Me Enamoré De Ti.

De alguna manera me sentía completa, con un sentimiento de felicidad que me inundaba de pies a cabeza y no sólo me hacía querer disfrutar de mi día, si no que me ayudaba a disfrutar de la vida, incluso de los malos momentos. Desde el día en el que JungSun me regaló ese reloj fue como darle vuelta a la página y poder iniciar un nuevo capítulo, pues no sólo sus actitudes mejoraron, me prestaba más atención y se preocupa de verdad por mí, a pesar de que parte de mi siguiera asustada por todo, de si era una broma o no, sentía que podía bajar la guardia.

Había retomado el hábito de mandarle mensajes para saber como se encontraba, mensajes que por fin eran respondidos sin ninguna clase de insulto, cuando él regresaba del trabajo, pasaba más tiempo con nosotros aunque se sintiera cansado, fue como vivr un verdadero matrimonio en donde los esposos se amaban.

Si bien ya no iba a las clases de cocina, me sentía motivada a hacer las comidas y preguntar si estas se encontraban bien, me comenzaba a sentir orgullosa de mí misma, pero sentía que algo me faltaba.

Ayer había sido el día de descanso de JungSun, habíamos pasado el día juntos y porque no decirlo, tuvimos sexo, me cuesta trabajo decir que fue algo como “hacer el amor” porque no sabía si realmente era amor o sólo la calentura; hoy ya se iría a trabajar, así que decidí levantarme temprano para poder hacerle el desayuno y el almuerzo que llevaría al trabajo, todo iba bien, me sentía feliz, aunque me dolía un poco la cabeza y la espalda baja, eso o estaría próxima mi periodo. Fue el grito de miedo de JungSun lo que me había dado el peor susto de mi vida, tanto así que me había hecho soltar un plato.

Gritaba mi nombre, cuando salí de la cocina, él venía bajando las escaleras, se detuvo a la mitad de estas y me observó de pies a cabeza y después llegó corriendo a mí, me tomó del rostro y con un aspecto pálido me dijo:

-¿Te sientes bien? No importa, iremos al hospital, llamaré a mi madre para que venga y …

-JungSun… ¿Que te sucede? Yo estoy bien.

-¿Y por qué estás sangrando? -aquello lo dijo de una manera tan llena de terror que a mi también me asustó.

Traté de verme el trasero y en mi short blanco de pijama noté la mancha roja, me había bajado y no me había dado cuenta, lo que quería decir que había dejado la bandera de Japón en la cama y tendría que lavar mi ropa, las sábanas y el mismo colchón.

-Mierda… Sólo me llegó la regla, no es nada grave.

Me sentía avergonzada, no era bonito tener la mancha enorme de sangre en tu ropa y que tu esposo haya pensado que te estabas desangrando por otra cosa. Lo vi suspirar de alivio, pero aún así me vio con preocupación.

-¿Necesitas algo?

-Creo que no tengo toallas higiénicas pero…

-Voy a buscarlas -se apuntó de inmediato, tomó sus llaves y se dirigió a la puerta- ¿De cuales?

-Sonreí- La caja azul con margaritas.

Asintió, abrió la puerta y cuando estaba a punto de cerrarla lo llamé.

-JungSun.

-¿Qué sucede, linda?

-Aquella palabra me había sonrojado un poco pero esperaba no darlo a notar- Solo traes el bóxer puesto.

Su cara de vergüenza había sido más grande que la mía, así que subió corriendo las escaleras y bajó vestido, besó mi frente y dijo que volvería pronto. Nunca nadie se había preocupado por mí en esos días difíciles, mi primer pensamiento fue que si me seguía llevando de los perros con JungSun, lo primero que hubiera hecho era gritarme por dejar sucias las sábanas, eso, o tal vez yo estaba exagerando.

Mientras él se encontraba fuera, quite las sábanas, siendo la sangre fresca, puede eliminar la mayoría solo con el agua pero esas no eran mi mayor preocupación sino la sangre que había traspasado el colchón, así que tomé un cepillo para la ropa y agua oxigenada además de jabón, para mi suerte, después de tallarlo por un tiempo, la sangre había desaparecido, así que sequé lo de encima con un trapo y sequé un poco con la secadora de cabello.

No era que me haya pasado antes, pero Min-ha si había tenido un accidente similar y para evitar que su madre la regañara, hizo esto, y vaya que funcionaba.

Después de eso, me metí al baño, era justo y necesario tomar una ducha, mientras hacía esto, JungSun entró al baño y me dejó lo que le había pedido. Cuando salí me di cuenta de un ligero problema. Me había traído tampones en vez de toallas higiénicas.

Nunca en mi vida había usado tampones, en mi proceso de chica virgen mi madre me había dicho que los tampones no eran para señoritas, así que nunca me atreví a desvirgarme con uno de esos, si bien, después de lo de JungSun pude haberlo comenzado a usar, no me sentía cómoda con el hecho de introducirme un trozo de algodón en forma de tubo.

La batalla fue algo larga, tal vez dolorosa, meter el tubo me había dolido un poco, y después, empujar el trozo de algodón me había hecho sentir incomodidad, si estaba bien colocado o no, eso no lo sabía.

Al salir del baño, ya con mi ropa puesta, no pude evitar caminar con las piernas abiertas, sentir esa cosa adentro era demasiado incómodo para caminar como si nada; Min-ha me había dicho que los tampones eran una maravilla, ahora lo dudaba.

-¿Te encuentras bien? -me preguntó.

-Sí, incómoda… Sun.

-Dime.

-¿No había toallas higiénicas?

-Esas te traje ¿o no?

-Me trajiste tampones.

-Bueno, vi la caja azul que me dijiste y solo la tomé.

Me había dado cuenta que uno de los defectos de JungSun era no ser observador.

-Pero… ¿los tampones no te gustan?

-Nunca los he usado y meterme un trozo de plástico en la vagina no es de buena ayuda.

Su cara de sorpresa era obvia, no sabía cómo se usaba un tampón, pero después de eso, pasó a reírse.

-Te has metido cosas más grandes, linda.

-Perro calenturiento.