El Alfa Quiere Redimirse

— Lio

— Lio, ¡hermano! —elevó la voz Artem, cruzando los brazos con una expresión claramente molesta.

Alessio parpadeó, regresando lentamente de su mundo de pensamientos, giró la cabeza con algo de lentitud hacia Artem, que lo observaba con una mezcla de molestia y preocupación desde el otro lado de la mesa.

—¿Sí? ¿Qué sucede? —preguntó, suavemente.

Al ver el ceño fruncido de Artem, una ligera risa escapó de los labios de Alessio. Se inclinó ligeramente hacia él, alargando la mano, revolviendo con cariño su cabello.

—Lo siento, Artem, estaba un poco distraído —murmuró, soltando un leve suspiro antes de dibujar una pequeña sonrisa, casi culpable.

Pero la verdad era otra. Su mente no había dejado de dar vueltas desde aquel día. Desde ese beso inesperado, ese momento sofocante con Enzo. Después de aquello, no hubo mensajes. Ninguna palabra. Ninguna excusa. Un silencio incómodo que se extendía como una sombra.

Y Alessio… lo evitaba. Como si huir pudiera borrar el temblor en sus labios, la sensación de su aliento o ese brillo posesivo en sus ojos.

Por suerte, el destino le había dado un respiro. Recordó que, en estas fechas, Enzo había estado absorto de un nuevo proyecto clave en la empresa que trabajaba. Uno del que él era uno de los encargados principales. Eso le dio espacio a Alessio. Espacio para no pensar. O al menos intentarlo.

Volviendo al presente, buscó un cambio de tema rápido y natural.

—¿Y cómo te va en el trabajo?

Artem bajó un poco la mirada, jugueteando con su taza antes de responder.

—Bueno… yo renuncié —soltó, sin rodeos.

El movimiento de la mano de Alessio se detuvo de golpe en el aire, y lo miró, atónito, como si acabara de escuchar una noticia imposible.

—¿Qué? —preguntó, atónito.

Artem solo asintió, encogiéndose de hombros.

Sus ojos se agrandaron, y un par de ideas se atropellaron en su mente. ¿Renunció? ¿¡Cómo va a acercar de nuevo a Artem y Enzo si uno de ellos ya no está ahí!?

Alessio se quedó en silencio, mirándolo fijamente. No sabía si reír, gritar o tirarse de los pelos.

Y por primera vez en semanas, no fue Enzo quien le hizo perder la cabeza. Fue su propio hermano.

Alessio bajó la mano con calma, como si quisiera que su reacción pasara desapercibida, y tomó una galleta del plato frente a él.

—¿Sucedió algo para que renunciaras? — preguntó con un tono que era sereno, pero cargado de curiosidad.

Artem negó suavemente, luego alzó la mirada hasta su hermano. Su expresión, aunque tranquila, mostraba una decisión que no solía verse en él.

—Hermano, yo quiero trabajar contigo —soltó de repente.

Alessio se quedó sorprendido, con la galleta a medio camino hacia su boca. La situación le arrancó una breve risa entre dientes.

—¿Y eso? —inquirió, arqueando una ceja con curiosidad—. ¿Qué hay de Enzo? ¿No son compañeros de trabajo?

Mientras hacía la pregunta, desvió la mirada hacia un rincón del comedor, como si evitara algo en el aire. Mordió la galleta, como si el tema no le importara demasiado. Pero Artem, lo notó, y no le gustó. No fue un simple desvío de mirada. Era evasivo, como si el solo nombre de Enzo le provocara incomodidad… o tal vez algo más.  Una ligera incomodidad se instaló en su pecho, optó por sonreír, aunque por dentro se sintiera un poco infeliz.

—No, ya no somos compañeros. Y… sinceramente, me gustaría estar cerca de ti. Quiero aprender de ti, Alessio.

El ambiente quedó en silencio, roto solo por el crujido de la galleta en la boca de Alessio, y con el sabor dulce aún en la lengua, un recuerdo amargo se coló en su mente. Antes, Enzo trabajaba en la empresa Blockium. Hasta que, por su insistente persecución, él terminó marchándose a la empresa rival. Allí, Enzo desarrolló un proyecto clave, el mismo que marcaría el inicio de su carrera.  Y ese… ese era precisamente el proyecto.

Otro error que Alessio había cometido por amor. Un error que todavía pesaba, aunque intentara negarlo.

Negó con un leve movimiento de cabeza, ahuyentando los pensamientos. No, no era momento para eso.

Salió de su ensimismamiento con una sonrisa, suavizando el tono de su voz.

—¿Aprender de mí? —repitió en un tono cálido, casi juguetón—. Pero si yo puedo mantener a mi hermanito, papá también lo haría — dijo con un dejo de cariño, acompañando las palabras con una risita ligera —. Incluso creo que la persona que salga contigo te trataría como a un príncipe.

Le lanzó una mirada divertida a Artem, pero apenas terminó de hablar. Una punzada de culpa le recorrió el pecho. Lo había olvidado, al menos por un instante. En esta época… Artem y Enzo aún salían. Aunque su relación no se hubiese formalizado del todo, en la trama original lo harían tarde o temprano. Incluso si el vínculo era ambiguo, difuso… si él intervenía por sus propios sentimientos, ¿no estaría rompiendo algo que aún no nacía?

Apretó la mandíbula sutilmente, ocultando el peso de esa culpa tras su sonrisa. Sus ojos volvieron a enfocarse en Artem, y algo dentro de él se detuvo. Era extraño. Artem no parecía mostrar el más mínimo interés en Enzo.

Solo estaba allí, mirándolo a él, con esa sonrisa tranquila y serena. Como si Enzo fuera un simple conocido.

Alessio dejó escapar un suspiro, su mirada fija en la galleta, medio comida que reposaba en su mano. Con cautela, como tanteando el terreno, comenzó.

—Tú y Enzo…

Pero sus palabras fueron cortadas antes de poder formarse del todo.

—Alessio —lo interrumpió Artem, pronunciando su nombre con suavidad.

Alessio alzó la vista, un tanto sorprendido por la interrupción y por la tranquila sonrisa que se dibujaba en los labios de su hermano.

—¿Sí? —respondió, todavía con la pregunta a medio camino en su mente. Estaba a punto de preguntarle si él y Enzo estaban saliendo, pero aquella sonrisa lo hizo detenerse.

—No hables de Enzo Volkov cuando estés conmigo, ¿sí? —dijo Artem, sin dejar que su tono perdiera la calma, pero con una firmeza que no admitía réplica.

Alessio parpadeó, desconcertado.

—¿Estás molesto?

—No… —Artem negó suavemente—. Es solo que no veo a Lio desde hace tiempo, pero… sigues hablando de otras personas… —Su voz se fue apagando en la última parte, y bajó la cabeza como si le costara sostenerle la mirada.

La culpa se apoderó de Alessio en un instante.

—Lo siento, Arty —se apresuró a disculparse.

Artem levantó el rostro, y en un gesto casi casual, llevó una de sus manos a sus labios, ocultando una pequeña sonrisa que Alessio, cegado por la preocupación, no llegó a notar.

—¿De verdad lo sientes, Lio? —preguntó con tono suave, casi juguetón.

—Sí —asintió Alessio sin pensarlo, con total sinceridad—. Arty, ¿qué puedo hacer para que me perdones?

Por un momento, sintió que la conversación estaba tomando un rumbo inesperado, pero no le pareció extraño. La culpa pesaba demasiado como para analizarlo.

Artem entrecerró los ojos, fingiendo pensar, antes de hablar con voz ligera:

—Bueno… si mi hermano me acepta trabajar en su mismo equipo, te perdono.

Alessio soltó un suspiro y, en un intento por dejar de lado cualquier tensión, sonrió con genuina alegría. Las mejillas de Artem se tiñeron de un suave tono rosado, como si aquella expresión le hubiese tomado por sorpresa.

—Si es lo que quieres… pero debes hablar con padre —dijo Alessio con un tono ligero, mientras tomaba el vaso de jugo que tenía frente a él y bebía un sorbo.

Sin embargo, mientras el líquido frío pasaba por su garganta, su mente se ensombreció. Debo cambiar mis planes para juntarlos… pensó. Algo había salido mal, eso estaba claro, pero no lograba entender qué. Otro suspiro se escapó de él, esta vez más prolongado.

—Lio —la voz suave de Artem lo sacó de sus pensamientos.

Alessio alzó la mirada, un tanto sorprendido por el llamado.

—¿A mí? —preguntó, como si la pregunta pudiera estar dirigida a otra persona.

Artem asintió, observándolo con atención.

—Has suspirado al menos tres veces mientras bebías tu jugo. ¿Te pasó algo estos días?

Alessio se quedó en silencio unos segundos, evaluando sus palabras, antes de negar con una leve sonrisa.

—No, no ha pasado nada. Solo es trabajo… —respondió con naturalidad, para luego desviar el foco—. ¿Pero qué hay de ti? ¿Ha pasado algo?

Artem lo miró, entornando los ojos, como si intentara leer algo más allá de la superficie. Aquella mirada lo hizo soltar una risita nerviosa.

Fue entonces cuando la memoria lo golpeó. Es cierto… estamos cerca del evento donde un acosador siguió a Artem en secreto. Un gran punto de inflexión en la novela… y uno de los momentos clave para que el vínculo entre Enzo y Artem comenzara a fortalecerse.

Otro escenario que, tal como iban las cosas, parecía que ya no seguiría el guion original.