OCTAVO libro de la serie ENTREGANDO MI CORAZON.
Tal vez muchos no recuerdan sus vidas en la temprana infancia, yo tampoco, pero lo que si recuerdo es que era feliz. No podía relacionar qué, quién o quiénes me daban ese sentimiento; pero si recuerdo que los perdí. Años después volví a ser feliz, pero no era algo duradero. Era un ida y vuelta que me dejaba vacía. En mi adolescencia, supe que buscar ser feliz era un sentimiento que ponía más presión y estrés en mi vida. A mis 18 años, renuncié por completo a esa tonta sensación... Para que, unos años después, poco a poco venga un tipo creído a querer destruir mi bien estructurado credo.
No recuerdo mucho mi temprana infancia, pero si recuerdo una sensación de malestar cuando estaba mi padre. Cuando no estaba él, todo era felicidad. Después, con su partida, fui feliz. Crecí rodeado de personas que me aman y que yo amo con todo mi ser. Crecí siendo sociable, seguro de mi mismo y el terror de los bullys. No me molestaba presionar los boton
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YUE (CAP. 23)
Volteo al chico, que también se levantó de su asiento y me sorprendo. Que pequeño es el mundo. Ahí está un chico con la polera de la Universidad de Kentucky. La aeromoza se acerca a él y le da una libreta.
^ Recién veo el nombre completo, lo siento por incomodar su viaje srta.
Ella se disculpa conmigo y se va.
Al bajar del avión, se acerca a mi y trato de seguirle la conversación. Si quiero llegar rápido lo mejor es que un lugareño me guíe. Se presentó como ******* Anderson. Nisiquiera registré su nombre. El tipo es un hablador de primera, así que finjo escucharlo y algunas veces suelto un ah, oh y asiento con la cabeza. A las finales no me sirvió, ya que de alguna manera acepté el recorrido por la universidad que me ofreció. Le comenté que primero tenía que ver a mi amigo y me dijo que me esperaba.
Dejé mis cosas en mi habitación. Nisiquiera desempaqué. Solo me bañe, me vestí y fui rumbo a la cancha de basketball. A medida que me acercaba, mi corazón latía más rápido. Antes de llegar Anderson -sigo sin recordar su nombre, debe ser tacaño- se acerca a mi y me dice que me esperará. Nisiquiera le digo que sea mañana, ya que simplemente entro. Solo quiero verlo. Me acerco a la oficina del entrenador y me presento como su manager.
Cuando Caulder es llamado y entra a la oficina, dejo de pensar. Solo tiene unos shorts y puedo ver sus musculos deliciosamente definidos. El todavía no me vio y me doy un festín con mis ojos.
* ¿Qué hay Griff, para qué me llamas?
Incluso extrañe su excitante y grave voz.
^ Las grandes empresas de agentes deportivos se caerán de sus engreídas sillas cuando te vean tomado. Vino una señorita que dice ser tu manager/masajista. No sabía que estabas buscando.
Puedo ver que se pone rígido y se saca el polo de la cara. Por un momento de mucha ilusión pienso que me mira con amor. Un ardiente amor que me tiene quemando por dentro.
^ Srta Anderson, ¿gusta un cafe?
En ese momento, la ilusión se esfumó. Su mirada es sería y nada amigable. Me saluda con un gesto en la cabeza.
* Hola, Yue. Pensé que vendrías cuando comenzaran las clases. Yo ahora estoy todo el día entrenando, no tendré tiempo para nada más.
¿Yue? ¿YUE? Yo no soy Yue para él. Yo siempre fui Luna. Al instante me pongo muy triste y después me siento extremadamente molesta.
- Sr Griffin, ¿sería tan amable de darme unos minutos con mi cliente?
El entrenador está en un ida y regreso, mirándonos. Se va a su puerta.
^ Claro, justo tengo que darles unas indicaciones al resto del equipo. Disponga del tiempo que necesite srta. Anderson.
Me acerco a él y cuando sigo viendo su expresión desdeñosa, le aplico la llave de siempre y lo tiro al suelo.
- ¿Necesitas más para sacar tu cabeza de tu trasero?
Para ya. Eso quiero decirle. No me veas así. Mírame como siempre. Con esos ojos verdes llenos de brillo y calidez, mientras la pequeña mancha chocolate me trasmite amor.