José Augusto pretende ser el Ceo en la empresa de su padre, pero este le puso como condición que debía casarse en un año. De lo contrario otro ocuparía ese lugar.
Así que él buscaba afanosamente una esposa.
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Una buena amistad
No me digas, ¿y cuándo me preguntaste?
Perdón, es que no quise molestarte viendo como estabas tan ocupada.
Eso no importa, así es el trabajo, primero tenía que ver qué es lo que sabe hacer.
No te preocupes por eso, la mandé con el personal de limpieza.
Mm ¿y por eso pasó sin saludar?, tal vez iba enojada.
Esas son nimiedades, déjalo así.
Gracirla no iba a dejar las cosas así, y más tarde, mientras Augusto tuvo que salir, fue a ver a Lucrecia al departamento de limpieza.
Aguas ahí viene la patrona, dijo una de las chicas que estaban comiendo.
Buen día, necesito hablar contigo, tú eres Lucrecia ¿verdad?
Sí, ¿por?, contestó ella muy grosera.
Vaya, veo que la educación no es parte de ti. ¿Cómo lograste que mi esposo te contratara?, con esa actitud yo no te hubiera aceptado.
Pues ya ves, Augusto sabe lo que le conviene.
Primero, no me tutees, para ti soy señora Graciela. Segundo, mi esposo es don Augusto. Bueno, y si ya estás aquí quiero que limpies bien la sala de juntas, habrá una junta a las 4 de la tarde.
Yo solo recibo órdenes de "don Augusto".
Ya oíste a mi esposa, ve a hacer lo que te mandó, dijo Augusto por detrás de Graciela.
Lucrecia se fue no de muy buena manera.
¿Qué haces aquí, amor?, dijo Augusto tratando de que ella no notara su nerviosismo.
Tenía curiosidad de Lucrecia. Es una chica muy antipática, ¿por qué la contrataste?, no es buena ni tiene educación.
Por favor, amor, no hagas problema, ella solo es una empleada, casi me ruega que le dé trabajo. Vamos, ya no hablemos de ella.
Los dos regresaron a sus lugares de trabajo.
Graciela se olvidó de Lucrecia por un momento.
En la junta se veía muy segura y para nada pensó en esa mujer.
Al terminar la junta una hora después, Augusto invitó a Graciela a comer fuera.
Sí, mi amor, vamos.
Él le ofreció el brazo y se fueron, dejando encargado el "changarro" a Julio.
Lucrecia los vio desde donde estaba trapeando.
"Malditos, pero no crean que van a vivir felices para siempre", pensó.
La jefa del departamento de limpieza se acercó a Lucrecia.
Te he estado buscando, necesito que vengas a limpiar el comedor, no tardan en venir a comer el CEO y su esposa.
Ellos ya salieron, los acabo de ver.
Bueno, no importa, límpialo de todos modos, dijo y se fue sin mirar atrás.
Lucrecia suspiró, y fue a obedecer la orden.
Pero sin que nadie la viera entró al despacho de Augusto. Julio había ido por un café y al regresar vio a Lucrecia.
¿Qué haces aquí?, dijo.
Solo vine a limpiar.
No tienes que venir aquí, Martha se encarga de la limpieza en esta área.
Perdón, es que soy nueva aquí estoy buscando el comedor.
Estás muy lejos, te llevaré.
Rato después, Lucrecia terminaba de limpiar el comedor.
Así, una por una, Caro le indicaba todas las actividades que debía hacer.
¿Ya terminaste todo lo que te dije?, le preguntó Caro.
Sí, estoy cansada, voy a tomarme un break.
Está bien, solo 15 minutos, aún hay mucho trabajo.
¿Y nada más yo lo voy a hacer?, ¿y el demás personal?
Cada quien tiene su área, y a ti te toca todo lo que te he puesto a hacer. Bueno, son 15 minutos de break, y cuando termines, inmediatamente, te vas a las oficinas de arriba son las dos que están al fondo.
Lucrecia le hizo una seña con la mano en la cabeza.
Caro solo movió la cabeza.
.
.
Augusto y Graciela estaban comiendo plácidamente sin que nada perturbara esa tranquilidad.
De pronto, un hombre se acercó a ellos.
Pero miren a quién me he encontrado aquí. Hola Graciela, hola Augusto.
Augusto no pudo evitar una mueca de disgusto. Adán, ¿pero qué haces tú aquí?
Pues lo mismo que ustedes dos, vine a comer. Me da gusto volverlos a ver. ¿Cómo estás, Graciela?
Bastante bien y feliz con mi esposo.
Muchas felicidades hacen una pareja excepcional.
Gracias, dijo Graciela abrazando a su esposo.
Muy a su pesar Augusto lo invitó a sentarse junto a ellos.
Pero siéntate, hombre, no estés ahí parado.
¿De verdad no te importa?
Claro que no, serás nuestro invitado.
Adán no se hizo esperar la orden y se sentó, el camarero se acercó a ellos y les dio la carta del menú.
Los tres eligieron su comida y poco después llegó el mismo camarero con la orden solicitada.
Por primera vez la plática salió espontánea y Augusto pudo vencer sus celos enfermizos.
La plática con Adán era muy amena.
Y dime Adán, ¿en dónde estás trabajando?
Bueno, por el momento no trabajo. Lo que pasa es que tenía una agencia de bienes raíces, pero tuve que venderla porque ya no me dejaba ni un momento libre.
En mi agencia tengo una vacante que tal vez tú podrías ocupar. Tú eres bueno para vender, no en vano tenías esa agencia de bienes raíces, ¿o me equivoco?
Pues fíjate que no te equivocas, si tú quieres puedo trabajar contigo.
No se hable más del asunto desde mañana entras a trabajar ahí con nosotros.
Gracias, no te vas a arrepentir te lo aseguro.
Cuando terminaron de comer, ¿quieres que te lleve a tu casa?
No, gracias, ahorita tomo un taxi.
Por supuesto que no, yo te llevaré ya es muy tarde.
Está bien, te lo acepto con una condición.
¿Sí?
Que no me veas como un rival, yo acepto que tú y Graciela son esposos, jamás me meteré entre ustedes dos te lo prometo.
No tienes que prometerlo te creo de verdad, discúlpame si fui brusco contigo en Italia, pero es que no te conocía.
No te preocupes, no pasa nada, seremos amigos, ¿ok?
De acuerdo, ambos hombres estrecharon las manos en señal de que una buena amistad apenas empezaba.
Graciela sonreía feliz al ver que los fantasmas de los celos habían desaparecido.