Serena estaba temblando en el altar, avergonzada y agobiada por las miradas y los susurros ¿que era aquella situación en la que la novia llegaba antes que él novio? Acaso se había arrepentido, no lo más probable era que estuviera borracho encamado con alguna de sus amantes, pensó Serena, porque sabía bien sobre la vida que llevaba su prometido. Pero entonces las puertas de la iglesia se abrieron con gran alboroto, los ojos de Serena dorados como rayos de luz cálida, se abrieron y temblaron al ver aquella escena. Quién entraba, no era su promedio, era su cuñado, alguien que no veía hacía muchos años, pero con tan solo verlo, Serena sabía que algo no estaba bien. Él, con una presencia arrolladora y dominante se paro frente a ella, empapado en sangre, extendió su mano y sonrió de manera casi retorcida. Que inicie la ceremonia. Anuncio, dejando a todos los presentes perplejos especialmente a Serena.
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Capitulo 14
Serena entró en la posada con el corazón latiéndole con fuerza. Sus ojos brillaban de emoción mientras recorría el lugar con la mirada, había algunos clientes dispersos en las mesas, conversando animadamente, y un aroma a pan recién horneado mezclado con especias cálidas impregnaba el aire. Pronto distinguió a una mujer de mediana edad que parecía ser la dueña.
Con un poco de nervios, Serena se acercó y saludó con cortesía.
—Disculpe… ¿tengo el gusto de hablar con la propietaria?
La mujer alzó una ceja y la observó con cierta desconfianza antes de responder con voz firme:
—Así es. Soy Sonia ¿Y tú quién eres? ¿Qué necesitas?
Serena bajó ligeramente la cabeza en señal de respeto.
—Mi nombre es Serena —dijo con voz clara, aunque un leve temblor la delataba—. Me han dicho que estaba necesitando a alguien que le ayude en la posada… Estoy interesada en el trabajo.
La mujer la recorrió con la mirada de arriba abajo, con un juicio evidente en sus ojos. Detalles que para Serena pasaban desapercibidos saltaban de inmediato a la vista de Sonia, su rostro impecable, sin huellas de fatiga o privaciones; sus manos suaves y delicadas, más acostumbradas al hilo fino que a la escoba; e incluso la manera en que se mantenía erguida, demasiado propia para alguien que buscaba empleo en un lugar como aquel.
—Así es, niña. Necesito a alguien que me ayude aquí —dijo finalmente Sonia, con un dejo de duda en la voz—. Pero tú… dime, ¿acaso sabes hacer algo?
Serena sintió un nudo en el estómago. Bajó la mirada un instante, crispando sus dedos entrelazados. La mujer frente a ella parecía demasiado perspicaz; mentirle no tendría sentido. Eligió la sinceridad.
—Sé hacer algunas cosas y otras no… pero aprendo rápido.
Sonia entornó los ojos, evaluándola.
—¿Y qué cosas sabes hacer?
—Sé bordar, coser… leer, escribir, cálculo y administración —respondió Serena, con cautela.
La mujer arqueó una ceja, sorprendida. Ese tipo de habilidades no eran comunes en las jóvenes del pueblo; más bien, eran propias de las muchachas de familias nobles. Sonia guardó silencio unos segundos, como sopesando la situación, hasta que habló de nuevo.
—Tus habilidades no parecen servirme de mucho aquí —dijo sin rodeos.
Las manos de Serena se apretaron con más fuerza frente a ella. Mordió su labio inferior, sintiendo cómo la frustración le subía a la garganta. Estaba convencida de que sería rechazada, que aquella primera oportunidad que había aparecido ante ella se le escapaba entre los dedos.
Pero Sonia no había terminado.
—Sin embargo, valoro tu sinceridad. Así que… veamos qué tan rápido aprendes. ¿Podrías empezar ahora mismo?
Serena levantó la cabeza de golpe. Sus ojos, que segundos antes estaban nublados por la desilusión, brillaron de emoción.
—¡Por supuesto! —respondió con entusiasmo.
Una leve mueca, casi una sonrisa, curvó los labios de Sonia.
—Bien. Sígueme, te mostraré lo que tienes que hacer.
El resto de la tarde Serena lo pasó corriendo de un lado a otro, limpiando mesas, acomodando sillas, trapeando el suelo, e incluso ayudando en la cocina con pequeños encargos. No lo hacía de manera perfecta —en ocasiones torpe, en otras demasiado meticulosa—, pero lo que sí resultaba evidente era su empeño. Cada tarea la realizaba con una concentración casi solemne, como si le fuera la vida en ello.
Sonia la observaba con atención desde detrás del mostrador. No se le escapaba ningún gesto de la muchacha, desde la manera en que se mordía el labio cuando algo no le salía bien, hasta la chispa en sus ojos cuando lograba hacerlo correctamente.
Al caer la tarde, cuando el sol teñía el cielo de un naranja cansado, Serena esperaba con ansias el veredicto. Miraba a Sonia con expectación, conteniendo la respiración.
La posadera se cruzó de brazos y la observó unos segundos más antes de hablar.
—Está decidido. Te contrataré.
Los ojos de Serena se abrieron como platos. Por un instante, creyó que había escuchado mal, pero cuando comprendió que era cierto, su alegría fue tan desbordante que casi dio un salto en el lugar.
—¡Gracias! ¡Muchas gracias! —repitió una y otra vez, inclinándose en reverencia con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Sonia apenas asintió.
Serena estaba exultante por haber conseguido aquel trabajo. La noticia llenaba su corazón de esperanza, pues sabía que sería de gran ayuda para sus futuros planes. Sin embargo, en medio de la alegría, un pensamiento inevitable acudió a su mente, cuánto le gustaría compartir esa buena noticia con Rhaziel. La realidad, no obstante, era otra; hacía más de un año que no sabía nada de él. La tristeza la invadió como una sombra y, como solía hacer cada día, cerró los ojos un instante para elevar una plegaria silenciosa, rogando que estuviera bien.
Sumida en esa distracción, no advirtió que alguien venía en dirección contraria hasta que chocó de frente con él. Retrocedió de golpe, balbuceando una disculpa, y cuando levantó la vista se encontró con un rostro inesperadamente familiar.
—Shakan… —murmuró con sorpresa.
—Tú otra vez —respondió él, arqueando una ceja con ironía—. ¿Estás segura de que ves bien?
Ambos se incorporaron al mismo tiempo, y Serena, ruborizada, volvió a disculparse con torpeza. Entonces recordó que había sido él quien le había hablado del trabajo en la posada; de no ser por su comentario, quizá nunca se habría enterado de la oportunidad, y mucho menos habría podido conseguirla.
—Gracias… —dijo con sinceridad, inclinando un poco la cabeza—. Si no fuera por ti, no habría conseguido este empleo. Te debo un favor, así que… devolveré tu amabilidad siempre que esté dentro de mis posibilidades.
Shakan la observó con atención, como si tratara de leer en ella más de lo que mostraba, hasta que una chispa de interés brilló en sus ojos.
—Si realmente es así, entonces quiero algo —dijo con esa sonrisa astuta que parecía tan propia de él—. Quiero ser tu amigo.
Serena ladeó la cabeza con desconcierto.
—¿Amigo? ¿Estás seguro de que eso paga tu favor?
La sonrisa de Shakan se ensanchó, divertida.
—Sí. Para mí está bien. Supongo que seré tu primer amigo.
Pero Serena lo corrigió de inmediato, con una expresión suave que contrastaba con la picardía de él.
—Tu segundo amigo.
Por un instante, la sonrisa de Shakan se desdibujó, aunque ella no lo notó.
—¿Y quién es el primero? —preguntó con aparente ligereza.
Serena bajó la mirada, y una sonrisa melancólica curvó sus labios.
—Alguien… alguien muy importante para mí.
Sus ojos se cristalizaron al pronunciar aquellas palabras, y Shakan la contempló en silencio, con el gesto serio durante un segundo, antes de volver a ocultarse tras su habitual máscara de picardía.
—Está bien con eso —replicó, recuperando el tono despreocupado.
Luego, como si quisiera desviar la atención de aquella confesión, añadió.
—Te acompañaré hasta la calle principal. A estas horas, las calles no son tan seguras como parecen.
Serena le dedicó una sonrisa agradecida.
—Gracias, Shakan.
Caminaron juntos, entre faroles que iluminaban apenas las piedras del camino. La conversación, ligera y trivial, se mezclaba con el sonido de sus pasos, desde ese día, la doble vida de Serena comenzó.
que pasará 🤔 todavía falta mucho por qué regrese su salvador.
y este loco pervertido autoritario y con una madre loca y permisiva. no podra salvarse de lo que quiera hacer este loco.😭😭😭😭😭😭😭😭
Todos sus planes acaban de esfumarse como un débil suspiro.