Camino Militar

Después de un rato, escuché a Maxi salir del baño, luciendo un tanto sonrojado. Creo que me excedí un poco.

- Disculpa, Honey –lo miré sinceramente–. Creo que fui demasiado impulsiva.

- Thalía, no hay necesidad de disculparse. Me fui al baño por otro problema que tenía –carraspeó un poco incómodo y miró rápidamente hacia su entrepierna.

- Oh, ya entiendo –asentí comprensiva.

- ¡CHICOS, YA PUEDEN BAJAR A CENAR! –se escuchó el grito de la mamá de Maxi desde abajo.

- Vamos, bajemos –susurró Maxi, pasando su brazo por mis hombros. Instintivamente, puse el mío en su cintura. Parecía que lo que acababa de pasar le había dado más confianza en sí mismo, y eso me alegraba. Descendimos y, al ver a su madre, nos tomó una foto. Todo sucedió muy rápido.

- Mamá, ¿y papá? –preguntó Maxi.

- Se encuentra llamando a toda la familia para decirles que no eres gay y que se equivocaron.

Al escuchar eso, solté una sonora carcajada, provocando que su madre me mirara divertida y él solo se limitará a verme con una expresión molesta, que a mí me parecía aún más tierna.

- Lo siento, Honey –parpadee mis pestañas y él solo sonrió.

Después de unos minutos, nos encontramos sentados en la mesa, compartiendo historias divertidas de Maxi cuando era niño, contadas por sus padres.

- Una vez, cuando Maxi se enfermó, deliraba tanto por la fiebre que andaba en ropa interior con un mantel rojo a modo de capa, proclamándose Superman y diciendo que solo él podía volar –comentó su madre, haciendo que me retorciera de risa.

- Мама, пожалуйста –Maxi le reprochó en ruso, luciendo molesto, pero increíblemente atractivo hablando en ese idioma.

- ¿Qué? –preguntó su madre–. Yo te di a luz, así que puedo avergonzarte cuando quiera –afirmó con seriedad, provocando otra risa por mi parte.

- Y cuéntanos de ti –intervino su padre, cambiando el foco hacia mí.

- No hay mucho que contar. Estuve en una academia militar y ahora estoy estudiando antropología y negocios internacionales –comenté, recibiendo asentimientos.

- ¿Y tus padres, cariño? –preguntó la señora Natalia, generando un nudo en mi estómago.

- Mamá –Maxi la regañó, pero intervine antes de que pudiera disculparse.

- No te preocupes, no pasa nada –susurré, tomándole la mano y esbozando una sonrisa leve–. Mis padres... tuvieron un accidente de tránsito hace más de un año y quedaron en coma –revelé en un murmullo.

- Oh, cariño, lo siento mucho. Yo... –la señora Natalia comenzó a disculparse, pero la interrumpí.

-Tranquila, es comprensible querer saber sobre mi familia. Además, volví a la ciudad porque mostraron mejoría –sonreí levemente.

- Eso son buenas noticias –el señor Gabriel trató de animarme.

- Sí, lo son –afirme con una leve sonrisa.

- ¿Y tienes hermanos? –preguntó Camila, la hermanita de Maxi.

- Sí, dos varones. Soy la del medio –sonreí.

- Eres la única chica –repitió, y asentí–. De seguro eras la consentida –dijo riéndose.

- En realidad, el consentido siempre fue mi hermanito. Es una ternura, además de que era el único que les hacía caso a nuestros padres –dije, pero después me arrepentí.

- ¿Cómo es posible? ¿Eres de esas chicas rebeldes o algo así? –preguntó mirándome.

-No me refiero a eso, sino que mis padres son las clases de personas que quieren moldear el futuro de sus hijos sin importarles lo que a ellos les gusta –comenté –aunque eso cambió cuando mi hermano mayor se fue de casa para perseguir sus sueños –dije y ellos asintieron satisfechos por mi respuesta. Miré la hora y me di cuenta de que eran las 12:30 –fue un placer conocerlos, pero me tengo que ir antes de que se haga más tarde –dije y todos miraron su reloj.

- ¿Por qué no te quedas a dormir? –preguntó la señora Natalia –además, es demasiado tarde como para que andes conduciendo --agregó.

-Muchas gracias por la oferta, pero no creo que sea prudente –dije.

-Милая (Milaya), mi madre tiene razón –murmuró Maxi, sosteniéndome la mano. Creo que es la primera vez que me sonrojo, es que el hablar ruso trae pensamientos impuros a mi mente.

- "Tengo la costumbre de despertarme temprano para hacer ejercicio", comenté.

- "Eso no es problema, yo también lo hago. Podemos hacerlo juntos, así podré conocer mejor a mi nuera", agregó el señor Gabriel con una sonrisa.

- "Bien, creo que en el carro tengo cambio de ropa", dije. Maxi tomó mis llaves y fue a buscarlas, para luego llevarme a su habitación.

-USEN PROTECCIÓN, TODAVÍA SON MUY JÓVENES –gritó su padre y él se sonrojó. Yo solo reí bajito.

-ОТЕЦ –dijo enfadado.

- "Honey, ¿me puedes prestar tu camisa?", pregunté y él asintió. Comenzó a quitarse la playera y, vaya, tiene un físico impresionante. Sabía que estaba en buena forma, pero no me imaginé que tanto. Mi mente empezó a divagar y tuve que concentrarme para mantener la compostura. Sus músculos se marcaban en su cuerpo. No es delgado, como parece cuando lleva esos suéteres que le quedan enormes.