Josiane no quería estar allí, pero se vio obligada a ir a terapia debido a las reglas del refugio en el que vive.
Patrícia, su psicóloga, estaba acostumbrada a tratar casos difíciles, pero nada la preparó para Josiane.
Entre la ética y el amor ¿cuál prevalecerá?
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Capítulo 21
Caroline ajustó sus gafas mientras observaba el reflejo de la ciudad iluminada por la ventana de su despacho. La luz del teléfono parpadeaba suavemente, indicando una llamada. Era Marcos Aurélio, su socio apartado debido a una enfermedad terminal. Dudó por un instante antes de contestar.
— Hola, Marcos —dijo ella, con la voz cargada de cansancio—. ¿Necesitas algo?
Al otro lado de la línea, Marcos fue directo al grano.
— Necesito saber de ti, Caroline. Algo es diferente. Ya no me has informado nada sobre la clínica. ¿Qué está pasando? Y no me vengas con que es por mi salud.
Caroline respiró hondo, cerrando los ojos por un momento.
— La clínica está en una situación delicada, Marcos. La decisión de aceptar el contrato con el ayuntamiento parecía un acierto en su momento, pero ahora... —Dudó, eligiendo las palabras—. Ahora parece que estamos pisando un campo minado.
— Explícate. —Respondió Marcos, con la voz tranquila pero frágil.
Caroline se sentó, cruzando las piernas mientras organizaba sus pensamientos.
— El contrato trajo estabilidad financiera, sí. Pero vino con un precio alto. Perdimos clientes de clase media y alta. No quieren compartir espacio con los pacientes del albergue, como si fueran... inferiores. —Su voz cargaba una tristeza contenida—. Y ahora somos completamente dependientes del ayuntamiento. Si algo sale mal, la clínica va a la quiebra. Y no solo eso. El albergue también pierde el apoyo. Esas personas volverán a un sistema público que ya está colapsado. Muchos serán olvidados de nuevo.
Marcos se quedó en silencio por un momento antes de preguntar:
— Pero el ayuntamiento está comprometido, ¿no?
Caroline soltó una risa sin humor.
— ¿Comprometido? Solo están comprometidos porque necesitan algo. —Cogió un informe de la mesa, hojeándolo lentamente—. Hay algo en juego, Marcos. Algo mayor. Y todo depende de una persona: Josiane.
— ¿Josiane? —Preguntó Marcos, sorprendido—. ¿La paciente problemática del albergue? ¿Qué tiene de especial?
Caroline se inclinó en la silla, entrecerrando los ojos.
— Josiane es más que una paciente común. —Hizo una pausa, su voz se volvió más baja—. Desde niña, tiene una habilidad rara. Una memoria hiperprecoz. Recuerda detalles, rostros, lugares... cosas que muchas personas olvidarían. Y entre esos recuerdos, hay algo que la policía quiere desesperadamente. El problema es que, desde que murió su madre, se ha callado. No dice nada del pasado.
— ¿Qué? ¿Cómo así? —Preguntó Marcos, intrigado.
Caroline respiró hondo, sintiendo el peso de lo que estaba a punto de revelar.
— Cuando era niña, Josiane estaba en un lugar... un ambiente relacionado con el tráfico infantil. —Su voz tembló levemente, pero continuó—. Ella vio cosas, escuchó cosas, que podrían resolver muchos casos sin resolver. Rostros de niños desaparecidos, pistas sobre redes de tráfico... incluso información que podría llevar a personas poderosas que aún están en libertad. Era muy pequeña, Marcos, muy pequeña. Muchos niños no recordarían nada, pero hasta los 13 años, Josiane aún describía detalles con precisión.
— ¿Y nadie investigó eso? —Interrumpió Marcos, atónito.
— En aquel entonces, muchos profesionales pensaron que era cosa de su cabeza... traumas mezclados con una imaginación infantil. —Caroline hizo una pausa—. Solo años después descubrieron que la madre de Josiane estaba huyendo. Ella formaba parte del sistema de tráfico, pero se encariñó con Josiane y la escondió, fingiendo ser su hija.
Marcos se quedó en silencio por un largo momento antes de responder.
— Caroline, ¿entiendes lo que estás diciendo? Esto es... gigantesco.
— Lo sé. —Respondió Caroline, con la voz firme—. Estamos hablando de casos que quedaron sin resolver durante décadas. Padres y madres que aún esperan una respuesta, que aún buscan a sus hijos. Si Josiane puede desbloquear esos recuerdos, podemos dar una orientación a esas familias. Podemos exponer redes de tráfico, personas que nunca fueron responsabilizadas... Esto es más grande que la clínica, más grande que cualquiera de nosotros.
— ¿Y te sientes cómoda con esto? —Preguntó Marcos, con una preocupación genuina.
Caroline rió en voz baja, pero había una tensión en su tono.
— ¿Cómoda? No, Marcos. Pero tampoco tengo elección. El ayuntamiento quiere resultados, y Josiane es la clave para ello. No puedo ignorar lo que está en juego.
Marcos exhaló lentamente, tratando de procesar la gravedad de la situación.
— ¿Y Patricia? Ella era la que estaba con este caso, ¿no? —Preguntó, cambiando de tema—. ¿Ella sabe todo esto?
Caroline negó con la cabeza, como si él pudiera verla.
— No. Patricia no lo sabe. —Caroline dudó antes de continuar—. Sé que hubo algo entre ella y Josiane. Y, honestamente, no me importa.
— ¿Algo entre ellas? —Preguntó Marcos, alarmado—. ¡Caroline, deberías estar preocupada!
— No, porque por el momento, eso está funcionando a nuestro favor. —Respondió Caroline con frialdad—. Josiane confía en ella. Y necesito eso. Si Patricia puede crear un vínculo con ella, esa puede ser la clave para desbloquear los recuerdos. No importa cómo o por qué, mientras funcione.
— Caroline, eso es... antiético. —La voz de Marcos era grave—. Estás manipulando a Patricia.
— Tal vez. —Respondió Caroline, con un tono indiferente—. Pero Patricia lo superará. Ella es fuerte. Y, al final, comprenderá que fue por un bien mayor.
— ¿Y si descubre lo que estás haciendo? —Preguntó Marcos, con un tono de advertencia.
Caroline se quedó en silencio por un momento antes de responder con firmeza.
— Ella no lo descubrirá. E incluso si lo descubre, no importa. Lo que está en juego aquí es mucho más grande que cualquiera de nosotros. —Su voz ganó un tono más intenso—. Marcos, estamos hablando de resolver casos que podrían traer paz a familias destruidas. De exponer redes de tráfico que aún operan impunemente. Si tengo que cruzar algunas líneas para llegar allí, que así sea.
Marcos suspiró al otro lado de la línea, su voz cargada de preocupación.
— Caroline, solo ten cuidado. Estás caminando por una línea muy fina entre hacer lo necesario y perder completamente tu ética.
Caroline miró la carpeta de Josiane en sus manos, con la mirada firme.
— A veces, Marcos, la ética es un lujo que no podemos permitirnos. —Dijo, y hubo silencio al otro lado de la línea.
— Espero que esto no termine mal. —Dijo él, colgando.
Caroline colgó el teléfono, volviendo su atención a la ventana.
Afuera, el mundo seguía su curso, indiferente a las decisiones que ella estaba tomando. Caroline sabía que estaba pisando terreno peligroso. Pero, para ella, no había otra opción. Si Josiane podía desvelar el pasado y traer justicia, cualquier sacrificio sería válido.
(...)
Caroline caminaba hacia el aparcamiento de la clínica, con pasos lentos y la mente agitada. Al entrar en el coche, se quedó en silencio por unos instantes, las manos en el volante, los ojos fijos en el vacío. Entonces, como una ola que no podía contener, el recuerdo llegó.
Clara. Su hermana pequeña. El día en que desapareció seguía tan vivo como el momento en que su madre miró por la ventana y se dio cuenta de que Clara ya no estaba. Los días de búsqueda, los carteles esparcidos por la ciudad, la desesperación en los ojos de su madre... y, después, el silencio. El silencio que nunca se llenó.
Caroline cerró los ojos, sintiendo el nudo en el pecho que siempre venía con ese recuerdo. "Sé lo que es vivir sin respuestas", pensó. No se trataba del contrato, no se trataba de la clínica. Se trataba de justicia. Se trataba de garantizar que otras madres no enfrentaran lo que la suya enfrentó.
Josiane era la clave. Guardaba recuerdos que podían desvelar misterios, traer paz y respuestas a familias desamparadas. Caroline sabía que el caso del ayuntamiento no tenía relación con Clara, pero resolver otros casos era su forma de dar sentido al dolor que cargaba.
— La justicia tiene un precio. Y estoy dispuesta a pagarlo.