En el pintoresco pueblo de Santa Lucía, Mary, una joven de veintiún años siente un profundo vacío causado por la falta de afecto de su padre, don Jaime, quien parece preferir a sus hermanos. Determinada a ganarse su amor, Mary inicia un viaje emocional donde descubre que el verdadero amor comienza por uno mismo. Con la ayuda amorosa de su madre, Mary busca entender las razones detrás del distanciamiento de su padre mientras aprende valiosas lecciones sobre aceptación y fortaleza interior. En su búsqueda, Mary encuentra que el amor verdadero puede manifestarse de formas inesperadas y en momentos cruciales de la vida familiar y personal.
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Una Decisión Difícil
Los padres de Carlos, aún intranquilos por la seguridad de su hijo, tomaron una decisión drástica. Doña Elena y don Javier no podían soportar la idea de que Carlos estuviera en peligro nuevamente. Las amenazas que habían recibido recientemente les hicieron temer por la vida de su hijo.
Una noche, mientras Carlos dormía en el hospital, sus padres discutieron la única opción que veían viable para protegerlo.
—No podemos dejar que Carlos corra más riesgo, Javier. Es nuestra responsabilidad asegurarnos de su seguridad —dijo doña Elena, con voz temblorosa.
—Tienes razón. Nos llevaremos a Carlos lejos de aquí, a un lugar donde nadie pueda hacerle daño —respondió don Javier con determinación.
A la mañana siguiente, mientras Carlos aún se recuperaba, sus padres hicieron los arreglos necesarios para trasladarlo a otro país. Lo harían sin su consentimiento y sin darle la oportunidad de despedirse de Mary. Era una medida extrema, pero creían que era la única forma de protegerlo.
Cuando Mary llegó al hospital esa tarde, se encontró con la habitación de Carlos vacía. Su corazón se detuvo por un instante, y corrió hacia la estación de enfermería.
—¿Dónde está Carlos? —preguntó, casi sin aliento.
—Carlos fue trasladado esta mañana. Sus padres decidieron llevarlo a otro país para continuar con su recuperación —respondió la enfermera, con una expresión de compasión.
Mary sintió como si el mundo se derrumbara a su alrededor. No podía creer lo que estaba escuchando.
—Pero... ¿por qué? ¿Por qué no me avisaron? —dijo Mary, con lágrimas en los ojos.
—Lo siento, Mary. No tengo más información. Todo se hizo muy rápido —dijo la enfermera, tratando de consolarla.
Mary salió del hospital, sintiendo una mezcla de desesperación y tristeza. No sabía a dónde habían llevado a Carlos ni cuándo volvería a verlo. La idea de que lo habían separado de ella sin una despedida la atormentaba.
Esa noche, Mary decidió hablar con sus padres sobre lo sucedido. Estaba devastada, pero sabía que necesitaba el apoyo de su familia.
—Papá, mamá, los padres de Carlos se lo llevaron a otro país. No tuve la oportunidad de despedirme. No sé qué hacer —dijo Mary, su voz quebrada por el dolor.
Don Jaime, quien había estado mostrando más empatía últimamente, la abrazó con fuerza.
—Mary, lo siento mucho. Entiendo lo difícil que debe ser esto para ti. Pero debes saber que sus padres están haciendo lo que creen que es mejor para protegerlo. Tenemos que confiar en que lo están cuidando bien —dijo don Jaime, tratando de consolar a su hija.
—Sé que es difícil, hija, pero debes ser fuerte. Carlos volverá cuando sea seguro. Mientras tanto, debes enfocarte en tus estudios y en seguir adelante —añadió doña Clara, con una mirada llena de amor y comprensión.
Mary asintió, sabiendo que sus padres tenían razón. Aunque el dolor de la separación era profundo, debía mantener la esperanza y seguir adelante con su vida. Prometió a sí misma que no dejaría que esta situación la derrumbara. En su corazón, sabía que algún día volvería a reunirse con Carlos.
