La Luna Del Beta

Aquel día Akela quedó en su pequeña casa presa del miedo. Haber sentido el cuerpo de aquel hombre tan cerca del suyo y lo que había salido de su boca le causó pavor. No sabía cuáles eran sus intenciones, pero no debía ser muy inteligente para darse cuenta de que no eran las mejores, de que él solo iba a buscar lastimarla, nada bueno podía salir de aquello, no había forma. Los días pasaron, ella seguía con su rutina diaria y sencilla; levantarse, desayunar, asear la casa y encargarse de su huerta y flores, algo que le encantaba. Akela disfrutaba y mucho de la naturaleza, su manada siempre se había destacado por una vida sencilla y en gran contacto con una vida natural. Disfrutaba el aire, estar descalza sobre el césped y poder sentirlo bajo sus pies y entre sus dedos, el olor de los pinos que la suave brisa traía hacía su casa, el olor a tierra mojada, a madera. Desde aquel día, Akela había empezado a sentirse observaba en algunas ocasiones cuando estaba afuera. Cómo aquella vez en que sintió unos ojos posarse en ella, y no era otro que el Alpha, el miedo se adueñó de ella al pensar en que quizás y era él, quien escondido en algún lugar la observaba. Disipó esa idea de su cabeza, aquel hombre que tanto la aborrecía no perdería su valioso tiempo escondido detrás de algún árbol mirando como araba la tierra o cosechaba sus zanahorias. De todas formas, cuando sentía una mirada punzante sobre ella, unos ojos que la recorrían y la quemaban, no podía evitar levantar su cabeza e intentar con su mirada buscar de dónde provenía, pero no había nadie, no veía nada. Las primeras veces sintió miedo y no pudo evitar dejar lo que estaba haciendo y correr hacia su casa a buscar refugio en ella. Luego, con el tiempo, solo se acostumbró, porque jamás paso nada, nadie salió detrás de los arbustos a querer lastimarla o algo por el estilo, asique siguió con su vida normal, aún con la sensación de aquellos ojos escudriñandola.

El tiempo había pasado, aquella tarde Akela estaba en su pequeña casa, había horneado unas galletas y las estaba decorando mientras oía algo en la vieja radio que el Beta le había regalado algunos años atrás, cuando sintió unos golpes en la puerta de entrada. Ella se sorprendió, ya que no había oído ruidos de autos y había estado tan distraída en su tarea, que ni siquiera sintió el olor de alguien acercándose. Ella dejo lo que hacía y limpio sus manos con un trapo, se acercó a la pequeña ventana de la cocina y lo que vió la sorprendió, eran algunos hombres del consejo. Enseguida abrió la puerta.

- Buenas tardes honorables señores.- Akela saludo y bajo su cabeza en señal de respeto.

- Por qué tardabas tanto? Acaso has crecido y con ello tus faltas de modales? Haste a un lado y dejanos pasar.- Ed Maynar era quien hablaba, aquel anciano mal encarado que parecía no soportar a Akela. Detrás de él pasaron en fila los demás hombres, nadie la saludo, solo el señor Corr le dirigió un cálido saludo, era el último en entrar.

- Buenas tardes Akela, cómo te encuentras?.

- Bien señor.

- Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te ví. Siento mucho no haber pasado antes, tuve que irme al extranjero. Cómo.. cómo ha sido tu vida todo éste tiempo?.

- Bien señor.

- El Alpha Kinnaman se ocupó de ti como dijo?.- El señor Corr se fue aquel día con cierto recelo de la casa de Akela, él sentía que el Alpha Kinnaman no cumpliría con su palabra, el anciano Ed Maynar lo envío al extranjero a atender cuestiones del consejo para que no interfiera, dejando de esa forma a la pobre de Akela librada a su buena o mala suerte. Akela lo miro y si bien tuvo ganas de decirle 'me mato de hambre algún tiempo, hasta que su Beta apareció y empezó a enviar comida. Oh si, y alguna que otra visita tétrica', no lo hizo, sonrió y solo asintió con su cabeza.

- Si señor, lo hizo.

- Muy bien.- El señor Corr le dió una sonrisa cálida y casi paternal y luego entró.

- Basta de charlas banales. Hemos venido a hablar contigo niña, es importante. Los años han pasado, estás en tus diecisiete, estás a poco de cumplir tu mayoría y tener tu primer transformación. Te has acercado al Alpha?.

- Qué?.

- Uff acaso eres sorda muchacha?.

- No señor, no lo soy.

- Entonces responde!.

- Yo.. yo lo he visto..unas dos veces.. creo.

- Crees?.- El anciano suspiro enojado.

- Si.. yo..

- Bien, basta, solo guarda silencio.

- Maynar, creo que no es necesario tratarla de esa forma.- Era Corr quien como siempre salía en su defensa.

- Eres tú quien con ése trato la malcrías y por eso ella actúa como tonta.-

- Suficiente.

- En éstos días tendrás una cena con el Alpha.

- Qué?.- Akela se asustó al oír aquello y levanto su cabeza que había estado gacha todo éste tiempo, por primera vez.

- Lo que has oído niña, presta atención. Tendrás una cena con el Alpha. Vendrá un asistente a decirte lo que debes preparar para la cena. Has las cosas bien Akela Zaer, no se te permite fallar.- Las palabras del anciano fueron casi una exigencia, Akela tuvo miedo ante aquello, no entendía que debía hacer bien, ella ni siquiera quería una cena con el Alpha. Sin más el anciano se levantó y como había llegado se marchó, sin saludar. Los demás hombres lo siguieron , solo el señor Corr se tomó un tiempo para hablar con Akela.

- Siento su comportamiento Akela. Supongo que la edad lo hace más mal educado.- El señor Corr dijo ésto y una risa se le escapó.

- No hay problema señor.

- Debes estar tranquila, el Alpha Kinnaman no puede lastimarte.- Ella tenía ganas de decir que ella no estaba tan segura de eso, pero no quería más problemas y de todas formas nadie haría nada por ella, entonces solo cayó y asintió.

- Señor Corr..

- Si?.

- Si él no es mi pareja destinada, que pasará conmigo?.

- A qué te refieres?.

- Se me ha dado refugio por ser menor supongo y una heredera alfa, pero.. no tengo nada que heredar a mí mayoría de edad. No tengo manada, la manada a la que pertenecía, la que era de mi padre ya no existe, y se supone que siendo mayor debería valerme por mi misma, sin embargo.. no pertenezco a ninguna manada, y no creo que quieran recibirme siendo..solo yo.

- Nada cambiará Akela, seguirás recibiendo la ayuda del consejo.

- No creo que el señor Maynar quiera ayudarme si en verdad no soy la pareja del Alpha Kinnaman.

- Él quizás no, pero yo si. Jamás te dejaré sola Akela, nunca has oído?.- Corr le regaló una sonrisa a Akela que le devolvió algo de calma. Se despidieron y él se marchó. Akela quiso encontrar tranquilidad en aquella charla, pero no podía evitar pensar en su destino, en su futuro, en que le deparaba la vida. Ella no era nadie, no tenía a nadie , ni nada, no podía solo quedarse tranquila. Siendo ella mayor el consejo ya no tenía obligación de ayudarla, y si bien ella se valía por sus propios medios, la realidad era que no tenía dinero para salir sola a la vida. No tenía a quien recurrir, ninguna manada la aceptaría y en éste momento no podía solo depositar sus esperanzas solo en su futuro mate, ya que podría no encontrarlo enseguida, o por el contrario, podría encontrarlo y ser aún peor su destino.