Esta Vez Quiero Que Seas Feliz

       "Una pesadilla siempre acaba al despertar, un golpe sanará, los recuerdos del pasado son del pasado"

                                                                             Hiroshi Sato

Estaba rendido al ver a Milai ser Milai porque la condenada no paraba de ser un peligro para todo lo que conlleva mi estabilidad mental. De sólo verla podía aguantar cualquier situación pero no contaba con la llegada de mi padre.

—Escuche que te estabas divirtiendo con una chica vulgar que no es de nuestra clase —soltó todo digno, sentado en el sofá de mi departamento desprendiendo aires de grandeza.

—Ah que debo la vista del gran empresario Yasu Sato a mi humilde departamento —me senté a su frente, era claro que lo dije con burla.

— Ahora dejo de ser tu padre por una mujer trivial.

La mirada que daba este sujeto era tan helada y una mierda, estaba bastante acostumbrado a su indiferencia y verme sólo como alguien para su utilidad...

—Esa mujer es más especial para mí que el distinguido apellido Sato —me hizo reír— Ese apellido sólo causa un desagrado para mí.

Sabía que pronunciar una sola palabra de su estúpido apellido le dejaría con ganas de reventarme la cara a golpes como cuando era niño. No se contuvo, un puñetazo fue a mi rostro sin dudarlo, lástima que ahora ese golpe no dolía como antes.

— Escucha, no quiero más majaderías de tu parte, mañana mismo volverás a Japón y pondrás en orden tu compromiso —se limpió las manos, con uno de sus famosos pañuelos— Si no escuchas mis ordenes, sabes lo que puede pasar.

Sabia que eso era una completa amenaza, y lo hizo para que recordara a mi viejo amigo que perdí. Sabia pelear, daría golpes a quien sea, pero tengo un poco de respeto a mi padre, no soy como él.

—No creas padre que puedes controlar mi vida como se te de la regalada gana — sostuve el golpe que me dio — Te estas poniendo viejo, tus golpes solo son cosquillas para mí, debes cuidarte hasta ya tienes arrugas en tu fea cara.

Eso lo irritó al punto de mirarme con más odio del que una vez me miraba, ya no era un niño que cuando lo veía temblaba para después seguir sus normas sin distinción, la única vez que fui libre fue cuando empecé las peleas pero hasta en ese entonces le tenía miedo. Ahora supe de antemano que ese miedo no estaba por ningún lado.

Se fue cerrando la puerta con tanta fuerza que creí que me dejaría sin una, estaba agotado de solo recordar como era mi vida antes de conocer a las dos personas más importantes para mí. Un amigo y una chica que me vuelve loco.

Al día siguiente no pude tapar el golpe, mi duquesa quedó paralizada con lagrimas al ver mi golpe, era tan hermosa la condenada que hasta cuando lloraba se veía bastante bien. Quise hacerme la burla aunque no tenía cabeza para eso. Estaba seguro que el viejo vendría a hablar con Milai por eso le propuse una cita sin objeciones.

Pero no contaba con que me lleve a un parque de diversiones, menos contaba con su declaración de amor, me dejó sin palabras y todo lo demás pasó a segunda mano.

En los juegos ella gritaba pero ponía sus ojos en mí, como si estuviera poniendo constancia de que estuviera bien. Era contraproducente y no era nada fácil aguantar las ganas de solo estar con ella y escapar. Escapar de todos.

Al llevarla a casa su padre me analizó como la primera vez, para después invitarme a cenar. La familia de Milai era única, en este hogar se desprendía mucha tranquilidad, al estar con ellos me sentía como parte de su familia. Ellos me enseñaron lo valioso que era la comunicación a la hora de cenar o en cualquier lugar, y lo valioso que era estar unidos.

No conté para nada con que el viejo me estuviera esperando con sus guaruras en el departamento. Era bastante bueno en la pelea pero no tan bueno contra tres. Tuve que resignarme y ver su cara de vejestorio con completa satisfacción. Me encerraría en una de las habitaciones de la casa de vacaciones, no lo dudo. Me quitó todo contacto además de que la comida no estaba permitida. La costumbre puede ser una ventaja; lo que más temía era no poder hablar con mi duquesa, pero no le daría la victoria de verme quejarme y sufrir pidiendo que me saquen de ahí.

Aguantó bastante tiempo, tanto que el vejete no paraba de gruñir como tampoco paraba de dar golpes.

Su arma es un látigo poderoso hecho de la piel de una serpiente, esa arma la tenía desde que era un niño, tuve que soportar los golpes, y dejar que se saliera con la suya.

—Eso es todo, en serio, porque mejor no te vas a un asilo padre —me reí de él mientras daba los golpes.

Joder dolía bastante.

—¡Sigue así y verás que no me importa que tu cuerpo quede con marcas de por vida!

—Golpeó más fuerte.

Cuando se cansó se sentó en el regazo de la cama.

— Ah olvide decirte que ya conocí a esa tal Milai Gensin — sonrió al verme irritado que por más fuerte que había golpeado no hubo ninguna reacción — Esa mujer es tan vulgar, después de unas palabras sus ojos comenzaron a nublarse. Patética y ridícula, ella no vale nada.

Hice de todo para aguantar, y cuando lo sostuve de su camisa levantando mi puño, la cara que veía era tan desagradable pero era mi padre.

Ese sujeto puede dañar a quien sea, pero no a mi duquesa, y de solo escuchar que estaba apunto de llorar no me pude contener. Esos ojos que me miraban con superioridad, con crueldad, ahora mismo vacilaron al verme atacarle.

Pero el viejo tomó sus precauciones, sus hombres entraron y pues más golpes se dieron, esta vez quise salir, grite toda la noche, golpeaba la puerta incontables veces, cuando estaba apunto de derrumbarla una voz hizo que me quedara quieto...

—Ahora mismo te sacaré de ahí —una determinación en esa voz que nunca había oído.

Quería que esa puerta se abriera para tomarla en mis brazos, abrazarla porque había extrañado un montón a la condenada, e hizo que me diera un ataque de risa cuando se posicionó como mi caballero de brillante armadura. Al verla la abrasé quise darle un beso pero ella se me adelantó, con sus pies en puntitas atrayéndome hacia ella la condené a beso sin vacilación.

Vi a mi madre y no pude contener mi mirada de decepción; ella nunca hizo nada por detener al engendro de su marido quien no paraba de golpear a su hijo.

Una vez le pedí ayuda, lo que recibí fue una regañada y un consejo inútil, uno que dice que debes obedecer a tu padre en lo que él quiera. En el pasado tal vez si lo seguí, me sentía vacío cuando regrese y deje de ver a Milai así que no puse ninguna objeción pero esta vez es muy diferente. Sosteniendo la mano delicada de la persona que amo, puedo salir de este lugar.

Al bajar las escaleras tuve que enfrentarme al vecino quien al mirarnos sus ojos afilados fueron directos a Milai... Pero ella se quedó pensando en no sé qué demonios, su cabeza a veces volaba más que su imaginación... Tuve que tranquilizarme, soltar un suspiro y mirar fijamente a mi supuesto padre.

—Estás dispuesto a dejar todo por una mujer vulgar Hiroshi— impuso su palabra al mirarme con esos ojos crueles.

—En primer lugar ella no es ninguna mujer vulgar, y en segundo te lo dije una vez tu apellido de mierda y toda tu fortuna pueden podrirse junto contigo.

— ¡¿Qué clase de mujer es esta, para que dejes todo lo que tienes?!

Su rabia estaba en otro nivel tanto que sus venas eran notorias.

Lo pensé un poco al mirar a Milai por unos segundos, y responder la pregunta que me hizo el viejo... Ella me miró desconcertada como queriendo que responda algo bueno, lo cual no había porque recalcarlo, y me dio unos golpecitos al impacientarse.

Pero yo amaba molestarla.

—La clase de mujer en la que no te fijarías —dije mirándola— Tiene más defectos que perfecciones.

—Veo que no tienes por qué estar con una mujer así, menos enfrentarte por una mujer vulgar sin clase como ella a tu padre —dijo enorgullecido.

Milai me miró desconcertada y sus ojos se pusieron rojos, estaba claro que me había sobrepasado un poco pero no había terminado.

— Ella y sus defectos me volvieron loco, es única, lo más valioso que tengo tiene un nombre y es Milai Gensin, una chica normal común pero tan especial para mí, tan radiante y espléndida. Es un desastre, no lo niego, pero con ese desastre quiero pasar el resto de mi vida. Me jode quien quiera hacerle daño, y no puedo aguantarlo —le di una mirada helada—. Viejos sin corazón como tú, no lo entenderían.

— Vete a la mierda padre.

Nunca pensé soltar toda esa cursilería pero valió la pena ver a mi linda duquesa pasar de esos ojos, apuntó de llorar a sonrojarse como un tomatito, tomé su mano pasando por alto los gritos desenfrenados del viejo quien no paraba de decirme que me lo quitaría todo, hasta el apellido, quise sacar el dedo corazón para mostrarle que su apellido y dinero pueden irse a la mierda.

— Hiroshi, sé que tal vez no te va a gustar lo que te voy a decir — soltó al dar unos pasos hacia la salida.

No hay nada de ella que no me guste.

—Tienes que ofrecer una disculpa —miro mis heridas al borde del llanto, con los dientes apretados— Aunque es de lo peor no deja de ser tu padre, no lo deja de ser.

Ella era más madura que yo, pero tenía razón, por más que ahora mismo ofrecerle una disculpa por mandarlo a la mierda no sea justo, yo no soy como él. Milai tiene un corazón amable, pero es demasiado sensible para ser una villana.

Con todo pesar voltee para mirar nuevamente la cara de mi padre, baje la cabeza en modo de respeto como me enseñaron desde antes, pero no estaba solo Milai hizo lo mismo, me quede sorprendido pero estar con ella bastaba para soportar.

— Me disculpo padre.

Al bajar la cabeza mi padre volvió a sentirse importante, y ese viejo no cambiaba.

—Está bien que sepas tus errores Hiroshi así que vuelve no hagas tonterías.

—Creo que no entendiste —levanté mi cabeza— No me disculpo porque quisiera hacerlo, lo hice solo por mi futura esposa quien está aquí presente.

A este paso no dudaría que su cara se envejezca más después de tanto arrugarse por el enojo que tenía. Parecía uno de esos perros rabiosos, aquellos que agarran y no quieren soltar a su víctima.

—¡Maldito bastardo! —gritó con toda la rabia que tenía.

Pero no podía creer que ni para los insultos valía la pena, acababa de llamar a su hijo bastardo, unas palabras que pueden ser muy mal interpretadas para las demás personas, tanto que su apellido puede salir ensuciado.

—Ahora es su turno, señor Sato —soltó mi duquesa toda empoderada con la mirada fija en mi padre.

Quedé desconcertado, su pequeña mano temblaba pero ella miraba con seguridad, una de las tantas cosas por las que termine estando a su merced.

— ¡¿Qué?!

— Hiroshi ya se disculpó, pero no crea que es el único que debe disculparse — apretó más fuerte su puño — Esos golpes no se hicieron solos verdad.

A este punto estoy seguro de que de aquí me voy directo para el registro civil, una mujer como esta no hay en ninguna parte...

— ¡Estás loca maldita perra! ¡ ¡Yo no me disculparé con nadie!

—Es por eso que Hiroshi no se parece en nada a usted —dió un suspiro— Él es mejor persona de lo que usted cree que es.

Y con esas últimas palabras le dejo la boca abierta sin decir más, punto para mi duquesa, ella me dijo con la mirada "qué" y no tuve más opción de responderle que ahora ella se haría cargo de mí. Estaba agotado por toda esta situación, así que hice que mi futura esposa me cargue, claro que no se negó al verme en mal estado, asesinando cada parte de mí con su mirada.

—Tu mirada de cuchillo es lo que más me gusta de ti.

— Serás idiota.

Ella se había convertido en experta en provocar un beso y escapar; a la condena le gustaba hacerme perder la cabeza.