de la habitación dejándola sola. Ella necesitaba procesar todo lo que le había dicho sobre su familia.