Leonardo Salvatore, un empresario italiano/español de 35 años, ha dedicado su vida al trabajo y a salvaguardar el prestigio de su apellido. Con dos hijos a su cargo, su concepto del amor se limita a la protección paternal, sin haber experimentado el amor romántico. Todo cambia cuando conoce a Althea.
Althea Salazar, una colombiana de 20 años en busca de un nuevo comienzo en España para escapar de un pasado doloroso, encuentra trabajo como niñera de los hijos de Salvatore. A pesar de sus reticencias a involucrarse emocionalmente, Althea se siente atraída por Leonardo, quien parece ser su tipo ideal.
¿Podrá su amor superar todo? ¿O el enamoramiento se acabará y se rendirán?
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Parte 15
Althea
Había perdido toda esperanza mientras sentía la presión de su mano en mi cuello, pero cuando los golpes resonaron en la puerta, su agarre aflojó momentáneamente. Sin embargo, volvió con más fuerza cuando cesaron los golpes, y el miedo se apoderó de mí. ¿Sería este el final? Las lágrimas seguían fluyendo sin control.
La voz de Leonardo, aunque distante, me brindó un rayo de esperanza que se desvaneció cuando los golpes cesaron. Sentí que Dave percibía mi esperanza.
—Tú eres mía —me dijo con una mirada desquiciada. Los golpes volvieron con más intensidad, y parecía decidido a cumplir su amenaza—. Si no eres mía, no serás de nadie.
Con un estruendo, la puerta cedió y Dave se distrajo por un momento. Giré la cabeza para ver quién había llegado, y cuando nuestros ojos se encontraron, no dudó en lanzarse hacia Dave. Caí al suelo mientras comenzaba a toser, sintiendo un dolor agudo que me atravesaba.
Cuando pude respirar con más facilidad, vi a Marini acercándose a mí. Un brillo en sus ojos me hizo sentir un atisbo de seguridad. Me abrazó con fuerza, y una sensación de tranquilidad me invadió mientras seguía tosiendo y sollozando.
Casi había cruzado al otro lado, deseando en algún momento que todo terminara. Pero ahora estaba en los brazos de Leonardo, donde me sentía protegida. Aunque el miedo persistía, el latido rápido de su corazón me reconfortaba de alguna manera.
Leonardo me llevó a su habitación junto con Pablo, quien se había acomodado sobre mí. Traté de no moverme demasiado mientras los médicos me examinaban rápidamente. Cuando intentaron alejar a Pablo de mí, comenzó a llorar desconsoladamente. Leonardo lo abrazó con ternura y lo acostó en la cuna, consolándolo mientras sollozaba.
—Pequeñín, ella está bien. Debes dejarla descansar. Ven, te pondré en la cuna —le dijo con dulzura, y Pablo obedeció, aunque con un puchero en los labios antes de acostarse y mirarme con sus grandes ojos.
—¿Estarás bien? —me preguntó Matteo, con los ojos enrojecidos por el llanto.
—Sí, mi amor —acaricié su cabello, y él se acurrucó en la cama mientras lo hacía.
—La próxima vez, no dejaré que te toquen. Te lo prometo, te protegeré —me aseguró con determinación.
—Sí —respondí, incapaz de quitarle esa esperanza, aunque en mi interior sabía que no podía garantizarlo.
—No te esfuerces demasiado. Yo me encargaré de todo —dijo Salvatore, plantando un beso en mi frente. No pude evitar sonreír ante ese gesto de preocupación.
Después de unos minutos de conversar con los médicos, me sumergí en un sueño profundo, aliviada por la promesa de seguridad y protección que me rodeaba.
Desperté sobresaltada por el recuerdo del terrible sueño y, al ver a alguien a mi lado, mi corazón dio un vuelco. Sin embargo, al levantar la mirada y encontrarme con mi jefe, mi cuerpo se relajó y le sonreí agradecida.
—Gracias —susurré al aceptar el vaso de agua que me ofrecía. Matteo seguía dormido a mi lado, al igual que Pablo; no habíamos descansado mucho.
—Ellos están bien. Ya les dieron de comer y no querían estar lejos de ti —me informó Leonardo, y asentí con una sonrisa. La cama de Leonardo era lo suficientemente grande como para que cupieran Matteo y yo, y aún sobraba espacio.
—¿Qué pasó con Dave? —pregunté con temor, pero necesitaba saber si seguiría siendo una amenaza para mí. Si eso era así, tendría que coger mis cosas y regresar a Colombia. Tal vez se habían olvidado de mí.
—Yo me encargo. No te preocupes por nada, il mio piccola —no entendí la última parte, pero asentí antes de acomodarme en la cama. Sin embargo, al moverme, sentí un dolor en el cuello y al tocar la zona noté que estaba vendada—. Te pusieron un vendaje. Mañana te lo quitan.
—Está bien —respondí, mirando a los niños dormidos. Leonardo se acostó a mi lado y quedamos frente a frente.
—Tu familia llamó. No les dije nada. Creo que lo mejor será que los llame a primera hora de la mañana y les cuente todo —asentí, acariciando su mejilla.
—Gracias por salvarme —le dije sinceramente.
—Lo siento por demorarme tanto en hacerlo. Si no me hubiera tardado tanto —tocó suavemente mi cuello—. No habría pasado esa mierda.
—Si no hubieras intervenido, me habría muerto. Te aseguro que esto es mejor —señalé mi cuello, y él me ofreció una cálida sonrisa.
—No descansaré hasta que él pague por lo que te hizo —prometió. Me incliné para darle un beso impulsivo, y él correspondió, acercándome más a él.
—¿Al? —la voz de Matteo nos interrumpió, separándonos.
Al día siguiente, la llamada de mis padres no se hizo esperar. Me sentí incómoda cuando mi madre se acercó a la cámara para examinar mi cuello.
—Hija, ¿qué tienes en el cuello? —me preguntó con preocupación.
—Nada —respondí, pero Leonardo me miró con una ceja arqueada, indicándome que no ocultara la verdad.
—No me mientas, jovencita —amenazó mi madre, y tragué grueso antes de contarles todo lo sucedido, sintiendo el temor a la reacción de mi madre, quien siempre había sido bastante estricta.
—Eso es todo —terminé, nerviosa por la conversación.
—Pásame a tu jefe —me ordenó mi madre, y Leonardo no dudó en tomar el teléfono y levantarse para hablar un poco más alejado.
—Señora Salazar —saludó con formalidad.
—¿Usted no cuida a sus empleados? ¿No entiende lo que significa para una madre sufrir porque algo le pasó a su hija? Debería tener más filtros al contratar a alguien, no debería permitir que cualquier porquería forme parte de su gran empresa o de su entorno. ¿Cómo no se da cuenta de eso? Debería haber hecho una prueba psicológica, y qué importa, si usted se considera muy importante, es lo mínimo que puede hacer teniendo un imperio como el suyo —Mi mamá descarga un torrente de consejos a mi jefe en cuestión de segundos, empleando todo su bagaje de mamá latina.
—Sí, señora, tomaré su consejo y a partir de ahora incluiré eso en el proceso de selección de personal, no puedo permitir que su querida hija pase por eso otra vez.
—¡Mamá! —Escucho la voz de mis hermanos y cierro los ojos, sabiendo que esto se pondrá fuerte.
—¡Señor! Usted puede ser muy genial, pero no puedo permitir que mi hermana salga lastimada, no le haga daño y no permita que nadie se lo haga. Nosotros quizás no podamos hacer mucho, pero queremos que ella sea feliz, no queremos verla triste. Por favor, no permita que le pase algo malo —Me sonrojo un poco al escuchar cómo mi familia me está entregando completamente a mi jefe.
Leonardo me mira y me da una sonrisa burlona.
—No duden que cuidaré de ella.