Fernanda siempre creyó que Víctor era su mate, su pareja destinada, un vínculo sagrado que ningún hombre lobo podía romper. Pero su mundo se desmorona al descubrirlo en los brazos de Natalia, su propia hermana, en un acto de traición que rompe no solo su corazón, sino el frágil equilibrio de la manada.
Devastada y sintiendo que algo oscuro ha corrompido el vínculo que los unía, Fernanda huye del territorio en busca de respuestas. En su camino encuentra a Marcus, un hombre lobo renegado que fue desterrado injustamente como alfa de su manada. Él también lleva el peso de una traición que cambió su vida para siempre. Unidos por el dolor y la necesidad de justicia, Marcus se convierte en un aliado inesperado para Fernanda.
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El Confrontamiento de las Hermanas Eternas
En el corazón de un bosque eterno, un lugar que existía más allá del tiempo y el espacio, dos figuras radiantes se enfrentaban bajo el manto de un cielo sin estrellas. El aire estaba cargado de una energía antigua, un tira y afloja entre fuerzas opuestas que se habían formado desde el origen del universo mismo. La Madre Luna Selene se alzaba erguida, su presencia emanaba un resplandor cálido y tranquilizador. Era la encarnación de la esperanza, un faro de luz en medio de la vastedad del cosmos. Frente a ella, Eisha, su hermana gemela y su opuesta absoluta, irradiaba una oscuridad tan densa que parecía devorar la luz misma. Era una paradoja de belleza y caos, un abismo viviente.La Madre Luna habló primero, su voz como un susurro que resonaba con la fuerza de un trueno en el vacío.
—Eisha, sabía que tarde o temprano aparecerías. No había reproche en sus palabras, solo una tristeza infinita que se reflejaba en sus ojos plateados.
La diosa oscura esbozó una sonrisa que no contenía alegría, solo desdén. Sus ojos, encendidos como brasas, chispearon con una mezcla de odio y rencor acumulado a lo largo de milenios.
—¿Y por qué no habría de hacerlo, querida hermana? preguntó con un tono de burla, sus palabras cargadas de veneno. ¿Acaso no te cansas de este juego interminable? Siempre fingiendo ser la madre amorosa y benevolente, siempre adorada por tus "hijos", mientras yo, tu igual, soy relegada al olvido.
Selene suspiró, un suspiro profundo que contenía siglos de paciencia. Su luz parpadeó con un brillo momentáneamente más intenso, como si intentara alcanzar a su hermana.
—Nunca fuiste olvidada, Eisha. Fue tu elección caminar por el camino de la oscuridad. Yo te ofrecí compartir la guía de nuestros hijos, pero preferiste destruir lo que no podías controlar.
Eisha avanzó un paso, y la tierra bajo sus pies pareció oscurecerse. Su figura era una sombra viviente, imponente y amenazadora.
—¿Controlarlos? escupió, con una mezcla de ira y desprecio. ¡Son bestias! Tus preciosos hijos son monstruos, lobos desbocados que causan más destrucción de la que jamás podrás redimir. Derraman sangre, arrasan con todo, y tú, en tu infinita arrogancia, lo llamas esperanza.
Selene no retrocedió. Su luz creció a pesar de las palabras de su hermana, envolviendo el espacio alrededor de ambas como un escudo protector.
—No son perfectos, pero tampoco lo son tus creaciones, Eisha. Ellos tienen algo que tú nunca entendiste: la capacidad de aprender, de crecer a través de sus errores. Esa es la verdadera belleza de su existencia.
Las palabras de Selene parecieron perforar una grieta en la oscura fachada de Eisha, pero esta se apresuró a sofocar cualquier señal de duda. Su risa resonó, amarga y cruel, como el eco de un trueno en la distancia.
—¿Belleza? repitió con burla. Llamas belleza a la debilidad. A esa fragilidad que siempre los deja vulnerables. Por eso he tomado mi propia decisión. Mis hijos serán fuertes, imparables, y no necesitarán de ti ni de tus enseñanzas inútiles.
Selene estrechó los ojos, su expresión calmada pero vigilante.
—¿Qué estás planeando, Eisha? preguntó con una voz que, aunque suave, contenía un filo de advertencia.
La sonrisa de Eisha se amplió, y una chispa de deleite oscuro brilló en sus ojos.
—Natalia, dijo con un tono de triunfo. Ella es mi obra maestra. La favorita de tus adorados hijos, convertida ahora en mi herramienta perfecta. Su ambición, su odio, y su egoísmo son la prueba de que mis hijos superarán a los tuyos.
Selene se mantuvo firme, aunque un destello de preocupación cruzó por sus ojos. Natalia, una de las almas en las que había depositado tanta esperanza, había caído bajo la influencia de Eisha. Pero no todo estaba perdido, no mientras existiera el vínculo.
—Natalia no está perdida, dijo Selene con convicción. Su destino aún no está sellado. Hay redención para ella.
Eisha avanzó otro paso, su figura oscura parecía agrandarse con cada movimiento. Su voz se volvió un susurro que, sin embargo, resonó como un rugido en el bosque silencioso.
—No te engañes, hermana. Cada decisión que toma la acerca más a mí. He sembrado mi semilla en su corazón, y cuando caiga por completo, no habrá nada que puedas hacer para salvarla.
Selene no mostró miedo, aunque la tristeza en sus ojos se profundizó. Su luz brilló aún más intensamente, como si intentara abarcar a Eisha en un abrazo protector.
—Subestimas el poder del vínculo, Eisha. La conexión entre Fernanda y Marcus será una guía para Natalia. Juntos, serán una fuerza que ni siquiera tú podrás quebrantar.
El nombre de Marcus provocó un gruñido de frustración en Eisha.
—Marcus, siempre Marcus, espetó, sus palabras llenas de veneno. Ese lobo renegado no es más que otro de tus fracasos. Un peón débil que intentas redimir. Pero lo destruiré, y con él, a tu preciada Fernanda.
Selene extendió sus manos hacia su hermana, y un resplandor cálido llenó el espacio entre ambas.
—Todavía no es demasiado tarde, Eisha, dijo con una mezcla de urgencia y compasión. Eres mi hermana, y aunque me hayas traicionado, el amor que siento por ti nunca ha cambiado. Abandona este camino de oscuridad. Juntas, podemos guiar a nuestros hijos hacia un futuro donde el equilibrio prevalezca.
Por un instante, los ojos de Eisha vacilaron. Una chispa de algo perdido, tal vez nostalgia o anhelo, cruzó por su mirada. Pero fue fugaz. Con un movimiento brusco, sofocó cualquier rastro de debilidad.
—Ese amor que mencionas no es más que otra de tus mentiras. No necesito tu compasión, Selene, y menos aún tu perdón.
Se dio la vuelta, su forma desvaneciéndose lentamente en la oscuridad que parecía absorber todo a su paso.
—Pronto verás que tus hijos no podrán resistir mi poder. Fernanda, Marcus, incluso Natalia... todos caerán. Y cuando eso suceda, tu preciosa creación desaparecerá contigo.
Selene la observó desaparecer, su corazón pesado pero su resolución intacta. Su luz permaneció constante, un faro en medio de la creciente tormenta.
—Haré todo lo que esté en mi poder para protegerlos, Eisha. No importa cuán oscuro se torne el camino, siempre habrá una luz para guiarlos, susurró al aire vacío.
El bosque quedó en silencio, pero el choque de las fuerzas opuestas aún resonaba en el ambiente. La batalla apenas había comenzado, y el destino de los hombres lobo pendía de un hilo, atrapado entre la luz y la oscuridad.