EN OTRA VIDA

LUCÍA SMITH

Pronto es navidad, vivir con Alicia y Marco ha sido una buena decisión. Me han apoyado en todo. No quiero que piensen que soy una aprovechada, que me gustan las cosas fáciles, aunque toda una vida no tuve las cosas asi. Solo que quiero ser alguien para que Alexander se sienta muy orgulloso de mí.

Toc toc

— Salimos de compras— era María Alicia.

— ¿Y Alexander? Es muy pequeñito para que lo ande paseando.

— Mi nana Luisa lo puede cuidar. Ella me crió prácticamente y es como una madre para mí.

— ¿Puedo confiar mi hijo en sus manos?

— Sí. Pasemos un tiempo de amigas y de hermanas. Por fa. Además, podemos hablar un poco sobre la universidad.

— Está bien.

Dejé a mi hijo con Luisa. El chofer nos llevó al centro comercial. Ha sido una nueva experiencia y un choque de realidad, antes era yo quien servía y ayudaba a mi mamá con los quehaceres de la cocina y ahora me dicen señorita Lucia, aunque sea una chica con hijos y no tenga nada de señorita.

Llegamos al centro comercial.

Empezamos a ver tiendas de ropa.

— Toma— me extendió una tarjeta — es tuya, puedes hacer tus compras y pagar.

— Pero ese dinero no es mío. No me lo he ganado.

— No hallaba como dártelo y como todavía no tienes confianza con papá, así que yo soy como la mediadora entre ambos. Acéptalo. No acepto un no.

Tomé la tarjeta un poco indecisa. Entramos a varias tiendas. Escogí un vestido azul y una mudada para Alex. No quería abusar.

— Pensé que habías desaparecido para siempre — era la voz de la señora América— al parecer ya tienes empleo de sirvienta.

Gracias a Dios no traje a Alex.

Le tomé la mano a María Alicia y salimos de la tienda.

—¿Quién es esa vieja que te dijo esas cosas raras?

— Era la señora de dónde trabajaba mi madre. No vale la pena escucharla. Vámonos.

— No. No nos vamos a ir solo porque a esa vieja arrugada te molesta. Te gustó ese vestido azul y lo vamos a comprar.

— No. Buscaré otro vestido. Hay muchas tiendas aquí.

— Está bien, pero si te vuelve a insultar le diré a mi papá para que la ponga en su lugar. Nunca permitas que otros te insulten o quieran menospreciarte. Eres una Guillén en proceso, ok.

— Está bien. No sabía que eras peleonera.

¿Una Guillén en proceso?

Entramos a otra tienda, había vestidos muy lindos. Tomé uno y algo para Alexander y pagué. Lo único que quería era salir del centro comercial.

— Vamos a comer algo. Tengo hambre. Tal vez un helado.

— Para ser una Guillén, a veces actúas como una niña.

— Lo dices por el helado. Los helados se hicieron para eso, para ser degustados.

Nos sentamos en la heladería. Otra vez la señora América. Alicia me tomó de la mano.

— No retrocedas. Si das un paso atrás, esa vieja te seguirá molestando. Déjamela a mi.

La señora América se acercó.

— Eres increíble. ¿Y tú madre tiene trabajo? cómo despilfarras el dinero mientras ella se mata trabajando— ella no sabía que mi madre había fallecido.

— Mi madre falleció. Asi que, le pido respeto.

— Dylan se casó con Estela y son felices.

— Miré vieja decrépita, me deja comer un helado tranquila junto a Lucia — habló enojada Alicia — ¿nos anda siguiendo o que?

— Niña mal educada. ¿Cómo te atreves a faltarme el respeto? ¿Quién es tu padre?

— Y a usted que le importa quien es mi padre. ¿Qué lo va a amenazar? No creo que se logre eso, mi papá es Marco Guillén y le voy a contar de esto.

La señora América sonrió.

— Que mal te ha criado Marco. Le das mis saludos— ella se retiró.

Mis ojos se inundaron de lágrimas.

— Perdón. Ella fue mala conmigo.

— ¿Quién es Dylan y Estela? ¿Es su hijo?

— Dylan es su hijo. Estela era la prometida de él. Ahora son marido y mujer.

— ¿Él es el padre de Alexander? No encuentro conexión porque te restriega la boda de su hijo. Dime.

— No quiero hablar de eso. Alexander es solo mi hijo.

— Se parece a la historia de mi padre. Dylan sabe que tú tienes un hijo de él.

— Aún no. ¿Y para qué? — rompí en llanto en el mero centro comercial— Dylan pudo romper con Estela, pudo renunciar a su apellido, pudo huir y buscarme, pudo decir no en el altar, pero no hizo nada. Se casó y ya. Así que no vale la pena pensar en él. ¿Verdad?

María Alicia me abrazó.

— Calma. Ahora ya tienes quien te defienda. Mi papá pudo cometer sus errores en su juventud pero cuando se trata de su familia es como un león. Él puede acabar con ellos en un abrir y cerrar de ojos. No te imaginas el poder financiero que tiene. Ahora estás bajo la cobertura de él, así que no temas nada. Acepta llevar su apellido y que Alexander lleve su apellido.

— Gracias Alicia. Ahora eres mi paño de lágrimas.

— Soy tu hermana y tu amiga. Así que confía en papá y en mí, para que tú carga sea más ligera. Te quiero hermanita. Siempre quise tener una hermana.

— Nos vamos a casa.

— ¿Y mi helado? Quiero mi helado. Quedémonos solo un poco más. Además, esa señora ya se fue.

Nos comimos los helados y regresamos a casa. En la hora de la cena, decidida a aceptar el apellido del señor Marco, le dije.

— Señor Marco— Pausé.

— Si hija, dime.

— Voy a aceptar llevar el apellido Guillén — Alicia se levantó y me abrazó.

— Yeah. Siiiii. Esto hay que celebrarlo.

— ¿En serio? Mañana mismo me pongo en contacto con mis abogados. Me alegra que hayas aceptado.

— Creo que es hora de llamarlo padre. Aunque me cueste, haré el intento. Gracias por todo.

Todo lleva tiempo, sanar mis heridas no es de un momento a otro. Prometo ir a la tumba de mi madre y presentarle a Alexander. Pediré perdón por ahora vivir con mi padre. Creo que no tuve más opciones. Me voy a esforzar, a crecer y sanar para que nadie me pisotee. Lo prometo.

Algún día, quizás algún día, le cuente a Dylan que Alexander es su hijo, Pero por ahora no.